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ACCESO A LA CULTURA

Oportunidad para nuevos mecenas

La legislación cultural en la Argentina adolece de vetustez. No sólo por el tiempo transcurrido desde su sanción, sino porque no ha incorporado los nuevos fenómenos sociales y tecnológicos que transformaron los modos de creación artística y la posibilidad de su difusión. Tampoco incluyen en sus disposiciones la regulación de un derecho humano fundamental, el acceso a la cultura, severamente dañado por la decadencia económica y educativa que afecta a nuestra sociedad.

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La legislación cultural en la Argentina adolece de vetustez. No sólo por el tiempo transcurrido desde su sanción, sino porque no ha incorporado los nuevos fenómenos sociales y tecnológicos que transformaron los modos de creación artística y la posibilidad de su difusión. Tampoco incluyen en sus disposiciones la regulación de un derecho humano fundamental, el acceso a la cultura, severamente dañado por la decadencia económica y educativa que afecta a nuestra sociedad.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha sancionado hace ya dos años un nuevo instrumento que moderniza la relación entre los ciudadanos y la actividad cultural. Además, de mantener los subsidios directos que otorga a diferentes ramas del arte, a partir de su aplicación permitirá que todo habitante de la Ciudad –empresa o persona– que esté obligada al pago del Impuesto sobre los Ingresos Brutos pueda aplicar un porcentaje de ese pago al apoyo de la investigación, capacitación, difusión, creación y producción en las diferentes ramas del arte y la cultura, que incluyen sus formas más actuales como el diseño, el arte digital o los sitios de Internet con contenido artístico y cultural.
De esta manera, el contribuyente le otorga destino cierto a un porcentaje del pago de su impuesto y permite el desarrollo de la actividad cultural, no sólo desde la producción o creación, sino también en la formación de sus hacedores y en la relación con la comunidad. Este cuerpo normativo atiende así también la relación entre el creador y la población, dado que permite que esta forma de fomento se aplique a la difusión. El contribuyente también puede obtener el beneficio de relacionar su imagen o la de sus productos al proyecto cultural que asista, asumiendo así el carácter de “patrocinador”. En este caso sólo el 50% de los financiamientos efectuados por los “patrocinadores” serán considerados como pago a cuenta del mencionado impuesto. En cambio, quien no relaciona su imagen con el proyecto, se denomina “benefactor” y puede aplicar hasta el 100% del monto que destine a su contribución.
El sistema es sencillo para su aplicación y tiene como gran innovación la posibilidad de que un nuevo grupo de personas no acostumbradas a estas formas de promoción de las artes y la cultura se sumen a esta actividad, pues no sólo los grandes contribuyentes podrán realizar esta acción de “mecenazgo”, sino que los medianos y pequeños contribuyentes pueden sumar su esfuerzo al desarrollo de las artes y la cultura en la Ciudad. Así la actividad de la promoción de las artes se democratiza y permite que sea ejercida por aquellos que antes no contaban dentro de sus posibilidades de acción social, la de contribuir al desarrollo de la actividad cultural.
El arte y la cultura no sólo están destinadas a quienes las practican o estudian, sino que son un elemento transformador de la realidad social, que ayuda al desarrollo humano y a la creación de ciudadanía. La aplicación de este nuevo instrumento no sólo permitirá mayores fuentes de financiamiento para las actividades culturales, sino también la formación de nuevos grupos que las fomenten y participen en su creación e impacto social.
Tengo la convicción de que en un país con un deteriorado sistema político y un descenso tan brusco del nivel de vida de su población, la mejor docencia que se puede ejercer es la revalorización del trabajo intelectual, en un contexto que no es proclive a su incentivo. Porque sigue vigente la afirmación que Albert Camus pronunció hace casi sesenta años sobre la desvalorización de la inteligencia y el triunfo de las “filosofías del instinto y, con ellas, ese romanticismo de mala ley que prefiere sentir a comprender como si ambos pudieran separarse”. En una situación tan dramática para nuestro país, promover el incentivo a la reflexión y a la creación artística es la mejor forma de defender el sistema democrático, porque cuando la “inteligencia se apaga, llega la noche de las dictaduras”.

*Profesor de Legislación Cultural en UBA, UNC y Flacso.

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