COLUMNISTAS
LAS ELECCIONES DEL TODOS CONTRA TODOS

Otra de no creer

Son patéticos los volantazos de la campaña electoral que están desnudando las debilidades de los principales candidatos.

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Son patéticos los volantazos de la campaña electoral que están desnudando las debilidades de los principales candidatos. Preocupan la impericia para manejar el tramo clave que lleva a las urnas, la ausencia de estrategias consistentes, el exceso de egolatría internista y la compulsión a las zancadillas y a embarrar la cancha, sobre todo por parte del Gobierno. Por momentos, la dirigencia que supimos conseguir transmite la sensación de que el país es un gran diván y que sólo la psicología callejera nos permite comprender tantas cosas entre el discurso y los hechos. Hay cinco conclusiones del análisis de esta semana que conviene puntualizar primero y desarrollar después:

1) Nadie hizo más por Néstor Kirchner que Elisa Carrió y Gerardo Morales.

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2) Nadie hizo nada por Elisa Carrió y Gerardo Morales.

3) Nadie hizo más contra Néstor Kirchner que él mismo.

4) Nadie hizo más a favor de Francisco de Narváez que Néstor Kirchner.

5) Nadie hizo más contra Francisco de Narváez que su propia mezquindad para dejar afuera a amplios sectores del peronismo de a pie.

Parece el reino del revés de María Elena Walsh. Para argumentar estas aseveraciones vale la pena radiografiar el comportamiento de las tres principales fuerzas políticas en estos últimos díás:

* Néstor Kirchner navega sin rumbo. Séneca decía que ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va. Con tantos cambios bruscos de táctica, Kirchner generó confusión en su tropa y la evidencia de que está asustado por las encuestas. La cantidad y brutalidad de las operaciones políticas sucias que encaró con la complicidad de jueces y periodistas adictos se transformó en un boomerang que logró el objetivo contrario al que buscaba. Al más puro estilo autodestituyente, que llevó hasta el éxtasis durante su combate contra el campo, Néstor Kirchner potenció la figura de Francisco de Narváez. Así como, en su momento, cada vez que criticaba a Julio Cobos lo hacía crecer en la consideración popular, ahora puso en el centro del ring a De Narváez y le dio el lugar que el Colorado buscaba. Todos los manuales indican que Kirchner debió haber tratado de favorecer la presencia de Margarita Stolbizer para dividir el voto de más del 60% de los bonaerenses que quieren castigar al kirchnerismo. Néstor hizo todo lo contrario. ¿Quién es su jefe de campaña? ¿Quién lo asesora? Si no le permite a su esposa gobernar con todos sus atributos y no tolera designar un ministro de Economía de alto perfil, mucho menos va a aceptar las sugerencias de alguien que mire de afuera lo que ocurre. Néstor es su propio jefe de campaña. Ahora, la elección está fuertemente polarizada. De Narváez quedó como víctima de lo que Felipe Solá llamó “jueces corruptos” y aparecieron en los medios algunas fracturas expuestas en la sociedad con Daniel Scioli. Tanto Alberto Fernández como José Scioli salieron a cuestionar, casi en forma coordinada, la “judicialización de la política”. Fernández dijo que Faggionato estaba más sospechado que De Narváez. Eran palos para Néstor y Carlos Kunkel, que tienen agarrado de los huesos a Faggionato Márquez con varios pedidos de juicio político en el Consejo de la Magistratura. Mas allá de la desmentida que Daniel Scioli realizó recién 24 horas después, es difícil creer que su hermano y compañero de ruta de toda la vida haya dicho semejante cosa sin su autorización. “Yo prefiero al hermano mayor”, retrucó Kirchner masticando bronca. De todas maneras, no hay que ser un genio para observar que Scioli viene reafirmando su estilo opuesto al de Néstor Kirchner. Apela siempre al diálogo y prefiere la negociación antes que la confrontación. Públicamente dice que quieren dinamitar la relación entre ellos, pero la presencia de Eduardo Camaño, ex duhaldista y lavagnista, en su gabinete está destinada a lograr consensos después del 28 de junio. Hace 45 días, Scioli tuvo una reunión con Lavagna y muchos creyeron ver el comienzo de un kirchnerismo sin Kirchner, que recupere aquellos primeros años que fueron los mejores. La máxima debilidad de Kirchner va mucho más allá del poco afecto y pasión que despierta su figura cero carismática. Los gobernadores no lo acompañaron en su lanzamiento en el Teatro Argentino y ahora dudan en apoyarlo en el cierre del Mercado Central. Los intendentes que mejor miden tienen dos sobres preparados para entregar a su clientela: en los dos está la boleta local y sólo en uno la lista que encabeza Néstor. En el otro sobre está la lista de De Narváez. Les dejan libertad a las bases para que cada uno elija con cuál de las dos quiere acompañar el respaldo al referente distrital. Eso es imposible de medir por los encuestadores, por más científicos que sean. Eso lo hace a Kirchner cada vez más dependiente de los intendentes. Y de Scioli, que en todas las encuestas empuja para arriba los números que Néstor tira para abajo. Finalmente, fue tan burdo el operativo de pinzas en el que participaron los periodistas-militantes, con espionaje y violación de correos electrónicos incluidos, que no consiguieron deteriorar con sospechas a De Narváez. Este es un intento de descripción de lo que ocurrió. De ninguna manera significa creer que De Narváez sea “mi pobre angelito”. Es correcto levantar muchas reservas morales y políticas sobre su comportamiento actual y en el pasado inmediato. Pero fue favorecido por la desesperación de Kirchner, que tiene una ametralladora de barro y dispara en 360 grados. A Claudia Rucci le tiraron con el golpe bajo de la indemnización que cobró por el asesinato de su padre y a Felipe Solá quisieron involucrarlo con un blindaje de patrulleros que no cumplió con los pliegos de la licitación. Fueron Solá y su ministro de entonces, León Arslanian, los que llevaron el tema a la Justicia. El martes a las 19.38, Eduardo Feimann inició por C5N las hostilidades con esta frase textual: “A Solá y Arslanian les importa un pito la sangre de un policía, total se seca rápido”. Es el mismo Feimann que bromea con cordialidad y afecto cada vez que habla públicamente con Néstor Kirchner.

* Francisco de Narváez y la rebelión en la granja. Ha sido tan autoritario y torpe el armado de las listas bonaerenses que muchos militantes y dirigentes históricos del peronismo quedaron heridos. El Encuentro de Autoconvocados del Peronismo Bonaerense, que tuvo como consigna “Ni Moreno ni D’Elía, ni Socma ni Casa Tía”, le quita a Unión-PRO sustento territorial y contol de fiscales, sobre todo en algunas secciones y distritos. En Costa Salguero, un cartel definía todo: “Ni la chequera de la Casa Rosada ni la chequera colorada”. Son dirigentes del justicialismo que no van a llevar agua para el molino de ninguno pese a que hace un par de meses se definían como antikirchneristas. Hay valiosos referentes locales, como la ex diputada Marina Cassese o Domingo Vitale. Ahora esperan los gestos de Eduardo Duhalde para reconstruir el PJ de la provincia apenas haya elecciones internas. No quieren hacer mucho ruido porque creen que la prioridad es que pierda Kirchner, para después producir los reacomodamientos que incluyen a Daniel Scioli y a Felipe Solá. También miran con simpatía a Reutemann. El documento de los peronistas de esta “tercera posición” en Buenos Aires reclama “una segunda renovación” y se quejan porque las prácticas políticas instaladas por Kirchner y De Narváez “son pre peronistas y nos llevan de vuelta a la Argentina conservadora, donde los votos se compraban y los patrones decidían a quién votaban sus empleados”.

* Elisa Carrió y Gerardo Morales no hacen. Hay una paralizante tendencia del panradicalismo a utilizar sólo el lenguaje como método de construcción política. Denuncias de corrupción y de trampas en las candidaturas eventuales y quejas por la disparidad de los recursos económicos son bienvenidas para mejorar la calidad de las instituciones. Pero no alcanzan para ocupar el lugar de alternativa de gobierno que este país necesita. Por momentos, muchos de los dirigentes del Acuerdo Cívico y Social se parecen demasiado a los periodistas que comentamos lo que hacen los demás. La campaña pierde seducción porque no producen hechos políticos. Es cierto que para convocar a un acto de multitudes hacen falta recursos económicos. Pero hay miles de hechos políticos que se pueden realizar con creatividad, audacia, cierta provocación intelectual y una estrategia clara que no cuestan un solo peso. Sólo necesitan de un intercambio menos personalista en un comité de campaña que planifique los actos no como eslabones sueltos sino como partes de un rompecabezas. Tres de los argentinos con más alta imagen positiva están en la vereda de enfrente de Kirchner y pueden caminar de la mano del Acuerdo Cívico. Sin embargo, a sus estrategas no se les ocurrió o no pudieron o no quisieron armar una foto, por ejemplo, con los tres presidenciables que tiene ese espacio. Es gratis. Sólo hay que deponer viejos rencores, problemas de cartel y envidias. ¿No hubiera sido un espaldarazo fuerte para Alfonso Prat Gay, Margarita Stolbizer y Rubén Giustiniani aparecer en una mesa de trabajo con Julio Cobos, Hermes Binner y Elisa Carrió? Ni Kirchner ni De Narváez podían hacer eso. Y tampoco fueron los responsables de que no se produjera, aunque todavía hay tiempo. Hacer política es construir escenarios, proyectar imágenes, comunicar inquietudes, organizar voluntades. Hasta ahora, las individualidades pulverizaron ese posible acuerdo. Carrió no se quiere sentar con Cobos. Binner no traga a Carrió. ¿Hasta cuándo seguirán desaprovechando oportunidades para demostrar hacia adentro lo que pretenden para afuera? ¿Qué diálogo van a promover si no pueden dialogar entre ellos? Con Alfredo de Angeli pasó algo parecido. Se ofreció en todos los distritos para acompañar a todas las fuerzas opositoras. Francisco de Narváez aprovechó la oportunidad y lo sumó a la tribuna de Pergamino. A los cívicos se les escapó la tortuga. Y como si esto fuera poco, astillaron sus posibilidades después de la reunión entre Cobos y De Narváez. En ese encuentro hubo más sonrisas, distensión y cordialidad que en la foto de compromiso caracúlico entre Binner y Elisa Carrió en la Gobernación santafesina. Carrió no dijo una palabra contra Reutemann, que sufre en la intención de voto cada vez que lo vinculan con Kirchner y sin embargo fue feroz para castigar a Cobos. Lo acusó de ser “funcional a la impunidad” y de “heredero de Borocotó”. ¿No será mucho? Es verdad que Cobos pareció actuar pensando exclusivamente en su futuro político. Pero Carrió también. Le faltó decir: “¿Vieron? Yo les avisé que Cobos era un traidor”. Pero se sacó toda responsabilidad de encima: “Hay que preguntarles a los radicales, yo nunca pedí una reunión con Cobos”. Otra coincidencia de estilos con Kirchner. Gerardo Morales también lo acusó de “oportunista”. Ricardo Alfonsín tuvo mejor olfato político y le bajó el tono al conventillo socialdemócrata asegurando que “es algo normal, no veo nada mal”. Pero les dieron pasto a las fieras. Nilda Garré aprovechó para machacar que “el de Cobos era un mal ejemplo para todos” y Macri lo caracterizó como un gesto “republicano y democrático”. Todo mal para el casi Desacuerdo Cívico y Social. Cobos hizo política. Produjo un hecho con picardía y sin palabras. No mató ni robó a nadie. Es difícil creer que lo haya hecho por generosidad o solamente en ejercicio de su rol institucional. Es vieja la discusión por ese límite tan fino entre oportunismo y sentido de la oportunidad. El día anterior, Cobos se había reunido con Ricardo Gil Lavedra para respaldar toda su incansable tarea legal contra las truchadas kirchneristas. Sin embargo, el Acuerdo Cívico no industrializó el tema que le hubiera sumado más puntos a la boleta de Prat Gay. Otra vez: ¿qué hubiera pasaso si los tres galácticos, Cobos, Carrió y Binner, se juntaban con Macri, De Narváez y Solá o Michetti para solidarizarse por las operaciones que el gobierno le hizo a De Narváez, de muy similar factura y calaña de la que sufrió Enrique Olivera? Hubieran utilizado, como en el judo, la fuerza del rival. Incluso podrían haber anunciado una agenda parlamentaria común. Un compromiso para desterrar los superpoderes, cambiar el Consejo de la Magistratura, repartir los fondos con verdadero sentido federal y mejorar las instituciones prohibiendo los cambios de distrito y las candidaturas truchas. Nada de eso ocurrió. El chiquitaje de corto plazo los empuja a situaciones insólitas, casi suicidas, como respaldar al titular de la UCR bonaerense, que impidió que se presentaran listas cobistas o no poder contener las declaraciones demoledoras de Víctor Fayad, que funcionaron como un misil debajo de la línea de flotación de Julio Cobos y de su lista encabezada por Ernesto Sanz y Laura Montero. Fayad, como intendente radical de la ciudad de Mendoza, dijo que “Cobos es el padre Grassi de la política: aparenta una cosa y es otra” y que parte de la campaña electoral de Cobos “se la financia Francisco de Narváez”. ¿Cómo pretenden que la población confíe en la propuesta de un cambio seguro si ni siquiera pueden ofrecer orden y coexistencia pacífica interna? Tienen la ventaja de que en esta ocasión se eligen legisladores y no presidente ni gobernadores. Porque en la mayoría de los casos son dirigentes honrados y republicanos y resultan muy útiles para controlar a los que no soportan ningún control.

Cuesta comprender tanta capacidad para el error no forzado de los principales protagonistas. La ausencia de estructuras partidarias poderosas que debatan, sugieran, orienten, contengan y promuevan candidatos o liderazgos dejan demasiado espacio para el capricho, la vanidad y la arbitrariedad más absolutos. Se puede afirmar sin temor a equivocarse demasiado que, ganen o pierdan, tanto el Frente para la Victoria como el Acuerdo Cívico y la Unión-PRO van a sufrir fracturas, fugas y escisiones poco después de las elecciones. Se nota demasiado que están atados con alambre. Y eso es imposible de ocultar ante una ciudadanía que mira queriendo creer pero que cada vez cree menos.