Causan estupor, pena e indignación, o una mezcla de todo eso, las distintas reacciones que desató el bolsogate de José López en el kirchnerismo.
No serán repasadas aquí, para evitar caer en la tentación del escrache individual al que los extremistas K y anti K fueron y son tan afectos. Pero analicemos las líneas argumentales.
La primera y principal es que López era un lobo solitario. Robaba él solito y solito para él. Ajá. Sí, claro. Llevaba más de 25 años al lado de Julio De Vido armando negocios en torno a la obra pública.
Esto lleva a otro eje central: Cristina no tiene nada que ver. No, obvio. Qué va. Apenas toleró que durante la intendencia, la gobernación y la presidencia de su marido, y en la de ella misma, una banda de saqueadores generaran ingresos extras con licitaciones, adjudicaciones y contratos del Estado con privados, para financiar la política o para financiarse, directamente. O fue boba o fue cómplice, doctora.
También se recurrió al argumento de que es tan grave lo de López como lo de los empresarios que pagaron. Otra curiosidad K: que la teoría de los dos demonios que denostaron para los crímenes de lesa humanidad la apliquen para la corrupción. El Estado siempre tiene mayor responsabilidad que un privado, porque es allí donde deben defendernos y no robarnos.
En las últimas horas, comenzó a surgir una explicación más insólita: que el kirchnerismo es una víctima de López (y no su contexto lógico) y el caso es una cortina de humo macrista para disimular la crisis actual y frenar avances sociales de los últimos años. Salió firmado en Página/12 de ayer. Y bueh. Es este tipo de prácticas a las que recurrieron decenas de funcionarios K las que amenazan con ensuciar hasta las buenas políticas públicas que ejecutó el kirchnerismo en el poder, y no a la inversa.
Y así como hubo muchos funcionarios que hicieron desastres con los dineros de todos, hay otros con responsabilidades importantes que deberían hacer su aporte a la Justicia, en vez de seguir analizando estos hechos como meros ex protagonistas de la función pública.
¿Nada tienen para decir al respecto los ex jefes de Gabinete Alberto Fernández y Sergio Massa? No menciono a sus sucesores Abal Medina, Capitanich y Aníbal Fernández porque tienen causas abiertas en Comodoro Py. ¿No hay ningún aporte que puedan hacer los ex ministros de Economía Roberto Lavagna o Martín Lousteau? ¿Y Scioli?
No sólo para el kirchnerismo es perversamente tranquilizador echarle la culpa de todo a López, como si fuera una ovejita descarriada. También es funcional para no pocos miembros de lo que Macri definió como “el círculo rojo”, conformado por muchos políticos, empresarios, sindicalistas, jueces y periodistas proclives a que en apariencia todo cambie para que en realidad nada cambie.
Expresan, en todo caso, esa hipocresía tan argentina de no hacernos cargo de lo que somos y elegimos ser.