La receta parece fácil. Un grupo de panelistas donde se mezclan los roles: el chicanero, el especialista, el histórico, el eventual. Algunos invitados: políticos, sindicalistas, otros periodistas, figuras artísticas, expertos en algún tema particular. Un conductor carismático y cándido que la juega de coordinador del debate mientras una música de película de suspenso se mantiene firme detrás con altibajos en el volumen según la declaración y el tema. Unos se acusan a otros de algo que no tiene que ver con el tema de fondo. Cuando el fragor del debate aumenta, cuando los decibeles acoplan los argumentos, suena una campana de box para que se ordene momentáneamente la polémica. Lo más importante es que haya mucha gente en el piso, muchas opiniones sin importar cuán informadas están. El tiempo en TV es tirano y la gente se aburre si no hay vorágine de imágenes. Por lo tanto, la cantidad de gente invitada es funcional a múltiples planos cortos, a la aceleración de contenido y a la posibilidad de que se prenda la chispa de la chicana así el debate se desarrolla al borde de la agitación. “¡Pará, dejame terminar!” se escucha una y otra vez entre diferentes voces que tratan de decir algo que se pierde en la nada. El público en el piso es homogéneo, en cada capítulo aparecen militantes jóvenes de algún partido o facción partidaria que se le da la palabra para intentar algún contrapunto con algún invitado y volver a encender la polémica. No creo que sea fácil hacerlo, pero un programa así está tocando algún nervio donde parte de la audiencia se siente identificada en la forma de debatir.
Intratables logró algo muy dificultoso: realizar un talk show orientado a temas políticos entreteniendo a una buena cantidad de espectadores. De hecho, al ser un programa de TV abierta triplica en rating a cualquier programa periodístico de entrevistas políticas del cable. Esta es la principal causa por la cual casi ningún político (ni periodista) se niega a ir a un programa donde va a tener una limitada oportunidad para desarrollar alguna idea bien articulada. No tengo intención de hacer un juicio de valor sobre este programa, no interesa si es bueno o malo porque el público determina si lo es para sí y punto. La crítica de la TV no es lo mío.
Ahora bien, es interesante tener presente la forma en que se debate en ese programa y preguntarnos si en el foro íntimo de gran parte de la sociedad también se polemiza así sin procesar lo suficiente el argumento que ofrece el otro. ¿Cuánto dura un tema de actualidad política en una reunión de amigos antes de hablar de temas referidos a la familia o al consumo? No me refiero a una reunión de personas ultrainformadas, lectores ávidos de diarios o audiencia adicta al microclima político. No, simplemente al promedio del ciudadano común. El que verdaderamente define la elección unas horas antes de entrar al cuarto oscuro y se informa de la actualidad de refilón. Intratables es el asado con tus amigos del colegio en el que ningún tema dura ni nadie tiene tiempo para desarrollar una idea. Claro, hay gente que se adapta más que otros a esos ámbitos. Gente que puede articular algún comentario inteligente, pero al haber tanta avidez por el espacio y por encuadrarlo en muy poco tiempo el nivel de escucha es limitado. En las redes sociales el programa es furor en un año electoral. Algunos lo acusan de tener una tendencia massista y antikirchnerista. No sé, no importa porque lo que realmente importa es que al otro día, como nos sucede en lo cotidiano, todos van a tener algo que decir y pocos van a escuchar.
*Politólogo. @martinkunik