Heroico, confuso, misterioso, corrupto y ahora, preparado para el gran cambio. Paraguay es todo eso para nosotros que estamos a solamente 1.300 kilómetros y no entendemos a la nación guaraní. Mañana las elecciones pueden poner fin a 60 años de hegemonía del Partido Colorado, las cifras quizás produzcan una nueva cara, pero la duda está en si puede lograrse la gobernabilidad.
El candidato que mayor porcentaje tuvo en las encuestas, el ex obispo Fernando Lugo, a quien la jerarquía vaticana le rechazó la dimisión en 2006 para despedirlo de por vida del sacerdocio, puede ganar mañana. El 15 de agosto, fecha de la transmisión del mando, tiene que demostrar que puede formar un gobierno con ministros más o menos idóneos. De ahí se complica dado que tiene que desarrollar un proyecto de cambio que reclama una nación.
Ante el futuro gobierno –suponiendo que llega Lugo– el entusiasmo que lo acompañaba en las calles de Asunción hasta el final de la campaña era a veces realmente conmovedor, además de movilizante. Frente al nuevo presidente estarán no solamente sus rivales electorales sino una panoplia de intereses. El Partido Colorado confiaba, hasta último momento, que podía sacar las papas del fuego, o por lo menos a Blanca Ovelar, la ex ministra de Educación, de la derrota. Su capacidad de movilización ha perdido fuerza y fondos en los últimos años, pero domina el interior. Cada jefe de comuna va a acercar a la gente a los centros de votos y donde se pueda, acercará los documentos de algunos muertos. Sin embargo, la debilidad de la Sra. Blanca Ovelar quedó al desnudo hace cinco días cuando la quebró el llanto en medio de un discurso interrumpido por una fuerte rechifla. La gente pensaba en su pésima gestión ministerial y el fracaso de su plan educativo, más que en sus elegantes promesas.
También frente a Lugo, si gana, estará lo que queda de las huestes del diminuto ex general Lino Oviedo, fragotero, fugado (cuando quiso hacer de Raúl Cubas Grau su presidente testaferro), exiliado, preso y finalmente perdonado. Oviedo es un ex militar y también veterano Colorado. Y además estará la Iglesia, chupamedias y socia del poder, siempre, y ahora tiene que estar en contra por orden de Roma. Podemos agregar que también estará en oposición a Lugo, si gana, algo de lo que queda del viejo Partido Liberal, opositor heroico en los años del general Alfredo Stroessner, que perdió su oportunidad histórica en 1999 durante el alzamiento popular que siguió al asesinato del ministro Argaña y forzó la dimisión del presidente Cubas Grau.
Paraguay ha estado luchando por hallar un camino desde que Stroessner fue sacado de la presidencia a tiros por su consuegro en el verano de 1989. Los jefes de estado que siguieron al general Stroessner, que se había adueñado del Partido Colorado en 1947 y no lo quería largar, han sido tan corruptos como su maestro, pero con menos clase. Rodríguez, el consuegro, y su sucesor, Wasmosy (quien denunció a Oviedo de gestar un golpe que no existió), se hicieron más ricos que Ali Baba con la represa de Itaipú, bajo la protección de Stroessner.
Los paraguayos quieren el cambio, el fin de la corrupción más grosera, una solución aunque sea parcial a la estafa energética de sus dos vecinos gigantes. Mañana van por la fiesta de votos, después, el lunes o el 15 de agosto, vaya uno a saber si el ganador podrá contra el peso de la historia colorada.