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Pasar al frente

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

¡Ah, esos diez o doce minutos de transpiración nerviosa del que, en el colegio, tenía que pasar al frente a hablar de un texto que en verdad no había leído! Apenas un pispeo somero del título, la solapa o la contratapa; o apenas una vaga travesía en diagonal, a veces una frase suelta, pescada al voleo, simplificada al máximo; una idea eventualmente muy vaga o bien ninguna idea, ninguna en absoluto, producto de no haber leído.

Se enseña en las escuelas, precisamente, ya que hoy tanto se habla de ellas. Primero hay que leer el texto, releerlo de ser necesario, marcar sus ideas principales, incluso valerse de una guía de lectura para seguir el trazo de su argumentación. Y después sí, entonces sí, debatir lo previamente leído. El que pasaba al frente sin haber leído, después de ese trance de azar y zozobra en el que el profesor miraba la lista el día que tomaba oral, se sentía por cierto en falta. No en un sentido moral, sino en el sentido mismo de la falta: había algo que le faltaba, le faltaba la lectura.

Un cambio de importancia, entre tantos, producido por las nuevas tecnologías, consiste en que hoy, como nunca, el soporte de la lectura es el mismo que el de la escritura. Antes había que pasar del libro al cuaderno de notas, del diario a la máquina de escribir, de la hoja al teclado; ahora todo ocurre en el mismo dispositivo, el mismo formato, el mismo sitio. Eso podría promover, llegado el caso, una articulación más fuerte del leer y el escribir, promover una escritura que se funda en la lectura.

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No es eso, sin embargo, según parece, lo que sucede. Sucede incluso lo opuesto: una precipitación atolondrada a escribir, un apuro torpe de comentar, pronunciarse, rebatir, hostigar, sin antes haber leído. La escritura, en vez de estimularse en la lectura, la elimina, la suprime. Y hace así, de la ignorancia, un modo de proceder. En este caso, y por eso mismo, sin sentirse para nada en falta, sin sentir que algo les falta.

Esto ocurre en generaciones que mayormente se formaron con clases presenciales, porque pandemia por entonces no había. De manera que puede decirse que el problema de la educación va más allá del debate sobre presencialidad o virtualidad. La lectura, como concepto, mantiene todavía su prestigio en la sociedad. Como práctica concreta, sin embargo, parece ir cada vez más en declive: no ya por el no leer, sino por el tanto hablar de lo que en verdad no se ha leído.