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Patetismo a lo Jaime

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Siempre le gustó que se lo percibiera como un hombre poderoso, en la acepción más mafiosa y yabranista del término: ser impune. Así se manejó Jaime Stiuso en sus más de cuatro décadas como cuadro de la Inteligencia vernácula, en especial en la última, cuando le hicieron creer y creyó que manejaba todo y a todos.

Hizo y deshizo a su antojo. Carpetazos, extorsiones, negocios sucios y dinero negro fueron sus armas favoritas. Políticos, jueces, fiscales, empresarios, sindicalistas, miembros de las fuerzas armadas y de seguridad y periodistas fueron soldaditos de sus tácticas o blancos de sus operaciones, según sus deseos y necesidades.
Casi básico intelectualmente, consiguió codearse con los “genios” globales del espionaje (la CIA y el Mossad) gracias al atentado a la Amia. Su férrea militancia por la pista iraní hay que entenderla en esa relación carnal que buscó establecer con los servicios de Estados Unidos e Israel. No fue en vano: tras su caída en desgracia en el gobierno de CFK, y echado de la ex SIDE, consiguió la protección estadounidense para ocultarse en California, como contó ayer en PERFIL Damián Nabot.

Considerado por los conocedores del paño como el titiritero de Nisman, su segunda comparecencia judicial por la muerte del fiscal sacudió la causa como nunca antes. Semejante convulsión refleja no sólo la enorme fragilidad de la investigación, sino también el patetismo de que el esclarecimiento de un caso clave para la salud de la República haya pasado a depender de un oscurísimo espía al que convendría creerle poco y nada, en vista de sus antecedentes.
Sonó más lastimosa aún la insólita aparición de Stiuso en Intratables apretando a Moreno Ocampo. En cualquier momento aparecerá a la derecha de Rial en Intrusos, un título que le calza a la perfección.

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