El Presidente de Israel y Premio Nobel de la Paz Shimon Peres (además de dos veces primer ministro, tres canciller, ministro de Defensa y diputado por cincuenta años) visita Brasil y Argentina. Es la primera vez en cuarenta años que un presidente israelí pisa el Brasil y veinte que no se daba una vuelta por Argentina. Hace menos de un mes el ministro de Defensa israelí Ehud Barak (ex primer ministro y líder del Partido Laborista) viajó a República Checa y a Polonia.
Públicamente, Peres dio las razones convencionales y obsequió un rapto de sinceridad meditada: el deseo de “discutir la infiltración iraní en el continente”. “¿El patio trasero de quién es América Latina hoy?”, se pregunta el analista Taylor Barnes. Tratándose de “patio trasero”, no faltan quienes en Estados Unidos hayan puesto el grito en el cielo. Bill Nelson, senador demócrata por el Estado de Florida, declaró que “Hugo Chávez ha dicho que va a empezar un programa nuclear con la ayuda iraní”.
Desde el punto de vista de la oportunidad, el momento elegido para el aterrizaje de Peres no habría podido ser mejor: en las próximas semanas visitarán Brasil tanto el presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad cuanto el líder palestino Mahmoud Abbas.
La relación entre Argentina e Irán está determinada por el caso AMIA. En julio de 1994 un atentado terrorista destruyó la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). El Ministerio Público argentino ha confirmado la responsabilidad directa del grupo militante chiíta libanés, Hezbollah y de altas autoridades iraníes, como responsables intelectuales del ataque y pidió a Interpol la captura de una serie de ex altos dirigentes iraníes, incluyendo un ex presidente.
Como ni siquiera el aire pareciera ser gratis, algunas facturas ya se acumulan sobre el escritorio del presidente Lula. ¿Por qué recibir a Ahmadinejad, quien según Peres no pertenece al futuro, sólo se ayuda a sí mismo y no lleva consigo amistad sino odio? Altos agentes públicos brasileños han respondido que su país tiene una diplomacia autónoma, que siempre se ha pensado como mediador y que su filosofía en materia de política exterior consiste más en enlazar que en aislar. Ya durante septiembre Lula defendió el desarrollo iraní de un programa nuclear con propósitos energéticos. En cualquier caso, el presidente iraní tiene fecha de desembarco en Brasilia, y –práctico y patriótico– los 86 años de Peres no le impiden ser la montaña que va a Mahoma.
El presidente de la República Islámica de Irán ha declarado a su país una superpotencia con ambiciones globales, y probó misiles de corto alcance días después de haber aceptado que está construyendo una segunda planta de enriquecimiento de uranio. Hay quienes relativizan estas ambiciones. La iniciativa denominada “Monkey Point” (un puerto de aguas profundas situado a orillas del Mar Caribe), anunciada hace más de dos años por el presidente de Nicaragua Daniel Ortega, todavía no se materializó. “Iran Khodro”, una automotriz estatal que invirtió millones de dólares para abrir fábricas en Venezuela y Senegal, tuvo que ser rescatada por Teherán a un costo de U$S 1.400 millones. Según los periodistas Steve Stecklow y Farnaz Fassihi, la planta de Senegal (“SenIran Auto”, si hubo algo de imaginación en la empresa, no estuvo dedicado a la redacción de la marca), en los primeros tres meses del año, produjo 20 vehículos en lugar de las miles de unidades proyectadas.
Se especula con que considerando los antiguos lazos financieros de Irán con Hezbollah, de lo que en realidad se trata es de crear distraídamente infraestructura para responder en caso de ser atacado por Estados Unidos o Israel. Sin embargo, de esto no hay evidencia palpable, lo que no ha impedido que el fiscal del distrito de Nueva York, Robert Morgenthau, quien manejó los más importantes casos de narcotráfico, no reclamara que dado que la influencia de Irán en América latina responde a intereses estratégicos, políticos y financieros es “necesario mirar de cerca”. El jueves 12 de noviembre el fiscal general del distrito sur de Nueva York, Preet Bharara, explicó una redada contra la Fundación Alavi buscando la incautación de más de 500 millones de dólares, denunciado que la institución “es una fachada del gobierno de Irán”. Ni siquiera las mezquitas quedaron a salvo, a pesar de que la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana asegura la libertad religiosa.
En el mes de septiembre de 2007, el presidente Ahmedinejad, tras su corta estada de apenas algunas horas en Bolivia, se comprometió a invertir en ese país, mil millones de dólares hasta 2012 en proyectos relacionados con la explotación de hidrocarburos y otros también de alcance estratégico, como la creación de medios masivos de comunicación, en particular radios y una estación de TV.
Cuba se ha unido a Venezuela para defender “el derecho inalienable” de Irán de acceder a la energía nuclear. En la votación de febrero de 2006, en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Cuba fue uno de los tres países que votaron contra la resolución sobre el programa nuclear iraní, lo que Ahmadinejad agradeció con alboroto.
Dos anotaciones finales: la diplomacia israelí ha dotado a las turbinas de sus actores más taquilleros de combustible para desarrollar altas velocidades, acaso porque comienza a aceptar que la política exterior norteamericana hoy no es la que fue a su respecto, sea como consecuencia de sus problemas domésticos, sea porque la administración demócrata tiene otra cosmovisión o está pensando en tenerla.
La segunda: Brasil, ese país mejor conocido (para su disgusto) por “el samba y sus estelares futbolistas” pareciera estar aproximándose a ser el territorio donde israelíes e iraníes tengan un tête-à-tête (para su deleite). Acaso tuvo eso en mente el sagaz asesor presidencial Marco Aurelio García cuando recibió en enero de este año al ministro de Asuntos Cooperativos iraní Mohammad Abbasi, portando una carta en la que Ahmadinejad invitaba a Brasil a involucrarse en el conflicto palestino-israelí, días antes de que el canciller Celso Amorim iniciase una gira por Israel, Palestina, Jordania y Siria para apoyar un alto el fuego en Gaza.
Semillas de entonces que hoy comienzan a dar sus frutos energizantes, que se balancean en el árbol de la influencia global. No está mal en un mundo que ya no es unipolar, pero tampoco francamente multilateral.