COLUMNISTAS
FUGA DE CAPITALES

Pérdida de confianza en el país

Uno de los datos más relevantes para el análisis macroeconómico de la Argentina es el actual proceso de fuga de capitales. Se trata de un fenómeno sobre el cual el Gobierno habla poco o bien cubre con un silencio premeditado.

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Uno de los datos más relevantes para el análisis macroeconómico de la Argentina es el actual proceso de fuga de capitales. Se trata de un fenómeno sobre el cual el Gobierno habla poco o bien cubre con un silencio premeditado. Según el Banco Central, en los tres primeros meses de este año salieron del sistema 5.684 millones de dólares. Comparando con el último trimestre de 2008 representan mil millones de dólares menos, pero si el cotejo se traslada a igual período del año pasado, la cosa cambia y mucho. Hemos llegado a 3.500 millones de dólares más. Metiendo todas las cifras disponibles en una bolsa, nos encontraremos con una fuga de 37 mil millones de dólares desde mediados de 2007, período en el que el mundo comenzó a comprobar que ya estaba sumido en una crisis que llevaba al colapso financiero y productivo. Si nada cambia de ahora en más, el país podría encontrarse, a fin de 2009, con un escape muy peligroso que podría estar superando otros 20 mil millones.

Todo esto es fruto del esfuerzo nacional. Son dólares obtenidos a través de comercio internacional o por préstamos de organismos mundiales o por inversiones extranjeras. Pero ¿adónde van? Al colchón, a las macetas del jardín, a las cajas de seguridad y al exterior, pese a la inestabilidad reinante en otras geografías. Esos dólares se compran con pesos que dejan de circular. Es plata que deja de estar en el mercado, que resta movimiento interno al circuito del consumo o de la producción y reduce la demanda. Que deja de estar en los bancos. Es un circuito de vaciamiento.

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¿Por qué la fuga? Por temor, incertidumbre, pérdida de rumbo. ¿La culpa es de la crisis económica o del malestar político? De las dos cosas pero pesa más la crispación, la polémica, las dificultades de entendimiento entre los sectores más decisivos de la economía y el Gobierno. Y algo peor: estaría reflejando pérdida de confianza en el presente y en el futuro del país. Y hay suficientes motivos para que ello suceda porque la partida de dólares tan preciados, logrados con los superávits comerciales, se aceleró con la larga, extenuante e incomprensible polémica del poder político con el campo y sus representantes. Hay un antecedente no muy lejano. Entre mediados de 2000 y todo 2001, se fugaron del país 23 mil millones de dólares. Fue tal la movida que puso en riesgo a todo el sistema financiero en el país y llevó a la débil administración de Fernando de la Rúa a restringir los retiros bancarios, al dramático “corralito”. La Justicia allanó algunas instituciones financieras, a empresas transportadoras de caudales y al aeropuerto de Ezeiza y la entonces diputada Graciela Ocaña denunció una feroz caída de los depósitos a lo largo de 2001 por 18 mil millones de dólares. Se les exigió a los bancos que informaran todos sus movimientos y hasta se puso en riesgo las relaciones diplomáticas por sospechas tras investigaciones en empresas del exterior. Argentina quedó pendiente de un hilo. El colapso que sobrevino en 2001 y parte de 2002 estaba acompañado de un impactante déficit comercial. Hoy, por el contrario, hay un remedio eficaz que es el superávit comercial de más de 3.400 millones de dólares en el primer trimestre de 2009, definido pese a ello como “moderado”. Si se investiga en detalle ese superávit puede comprobarse, empero, que es la consecuencia de una reducción del 27 por ciento del valor de las exportaciones y de una contracción del 35 por ciento de las importaciones. Este superávit no deriva de una etapa de crecimiento económico sino que es consecuencia de un freno decisivo de las compras que nos hacen desde el exterior y de las adquisiciones de maquinarias e insumos fronteras afuera que los argentinos no concretan.

Los problemas no cesan. Porque hay que hacer frente a compromisos de deudas externas públicas por 20 mil millones de dólares y en materia de financiamiento el país no cuenta, no consigue respaldos, salvo que se produzca un viraje de la realidad de 360 grados. Pese a todo, los bancos privados y públicos instalados en la nación están bien y operan con normalidad, sin riesgos visibles.


*Periodista especializado en Economía.