La palabra revolución emerge de la voz latina revolutum, “dar vueltas”, dar vuelta el orden establecido, en lo político, social, cultural, económico; en realidad de lo que hablamos es de una transformación, que es resultante de procesos históricos y construcciones colectivas. Hablar hoy de revolución suena un tanto utópico. Pero nos podemos quedar con un gen de revolutum, que es la transformación a partir de, justamente, construcciones colectivas.
De un tiempo a esta parte, observamos la pérdida de credibilidad en el principio de representación política, básicamente en los partidos como receptores de demandas y actores con la movilidad necesaria para imponer una nueva agenda. Consecuentemente, esto generó un espacio vacío producto de la rigidez y la inflexibilidad institucional y una explosión de colectivos sociales nucleados en torno a diferentes temáticas de interés. Sin embargo, en un escenario complejo hubo uno que adquirió una adhesión “revolucionaria”. El colectivo de mujeres, que tiene la característica de producir movilización (de las grandes), es transgeneracional. El colectivo de mujeres inició su camino bajo la consigna de Ni Una Menos, y ha crecido exponencialmente a partir de la discusión sobre la despenalización del aborto. Ha cuestionado e interpelado fuertemente a la sociedad, no solo a través de estas consignas, sino también a través de algo más profundo, que son los roles en la sociedad, los estereotipos.
Su magia es haber conseguido una identificación racional y emocional fuerte, vínculos subterráneos que resignifican la apropiación del espacio público. Esto es, frente a la apatía y el descreimiento, transformador. Pero interesa conocer dónde surge esta sinergia colectiva que embandera a mujeres en su mayoría, pero también a muchos hombres que sienten el compromiso, porque primero hay un mensaje claro, racional, y segundo porque solo ver la hermandad, firmeza y convicción en las marchas produce un mensaje emocional.
En la conquista de nuevos terrenos, lo primero que se siembra es un lenguaje común, una semiótica que nos identifique y nos acune, porque así nace un colectivo con identidad, son las consignas puestas en palabras. El clima de época está marcado por un cruce generacional, una que levanta la mirada y las banderas, con nuevas consignas, algo verborrágica y rebelde, con esencia de juventud; y la otra que viene detrás, haciendo un trabajo de deconstrucción de mitos, estereotipos y creencias, poniéndolos en un balde en remojo, mientras se revisan los cimientos construidos y la voz de estas nuevas generaciones.
El trago amargo que dejó la votación de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), sin embargo, proporcionó otras lecturas dulces. Durante años de sociedad adormecida asistimos al natalicio de estas “mareas”, podría decirse “verdes”, pero es más grande aún, son colectivos de derechos, y en esto nos remiten a una revolución histórica, no olvidemos que la Revolución Francesa inició el camino de conquista de derechos, y tenía algo que nos es familiar: las consignas, claro, “Igualdad, Fraternidad, Libertad”.
La siembra comunicacional es napoleónica, los territorios de comunicación o marcos comunicacionales, como describe el sociólogo español Joan Gonçales I Nogueroles, dotan a estos mensajes de cierta personalidad, iconografía, identidad; por lo tanto, nos pertenecen, y hacen que estos propósitos se transformen en sueños, proyectos, misiones. Porque cuando hablamos de #SeVaACaer (el patriarcado) #LaRevoluciondelasHijas #SeraLey #Sororidad o #lamareaverde, sabemos a qué nos referimos, sabemos que allí hay mucho más que palabras. Hay juego, hay compromiso, hay hermandad, hay lucha, hay identidad, hay convicción, hay un universo. Y sobre todo, hay valores y objetivos; es acción.
Por eso, la comunicación es protagonista, porque es un llamado a la acción, discutible en qué medida racional o emocional, pero lo que está claro es que emerge otra identidad, con perfume joven, que pide más derechos y libertad. Es de alguna manera la resignificación de la postergación, que llegó para quedarse y ser protagonista.
*Politóloga. Mag. en Relaciones Internacionales (@barbaritelp).