Aunque, desde luego, todo el mundo sabe que no es lo mismo tener un viejo amigo que tener un amigo viejo, pocos reparan en que el lugar en que se pone el adjetivo es el responsable del cambio de significado. Un viejo amigo está ligado a nuestro afecto de manera entrañable, sin importar realmente cuál es su edad. Un amigo viejo, en cambio, es alguien que ya no puede llamarse joven a sí mismo y ni siquiera interesa si lo queremos mucho.
PERFIL cumple diez años. Pero sería injusto con los memoriosos olvidar que su germen estuvo en otro siglo (sin obviar, por supuesto, el sabor amargo que dejó su cierre tras sólo 84 ediciones). Ciertamente, el PERFIL que nació en 1998 tenía las semillas distintivas de este joven que ya cumple una década: su sección “Ideas” en las primeras cuatro páginas del diario de todas las mañanas y un famoso manual de estilo que se tituló Cómo leer el diario.
Frente a los periódicos al uso, que suelen inaugurar su discurso cotidiano con las noticias nacionales o internacionales, un diario –como ocurría con el PERFIL del siglo pasado– que cada día se propone iniciar el diálogo con el lector según la perspectiva de distintas miradas se instala en el concierto de los medios gráficos con una impronta fundacional fuerte. Era, en definitiva, una bocanada de aire fresco.
No solamente eso. Los manuales de estilo de los otros grandes diarios –el Manual de Estilo de Clarín y el Manual de estilo y ética periodística de La Nación–, aparecidos apenas un año antes, se ocupaban –previsiblemente– de la prescripción: no solo en relación con aspectos legales, sino, sobre todo, con respecto a normas generales de gramática y de diagramación. Por el contrario, Cómo leer el diario se posicionaba en el lugar de la descripción, si es que por tal se entiende la asunción de la subjetividad en el discurso como una condición ineludible.
En tanto descendiente de esa práctica necesaria aunque breve –aquel PERFIL circuló por menos de tres meses–, el PERFIL del siglo xxi da espacio a voces disímiles que no parecen alinearse necesariamente con la línea editorial de la contratapa. Y ese espacio es confirmado y protegido por el nuevo manual de estilo de 2007, este segundo Cómo leer el diario, que –igual que el anterior– reserva un lugar para el ombudsman, un defensor especializado cuya responsabilidad es “criticar pública y regularmente al diario y responder los reclamos que le sean acercados tanto por los lectores como por las fuentes periodísticas o los protagonistas de la información” y quien “no sólo podrá pedir explicaciones a los redactores del diario para responder las quejas que reciba, sino al propio director del diario”. Claro está que este complemento no libera de errores al medio ni garantiza la ausencia de deslices. Pero la estipulación de un tal compromiso con la ética profesional no parece una cláusula anecdótica. Nueva bocanada de aire fresco.
Es necesario puntualizar, eso sí, que este joven PERFIL termina siendo, más vale, dos diarios. El PERFIL digital, el de la información actualizada y permanente en (cualquier) pantalla, se mete en los intersticios del tráfago semanal con la ubicuidad que concede Internet. Es el PERFIL que se ocupa de las noticias de último momento, de los temas de la actualidad que convocan el interés público sobre “qué está pasando”. El PERFIL de papel, en cambio, se encarna de la morosidad del fin de semana y recupera aquella sinfonía de interpretaciones que le legara su antecesor. Sus
columnas –es bueno señalarlo– son recogidas por el punto com y alojadas en la página virtual durante toda la semana, lo que instala, a su vez, la sensación de mayor permanencia –y preeminencia– que el propio diario parece darles a las ideas ante la volatilidad de la noticia constantemente actualizada.
En suma, se sabe, no ha de afirmarse que PERFIL sea un diario con vocación popular. Su audiencia es más vale un lector algo sofisticado, no atado fuertemente a ninguna postura política. En todo caso, el joven PERFIL se pone en el lugar del perro guardián frente al gobierno actual, como el viejo PERFIL lo hizo frente al de esos tiempos. Y, así como se distancia de Clarín y La Nación por su “contrato” con los lectores “perfilenses” (colectivo que podría ser muy vagamente definido como una burguesía letrada y progresista), se asume como un contrapunto ideológico de las notas más sustanciales de Página/12.
Algo más. No parece vana la elección del lema “Periodismo puro”. Así como en “amigo viejo” el adjetivo opera en función de la descripción, “puro” actúa aquí para calificar no sólo de limpio sino también de irreprochable al periodismo que hace PERFIL.
Y es que, pese a que no pueda decirse que PERFIL sea un diario definitivamente masivo (no al menos en comparación con los dos grandes tanques), ese ideal de pureza resulta necesario en el escenario del periodismo gráfico, en tanto intérprete de un público que busca en este medio un aire fresco.
(Se podría discutir, y esto cabe a la hora de hacer el balance, si PERFIL marca agenda. Probablemente, la respuesta sea negativa: muchos especialistas sostienen que hoy son las redes sociales las que definen de qué habla la audiencia. Se podría conjeturar qué futuro tienen los diarios en papel en tiempos en que las noticias se leen en el teléfono celular.
Probablemente, la respuesta sería desalentadora para las rotativas: las ventas vienen bajando paulatinamente. Se podría indagar sobre muchas otras cuestiones enojosas.
Pero este es un discurso de celebración –de cumpleaños– y parece oportuno dejar esos análisis para otro momento: conviene ahora enfocarse en apagar las velitas).
PERFIL cumple diez años. Por las ideas, por el ideal, por el aire fresco que representa el diario para muchos, la ocasión amerita el festejo. ¡Que este viejo amigo los cumpla muy feliz!
*Doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.