Estamos en el primer tramo del año electoral, y ya se observan curiosos posicionamientos de ciertos medios y periodistas en favor o en contra de uno u otro candidato. Empezó, entonces, la guerra en la que quienes ejercemos este oficio seremos víctimas o victimarios si no elegimos el camino de la ecuanimidad, la honestidad intelectual, la honradez profesional, un máximo de objetividad y un mínimo de postura personal.
No será una opción fácil para unos cuantos que creen que harán historia al fijar posiciones aprovechando su popularidad o respondiendo a los estímulos ideológicos o materiales de los partidos políticos y sus candidatos.
Recuerdo un caso porque lo viví de cerca. Cuando Domingo Cavallo armó su estrategia tendiente a posicionarse como candidato presidencial a mediados de los 90 –era ministro de Economía de Carlos Menem y venía de imponer el “uno a uno” como sistema monetario que haría estallar el país pocos años después–, contrató una agencia de comunicación que armó una campaña basada en los aspectos positivos de su gestión. La agencia contrató a uno de los más influyentes periodistas económicos del momento, a quien pagó suculenta suma por su doble condición de excelente escriba y notorio profesional de un diario de circulación masiva. Los sueños de Cavallo se pulverizaron, como todos sabemos, sin llegar a las elecciones del ’99 con posibilidades. El periodista de marras nunca recuperó su prestigio. Sólo le quedó, de ese salto al otro lado del cerco, una bella camioneta 4x4 y –tal vez– ciertos recuerdos de los buenos viejos tiempos, cuando aún no había entregado su alma (si ésta existiera, aclaro).
Este ombudsman cree interpretar a los lectores de PERFIL y compartir con ellos una demanda a quienes conducen, editan, escriben estas páginas: que guarden particular cuidado con no entregarse a la fácil elección de un candidato, por más proclives que se sientan a apoyar determinadas campañas. No será jugando a favor de Scioli, o Macri, o Stolbizer, o Sanz, o Cobos, o Randazzo, o Massa –o quien quiera que sea el objeto de sus amores– que cumplirán con uno de los fundamentos de esta profesión: la búsqueda de verdades, la revelación de lo oculto, la entrega a los lectores de la mejor y más centrada información.
Más peligros hay, aún, en tiempos como el actual, cuando se percibe una cierta farandulización de la política, que bien definió la creadora del sitio RRPPnet (www.rrppnet.com.ar/campaniapolitica.htm), Natalia Martínez: “En otros tiempos, la política eran las ideas. Hoy son las personas o más bien los personajes. La consecuencia directa de tal personificación sería la ‘vedettización’ de los políticos y la creación del ‘Estado-espectáculo’”. Si las acciones de campaña tienden a lo epidérmico y los periodistas caen en la trampa de aceptarlo, los destinatarios de su trabajo (lectores, oyentes, televidentes, usuarios de internet) serán defraudados y no se cumplirá con la misión clave de este oficio: llevarles a ellos lo mejor y más completo de nuestros esfuerzos para que lleguen a una elección acertada y responsable.
No será posible lograrlo reproduciendo de manera acrítica lo que los jefes de prensa en campaña nos ofrecen, sean textos, programas, declaraciones, entrevistas en on y off, exclusivas, viajes, datos favorables a sus candidatos o desfavorables para la otra vereda. El periodista español Jorge Francés fue muy enfático en su blog: “Las campañas electorales suman todas las prácticas de atentado contra el periodismo, todas las artimañas para restar su criterio y neutralizar cualquier desviación del mensaje y la imagen que se busca proyectar”.
No es una exageración: cada jefe de campaña intentará, nos guste o no a los que ejercemos este oficio, que el agua para su molino deje sin líquido al molino contrario, sin vacilar en el empleo de los recursos más espurios, de las acciones más degradantes. House of Cards no es sólo una serie; es un didáctico, feroz, ensayo sobre el tema.
Hay que estar atento contra eso. Y responder con las buenas armas del buen periodismo. Intentaré sintetizar, en tan breve espacio, algunas conductas esperables en PERFIL, ya advertidas por otros:
◆ No aceptar la censura (del medio, de los poderes) y escapar a la autocensura.
◆ Llevar al lector la más completa y veraz información sobre el candidato, su historia, su tránsito por la política.
◆ No aceptar como ciertas las propuestas y proyectos sin investigar su veracidad. Ante cualquier dato aportado, chequear y rechequear enfatizando su veracidad o la ausencia de ella.
◆ Presentar cada encuesta con su ficha técnica y ser certero: no es lo mismo decir que el 80% del país apoya a un candidato que indicar que es el 80% de los encuestados. Nadie obliga a sobreactuar.
Y hay más, claro. Prometo seguir con el tema en futuras entregas.