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Personajes desesperados

Anoten este nombre: Kjell Askildsen. No sólo porque resulta complicado de pronunciar, sino porque es más que probable que este año se hable y escriba mucho de él en la Argentina.

Tomas150
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Anoten este nombre: Kjell Askildsen. No sólo porque resulta complicado de pronunciar, sino porque es más que probable que este año se hable y escriba mucho de él en la Argentina. Askildsen es uno de los varios autores nórdicos cuyos libros llegarán al país de la mano de la editorial Lengua de Trapo. Nació en Mandal, Noruega, en 1929, y si bien publicó un puñado de novelas es, fundamentalmente, un cuentista de tramas despojadas, frías, con personajes siempre al filo del abismo, algo que aparece de manera recurrente en el cine nórdico pero no tanto en su literatura (o al menos en la literatura que llega a las librerías argentinas). Por supuesto, como cada vez que aparece un escritor de historias breves en las que hay duelos, silencio, soledad, parejas que se miran y no se reconocen y matrimonios en ruinas, surgen las automáticas comparaciones con Ernest Hemingway, con Raymond Carver, con Franz Kafka. Pero Askildsen, que ha traducido a su lengua a Agust Strindberg, a Samuel Beckett y a Harold Pinter, sólo reconoce de ese grupo la influencia de Hemingway, al que suma a Alain Robbe-Grillet y Claude Simon, y odia que utilicen el término minimalismo para describir su trabajo.

Askildsen no es muy dado a las entrevistas, pero en una de las pocas que concedió cuando sus libros comenzaron a editarse en España, a comienzos de esta década, declaró que lo que más le interesa a la hora de abordar un texto es su forma, y que ése es su único desvelo a la hora de seducir al lector: “Conseguir que el lector muerda el anzuelo es un proyecto artístico. El cometido del autor es hacer leer al lector, no tiene derecho a esperar algo de él. Si consigues que muerda el anzuelo, también hay que subir el pez del agua. Y entonces mi intención es que el lector en cierta manera sea sinónimo del pez que llega a tierra y se queda coleando y que no necesariamente se lo pase muy bien. Yo deseo crear desasosiego. No me gusta un relato que no crea desasosiego”.

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En algún momento cayó en mis manos el primer libro traducido al español de Askildsen, Un vasto y desierto paisaje. Son siete cuentos en apenas cien páginas, entre los cuales hay dos de factura notable, el que abre el volumen (No soy así, no soy así) y el que lo cierra (Un vasto y desierto paisaje). En el primero, el protagonista visita a su hermana, que muere enfrente de él en medio de una conversación; en el otro, un hombre que acaba de perder a su mujer en un accidente automovilístico sufre los cuidados de su madre (que acaba de descubrir que su marido la engaña), mientras deja crecer su deseo por su hermana. La prosa y la imaginación de Askildsen se llevan demasiado bien con la sordidez, con lo prohibido, con lo nefando (todo lo que necesita de una voz y del desarrollo de un ambiente para funcionar), y es por eso que cuando intenta transitar otros caminos, como el del absurdo, o tienden en extremo a la brevedad y la elipsis, no siempre logra salir airoso.

A mediados de mayo, buena parte de sus relatos serán distribuidos en América latina en un solo tomo, bajo el título de Cuentos reunidos (los de los libros Los perros de Tesalónica, Un vasto y desierto paisaje, Ultimas notas de Thomas F. para la humanidad y Un súbito pensamiento liberador). Y vienen compilados, ordenados y prologados nada menos que por otro enorme cuentista: Rodolfo Fogwill.