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Panorama economico // el fin del kirchnersianismo

Plan B para Cristina se busca, intermediarios abstenerse

A la Argentina nunca le fue mal con precios de los commodities agrícolas elevados y dólar débil respecto del resto de las monedas. Por el contrario, las crisis argentinas siempre estuvieron asociadas a caídas de los precios de los commodities y un dólar fuerte.

Szewach
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A la Argentina nunca le fue mal con precios de los commodities agrícolas elevados y dólar débil respecto del resto de las monedas. Por el contrario, las crisis argentinas siempre estuvieron asociadas a caídas de los precios de los commodities y un dólar fuerte.
Los últimos años se caracterizaron por presentar un escenario internacional muy favorable, los commodities en valores récord y, como contracara, un dólar fuertemente devaluado. El llamado “viento a favor”.
Frente este viento a favor, los exportadores de commodities se vieron ante la encrucijada de trasladar totalmente esa bonanza al gasto interno, creciendo muy fuerte, aun a costa de generar fuertes presiones inflacionarias. O “ahorrar” parte de esa mejora, revaluando sus propias monedas, cancelando deudas, y/o generando “fondos anticíclicos” por las dudas.
La Argentina, obviamente, formó parte del primer grupo. Más aún, el “kirchnersianismo” exageró esa política, aprovechando la gran capacidad ociosa y el alto desempleo dejados por la crisis de finales del siglo pasado y principios de éste.
El resultado, tasas de crecimiento bien por encima del promedio de la región. Pero, a medida que nos acercábamos al pleno empleo, sin un crecimiento extraordinario de la oferta, la inflación comenzó a mostrar sus letales efectos. 

El plan. El “programa antiinflacionario” se basó en destruir el INDEC, con el absurdo objetivo de “frenar las expectativas” mintiendo en la tasa de inflación, y en una maraña de subsidios, en especial a la energía y el transporte, financiados con impuestos a la exportación.
El manejo de expectativas fracasó –cada vez que se informa la tasa de inflación oficial, la gente, en lugar de aliviarse, se burla– y la maraña de subsidios ha generado, por un lado, una fuerte distorsión de precios relativos, excesos de demanda e incertidumbre sobre los precios futuros. Y, por el otro, un gran desaliento a la producción de combustibles y energía y de algunos alimentos, dado que los subsidios están diseñados para alentar la demanda, y bajar la rentabilidad de los productores.
El resultado, crecimiento “chino” con altísima inflación, y serios problemas de oferta energética, compensados con importaciones, financiadas, insisto, con impuestos a la exportación.
Llegados al pleno empleo, la producción ya no puede crecer al mismo ritmo y la expansión del gasto se traduce en más importaciones y en más inflación.   Seguir por este camino sólo es posible si los precios internacionales de nuestras exportaciones siguen creciendo y permiten financiar tanto las importaciones (oferta de dólares) como los subsidios crecientes (pesos obtenidos de las retenciones).
Aun así, como no todo se puede importar, la inflación de los servicios seguiría creciendo, hasta espiralizarse.
Pero sucede, además, que el pronóstico más probable es que los precios de los commodities no sigan creciendo, al menos al ritmo de los últimos meses.
De manera que esta “cadena de la felicidad” que había logrado el Gobierno –aumento de las exportaciones, aumento de la demanda, aumento de la recaudación de impuestos, aumento del gasto, aumento de las importaciones, aumento de los subsidios– no sólo se rompe por “aumento de la inflación”, sino que se destruye, eventualmente, porque los precios internacionales dejan de crecer al ritmo que necesitamos.
El “kirchnersianismo”, entonces, está agotado, o en camino a, porque las condiciones para que siga siendo viable se han terminado, desde el punto de vista interno, o podrían terminarse si el nuevo escenario internacional se confirma.
Es probable que vivamos un “veranito en invierno”, porque parte de la “soja reprimida” se convertirá en pesos circulando. Pero ese veranito, precisamente, sólo puede acelerar los síntomas de recalentamiento de esta economía.
Con este panorama, se necesita, urgente, un nuevo plan que priorice el problema inflacionario, desmantele, de a poco, la maraña de subsidios y envíe señales para retomar la inversión en sectores clave. Se puede, pero hay que apurarse.

Paradojas. Unas últimas líneas respecto de una “curiosidad”. Durante toda la semana, la Presidenta, el ex jefe de Gabinete y el nuevo jefe de Gabinete insistieron en hacer referencia a la “crisis global de los alimentos”. ¿Se imaginan a un jeque árabe quejándose por la “crisis global de los precios del petróleo”?
La crisis de los alimentos era un problema para los pobres importadores de alimentos, no para los afortunados productores. Para el mundo, la Argentina era parte de la solución. Pero nosotros, sacrificadamente, decidimos ser parte del problema.
Sin embargo, si los pronósticos sobre el precio de los commodities se confirman, dentro de unos meses, tendremos a la Presidenta, al jefe de
Gabinete y al resto del oficialismo explicándonos el drama de “la baja global de los precios de los alimentos”. Paradojas argentinas.