El domingo pasado en PERFIL, en la sección 50/50, Connie Clark, líder del Departamento de Logística de Kimberley-Clark Latinoamérica, escribe una nota: “El anticuado ‘techo de cristal’ y la equidad de género en las empresas”. Señala que, si bien el Banco Mundial reconoce que una participación mayor de mujeres en cargos directivos en las empresas aportaría a un aumento de más del 30% en el PBI en la región, esto no ocurre.
La pregunta es: ¿por qué no aumenta la cantidad de mujeres en posiciones de liderazgo en las empresas? La respuesta la da la autora de la nota en base a datos de la experiencia en su empresa, donde aplicaron programas focalizados en el aumento de la participación de mujeres capacitándolas y, dándoles oportunidades, en tres años pasaron de tener un 19% de mujeres en posiciones de liderazgo en 2019 a un 24% en 2021.
¿Podemos decir, en base a esta experiencia, que el “techo de cristal” es anticuado? ¿O que ya es algo que pasó a la historia? Lamentablemente, no. Incluso en la misma nota se informa una encuesta MICS realizada por segunda vez por Unicef en la que las mujeres madres expresaron tres motivos por los cuales las tareas en la casa se les hacen más complejas en tiempo de pandemia. Un 35% respondió que esto se debe al aumento de las tareas de limpieza, el 28% al cuidado de los niños y el 22% a la ayuda a sus hijos/hijas para la realización de las tareas escolares.
Mercado laboral y pobreza, una mirada desde el género
Esto indica cómo la pandemia permitió visualizar la sobrecarga que viven en general las mujeres por las tareas de cuidados no remunerados que desempeñan y que es algo que, con la pandemia, a pesar de estar todos los integrantes de la familia en las casas, las mujeres siguieron siendo en las que principalmente recaían estas tareas. Para cambiar esto se requiere adoptar políticas de apoyo a las tareas de cuidados que ayuden no solo a las mujeres, sino a toda la familia pero que, por la habitual concentración en las mujeres, será a las que más beneficiarán. Esto no nos exime de plantear la necesidad de cambiar la distribución de las tareas de cuidados entre mujeres y hombres, Algo fundamental para lograr la equidad de género. Algo que también es extensivo a los ámbitos de trabajo. Con cuánta frecuencia son las mujeres las que ordenan y limpian la sala al terminar una reunión, realizan tanto tareas de limpieza como de atención al bienestar en el ámbito laboral, como preparar café, recoger los papeles, platos, tazas y otros elementos. Estos pequeños actos, conocidos como micromachismos, son los que menos atendemos y en los que se refleja en qué medida estamos distribuyendo las responsabilidades entre unos y otras.
En la reciente reunión de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer realizada en Naciones Unidas, en Nueva York, este fue un tema del que se habló y hubo varias sesiones dedicadas a él. En marzo de 2021, al terminar el Foro Generación Igualdad en México, se constituyó la Alianza para las Actividades de Cuidados, que firmaron y acompañan distintos países del mundo, liderada por el gobierno de México y en la que participan organizaciones no gubernamentales, empresas privadas y entidades filantrópicas. Argentina integra esta alianza y ha iniciado el estudio para promover estas políticas a través de leyes que las garanticen. Sin embargo, aún no se han concretado y menos aún se han incorporado acciones para el cambio cultural sobre la distribución de las tareas de cuidados entre mujeres y varones.
Para lograr esto, la educación formal tiene un papel importante, que está asociado a la Educación Sexual Integral, pero como no se logra su plena implementación tampoco se efectiviza esta. Otro actor clave son los medios de comunicación, en esto estamos aún más lejos de brindar una imagen igualitaria que promueva el cambio de la asignación de los cuidados a unos y otras. Cubrir esa asignatura pendiente es fundamental.