COLUMNISTAS
opinión

Póker, segunda parte

La película no es buena y fue un fracaso en el estreno, pero se convirtió en un film de culto.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

El domingo pasado se me ocurrió hablar aquí de póker a raíz de un libro de la ruso-americana Maria Konnikova en el que se nos advertía que cuando más grande es su ignorancia, menos conciencia tiene de ella el jugador. Lo mismo vale para el columnista que escribe sobre un tema sabiendo poquísimo y cree que con eso alcanza. Yo no sabía nada sobre el póker el domingo pasado y tampoco sé nada ahora, pero me quedé enganchado con el tema y vi tres películas que me esclarecieron un poco.

Rounders (1998) está considerada la mejor película de póker de la historia. La protagoniza Matt Damon acompañado entre otros, por John Malkovich, Edward Norton, John Turturro y Martin Landau en una recorrida por el mundo del póker neoyorquino a partir de la historia de un estudiante de derecho, cuya verdadera vocación es ser un jugador profesional. Una vez más se plantea aquí el problema de la respetabilidad del que se gana honestamente la vida timbeando y la película muestra también la diferencia entre el trabajador calificado y honesto por oposición al ludópata, que apuesta en campos que solo dependen de la suerte o al psicópata que quiere ganar haciendo trampa. La película no es buena y fue un fracaso en el estreno (ambas cosas no están relacionadas), pero se convirtió en un film de culto, en una referencia y en un impulso para jugar al póker.

Del impacto de Rounders habla un documental que se llama All in: the Poker Movie (2009), en el que se consi-deran otras dos causas del renacimiento del póker en este siglo después de haber quedado arrumbado como un pasatiempo doméstico o un asunto de viejos tahúres. Una fue la transmisión de las partidas como si fueran un deporte gracias a que Henry Orenstein, un sobreviviente de los campos de concentración, se dio cuenta de que había que mostrar las cartas de todos los jugadores, para lo que tuvo que vencer la resistencia inicial de los que temían revelar sus secretos. La otra fue el juego online (un furor que hoy se atenuó al estar prohibido en la mayoría de los puritanos estados americanos), que abrió una infinidad de posibilidades aunque hizo inútil la habilidad para leer las señas inconscientes de los jugadores que revelan si tienen una buena mano. 

La tercera película es la mejor, se llama Nosebleed (2014) y se puede ver en Youtube. Sigue a Alex Luneau y Sebastian Sabic, dos veinteañeros franceses que se hicieron millonarios en tres años con el póker en línea y deciden tomarse un descanso para jugar los torneos de la Serie Mundial de Las Vegas, una modalidad de juego más glamorosa, pero menos productiva que las partidas en la computadora. Los dos amigos se asociaron para esquilmar a los ricos que creen jugar mejor de lo que juegan. Lo notable es que estos millonarios prematuros son dos pibes simpáticos y relativamente modestos, que disfrutan de jugar y de poder pagarse los mejores hoteles o los mejores restaurantes. Se nota que Alex es un gran talento, mientras que Sebastien tiene otras metas y es un tipo reflexivo, capaz de esta conclusión sobre el mundo en el que está sumergido: “ser un jugador de grandes apuestas se parece a ser un empresario audaz y todavía más a ser un atleta de alta competencia. En el fondo, el póker es como una maratón y no tiene nada de artístico.” Éste fue el informe semanal sobre póker.