El martes pasado me tropecé en Bruselas y creí que me había quebrado el tobillo. Tuve que llamar al médico del servicio de emergencias que había contratado: diagnosticó un desplazamiento que no requería de otro tratamiento que una venda elástica, analgésicos y una pomada desinflamatoria. Mientras reposaba y juntaba comprobantes para el reintegro, seguía las burbujas que llegaban desde Buenos Aires.
En una pompa de jabón, la Sra. Fernández se refería a los saqueos como un complot y un sabotaje a los festejos de la democracia; en otra pompa, los cantantes subsidiados por el Estado Nacional (y que por si mismos son incapaces de vender ni un disco) festejaban a voz en cuello sus honorarios; en otra pompa, mi mamá me informaba que hace dos días que estaba sin suministro eléctrico; en otra, unos vecinos de una de las provincias donde la policía estaba acuartelada, habían tomado las armas para defenderse y, en otra, los trabajadores de la salud también reclamaban aumentos.
La más desagradable fue una pompa blindada que me reventó en la cara para que yo comprendiera que el Sr. Cristóbal López habia sido beneficiado por una condonación de deuda de miles de millones de pesos. El 35 % adicional que me cuestan mis medicamentos en Europa irán a cubrir el desequilibrio fiscal producido por esa condonación (y la exención a futuro) que graciosamente se le otorga a un empresario del juego, para que pueda comprar canales de televisión que celebren al más cinico gobierno en treinta años de democracia.