Tenemos que poner los ojos sobre la Anses: por su propia importancia y por el uso que le está dando el Gobierno como fuente de financiamiento del déficit fiscal.
La importancia de la Anses aumentó en los últimos años por tres cuestiones. Una es la magnitud del flujo anual de recursos que administra. El gasto total de la Anses representa cerca del 40% del gasto total de la administración central, y llegó en 2012 a 11,2% del PBI, duplicando el valor de hace una década. Este aumento se debe principalmente a la moratoria jubilatoria, que sumó 2,5 millones de jubilados y aumentó el gasto en 2,5% del PBI y 35% del gasto previsional total entre 2006 y 2011, y al aumento en las transferencias, debido especialmente a la incorporación de la asignación universal por hijo, que implica un gasto anual de 0,5% del PBI.
La segunda razón es que la Anses administra el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS), un fondo destinado a sostener el sistema en el largo plazo, ya que el envejecimiento de la población hace caer la relación futura entre aportantes (trabajadores) y jubilados. El Fondo asciende a 330 mil millones de pesos y se compone principalmente de títulos públicos (66%). Además, posee importantes paquetes accionarios, lo que le permite ser un inversor importante en la mayoría de las principales empresas del país y ubicar un representante del Estado en esos directorios, lo que posibilita generar presión al sector privado. Poner la lupa sobre el criterio de inversión del FGS es una tarea fundamental y concreta para proteger la salud del sistema previsional a largo plazo.
Finalmente, quizás lo más importante en el corto plazo es la función de asistencia al Tesoro que adquirió la Anses en los últimos años. En este sentido, lo que viene en los próximos meses es un aumento en el financiamiento del gasto corriente del Estado con fondos de la Anses, que deberían usarse para preservar la salud del sistema jubilatorio de las próximas décadas.
En junio de este año se aceleró el gasto público: aumentó 56% anual. El problema es que los ingresos genuinos, tributarios, aumentaron sólo 43%. El Tesoro requirió en junio asistencia de la Anses y del Banco Central por 23.800 millones de pesos, el peor resultado fiscal desde 1989.
Lamentablemente, la economía no va a mejorar en el próximo año: nos espera más emisión monetaria para financiar el déficit, que se traducirá en un dólar más alto, mayor inflación y menor poder de compra. No hay manera de saber si se va a acomodar el frente de los holdouts, pero es evidente que el Gobierno va a seguir metiendo la mano en la Anses para financiar gasto corriente, y lo va a hacer cada vez con más intensidad.
Usar plata de la Anses para financiar el gasto es una política que viene creciendo de manera sostenida. En 2008, el Gobierno destinó 0,1% del PBI (842 millones de pesos) del Anses al Tesoro; en 2013, esa cifra ya había llegado a 0,9% del PBI (17.477 millones de pesos) en 2013.
El truco del kirchnerismo con la Anses es hacer pasar inadvertido su peso en los números del Estado. Pero la Anses gasta 40% del presupuesto nacional, administra ese enorme fondo de inversión y es cada vez más importante para financiar al Gobierno. Ocultarlo se parece cada vez más a un elefante escondido detrás de una flor. Por eso, conviene controlar y hacer visible la gestión del Gobierno sobre la Anses. Diciembre de 2015 queda a 15 meses de distancia, y cuando hay voluntad de gasto, la plata se va a la velocidad del rayo.
*Director ejecutivo de Fundación Pensar.