El método, extraordinario por donde se lo mire, es así: todos los actores escupen en el mismo tachito y luego se manda a analizar al laboratorio esa muestra colectiva. Se paga una vez sola; es un solo testeo. Y si da positivo, es que alguno de la compañía tenía covid, por lo cual los ensayos se suspenden. Si da negativo: dale que va, siguen trabajando. Es un pool de baba y se está usando en compañías independientes de Berlín (si he de creer en lo que me cuentan) como una manera de reducir los gastos operativos de lidiar con aquello que los laboratorios han asumido como el negocio del siglo.
¿Cuánto cuesta un test de antígenos? Solo la ola lo sabe. Allá se venden en farmacias y supermercados y el precio oscila según la oferta y la demanda. Sube a 11 euros cuando la cosa está álgida, pero puede bajar y ofertarse hasta por 3 euros cuando los casos disminuyen. Entonces, ¿cuánto cuesta realmente el plastiquito, las rayitas, la caja, la expectativa de vida? Esto era la nueva normalidad, entre otros asuntos.
La metáfora es interesante. Por supuesto que lo que más me inquieta de esta práctica (una de economía de recursos) es que ante el resultado positivo no sabemos quién es le contagiade. Hasta allí, la enfermedad es grupal (social) y no individual. Pero, ¿no es así también en el mundo real y fuera de esta triquiñuela de artistas desesperados? La vacunación también es social y no individual, de allí que toda postura antivacuna (más allá de los motivos esgrimidos, que son variopintos) resulte socialmente condenable e individualmente vaya ligada a una serie de valores y pensamientos de sálvese quien pueda que parecen estar trazados con abrumadora precisión neoliberal.
Pero no quería hablar de eso, sino de lo otro: las maneras teatrales de hacer economía, eso que me sigue sorprendiendo y atando con un lazo invisible a la actividad (hoy algo entumecida) del viejo teatro. A diferencia del guion de cine (donde la expansión de producción es la norma constructiva), el teatro brilla en su capacidad de aplicar economía donde otros gozarían despilfarro.
El teatro se topa con un asunto equis y en vez de expandirlo en ejemplos, lo contrae, lo codifica, lo deshidrata, lo apelmaza en un tropo expansible en la cabeza (metonimia, casi siempre; metáfora, si se puede) y maximiza los beneficios minimizando los recursos, que es la definición de economía que aprendimos en el CBC.
Brindo con una copa limpia por estas compañías en Berlín que aún le buscan la vuelta al esquivo coso.