En las redes sociales circuló mucho la idea de que 2016 fue un año en que creció desaforadamente el número de muertos de personas famosas. Ocurrió sobre todo por las emociones que generaron las muertes de varios músicos –Leonard Cohen, David Bowie, Prince, George Michael, Glenn Frey–, cuya fama tiene que ver con un mundo creador de emociones. Pero en general es verdad que en 2016 la muerte de personajes célebres en el mundo occidental creció. Hace pocos días murió Carrie Fisher. Y escribo esto faltando cuatro días para que termine el año. Creo que hay varias explicaciones.
La percepción y la conmoción aumentaron con internet y las redes sociales. Hace solamente diez años la participación y la permanencia de las noticias y de los lutos pasaban por menos canales y se “vivían” con más rapidez. Hoy la muerte de un personaje famoso nos llega por tantas vías al mismo tiempo que incluso nombres que no recordábamos o que ignorábamos –en muchos casos nombres de personajes que creíamos muertos hace mucho tiempo, en cuyo caso el luto ya había tenido lugar– se vuelven rápidamente familiares, porque en un sistema de comunicación en el que participar se vuelve una prioridad su fama es reconstruida por todos con rapidez. Por lo tanto comencemos diciendo que hoy en día nos damos más cuenta de los personajes públicos que mueren y registramos eso con mayor profundidad.
También conocemos más personas famosas, siempre gracias a internet. La cantidad enorme de información que recibimos sobre cualquier cosa implica también que sabemos muchas más cosas de muchos personajes, cosas y personajes que en otro tiempo se nos habrían escapado. Porque internet le da fama a muchas más personas.
A comienzos de los años 60 del siglo pasado la población mundial creció como nunca en su historia –pero esa aceleración había comenzado en 1920. La población de los Estados Unidos –de donde provienen la mayoría de las celebridades contemporáneas– aumentó más del 50% en treinta años, entre 1930 y 1960. Las personas que nacieron en esas décadas hoy tienen entre 56 y 86 años.
Pero hay más. Los años 60 y 70 del siglo pasado dieron lugar al nacimiento del fenómeno de las celebridades. Los “famosos” en tantos campos –música, deporte, cine, política, cultura, ciencia– se volvieron un tema central de la información mundial. Volviendo al caso de la música, los cantantes y músicos famosos en todo el mundo en los años 50 eran relativamente pocos, y su fama alcanzaba solamente moderados sectores de la población. Desde los años 60 y 70 en adelante esos pocos pasaron a ser muchos (el comentario de John Lennon: “Los Beatles son más populares que Jesús” data de 1966 y hubiese sido impensable décadas antes, aún cuando Los Beatles hubiesen existido). Hoy son ancianas una cantidad de celebridades como el mundo nunca antes conoció, que saltaron a la fama mundial hace cincuenta o sesenta años, cuando tenían entre 20 y 30 años (la BBC reconoció haber publicado este año más necrológicas que nunca. Nosotros mismos, aquí, tenemos la misma impresión). En los próximos años seguirá muriendo mucha gente famosa, por la sencilla razón de que hay muchas más personas famosas ancianas que antes.
Gran parte de los directores, vicedirectores y editores de noticieros y diarios online y en papel tienen más de 50 años, por lo tanto enfatizan hechos y personajes conectados a su formación cultural y a la de su público. De hecho para los menores de treinta años éste no fue un año particular por la muerte de celebridades: sus celebridades son jóvenes y están vivas.
Prepárense, porque 2017 va a ser peor.