En las pasadas semanas, dos integrantes del staff ejecutivo de la redacción de este diario me dirigieron mensajes en los que se quejaban por mi ya crónica actitud de crítica ante algunas acciones u omisiones que los involucran y –éste es el punto central– afectan claramente el derecho de los lectores a una información veraz, clara, con los atributos del buen ejercicio periodístico.
En ambos casos, mi respuesta fue la misma: aunque la calidad habitual de lo que se escribe y edita es elevada –por encima del promedio de los medios gráficos en la Argentina–, la función del ombudsman no es elogiar (aunque muchas veces lo hago tangencialmente para destacar algún material que supera la media de excelencia), sino marcar dónde están los errores y proponer caminos para subsanarlos y evitar su reiteración.
Dediqué mi columna de la semana pasada a las imprecisiones en una nota de la sección Política, relacionada con la tensa relación entre el Poder Ejecutivo y algunos miembros del Poder Judicial, más específicamente magistrados federales que tienen en sus manos causas que afectan o pueden afectar a conspicuos miembros del Gobierno, de la Presidenta hacia abajo.
Ayer, el mismo autor de este artículo (que fue mencionado en la tapa) volvió sobre el tema con una vuelta de tuerca: se afirmaba en la nota que “jueces y legisladores quieren reabrir las causas judiciales por el patrimonio de CFK”. El comienzo de la nota reincide en la falta de precisión: habla de “un juez de ojos claros” y de la “embestida que encabezan varios de los magistrados de los tribunales de Comodoro Py”. Lo interesante del material –salvando estas ambigüedades– es la información de que al menos tres sectores de la oposición intentan reabrir causas ya cerradas aduciendo “cosa juzgada írrita o fraudulenta”, una figura bastante usual en recursos del fuero civil, no siempre aceptados por los tribunales de alzada. Hubiese sido un complemento interesante consultar a especialistas en Derecho Penal sobre la viabilidad de estas probables acciones para brindar al lector mayor y más claro acceso a un tema árido y específico.
Argumentos. Para una mejor comprensión de las razones que llevan a este ombudsman a expresar su desacuerdo con relación a contenidos (no siempre conceptuales pero sí sobre el buen ejercicio del oficio periodístico), quisiera transmitir hacia dentro de la redacción y hacia los lectores algunos fundamentos que no me son propios, pero hacen a la cuestión y comparto plenamente.
Germán Rey fue Defensor del Lector en El Tiempo de Bogotá y maestro consejero en la Fundación Nuevo Periodismo, creada por Gabriel García Márquez y motorizada por Tomás Eloy Martínez. Rey escribió en un trabajo para la Universidad Nacional de Bogotá: “El Defensor del Lector es un lector de lectores. Porque finalmente su tarea se debe a ellos, múltiples y diversos, actores también de una sociedad que intenta nuevas formas de participación. (...)
Es también un mediador entre los ciudadanos y el medio (y) por ello, su acción se despliega sobre la redacción de los periódicos mostrando vacíos, señalando distorsiones, aclarando dudas.
Pero también se expande sobre la ciudadanía, revelando las complejidades del oficio periodístico, los encuentros y desencuentros entre lectores y medios. El Defensor del Lector es alguien que actúa críticamente sobre la información producida y se cuida celosamente de no interferir en los procesos de elaboración informativa en que la responsabilidad recae sobre directivos, editores y periodistas. (...) El Defensor está ahí para que pasen cosas y no para que a través de él o ella se legitimen intereses. La eficiencia del oficio probablemente esté en el mediano plazo y obviamente depende de la voluntad de cambio de directivos, editores y periodistas”.
Al despedirse de su función como ombudsman de El País de Madrid, Tomàs Delclós escribió hace un par de meses: “El ejercicio del buen periodismo, al margen del impacto de las nuevas plataformas tecnológicas, tiene unas recetas claras y existen desde hace tiempo. Nada justifica su debilitamiento. Si el periodismo está bajo sospecha, es porque no se aplican siempre debidamente. (...) Los periodistas necesitamos incrementar la reflexión sobre nuestra propia práctica más allá de recetas engañosamente fáciles”.
Tan simple como eso.