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mezclas

Postal con edificio

¿Qué tiene Mar del Plata, tan triste y tan inevitable? Vuelvo del Festival de Cine, confundido. No hay mucho que decir de la competencia: se presenta un puñado de películas, sólo algunas ganarán algún premio.

Rafaelspregelburd150
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¿Qué tiene Mar del Plata, tan triste y tan inevitable? Vuelvo del Festival de Cine, confundido. No hay mucho que decir de la competencia: se presenta un puñado de películas, sólo algunas ganarán algún premio. Listo. Es una grosera carrera de musas. Pero las musas, como se sabe, son reacias a estos franeleos. Con genuina curiosidad, fui a ver otras películas que competían con una en la que actué, y me acosó la paranoia de la taxonomía: ver en lo otro lo propio, lo similar. No pude disfrutar mucho. Lo que me gustaba en estas películas podía ser aquello que le arrebatara el dulce a la nuestra. Así no vale la pena ir al cine. Mejor es el casino, donde se gana y se pierde por más honrado azar. La próxima vez me evitaré el mal trago y veré sólo cosas rusas o iraníes. Igual ganamos.

Mar del Plata tiene la mítica cualidad de –siendo siempre igual– mutar en mi alma. De chico, mis vacaciones eran en el camping Luna Roja de Chapadmalal, pero algunas tías (a las que suponía ricas) gozaban de Mar del Plata como si de verdad se tratara de Biarritz. Esta Mar del Plata de las tías es grasa y glamorosa. El verano es un plato volador que aterriza para transformarlo todo. Una pizzería promociona la pizza en cono. Es una suerte de kebab de pizza, un enchastre. Pero la pizza sólo se vuelve cono cuando llega el verano. El resto del año es pizza.

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Vi películas formidables, como Cold Souls, con un Paul Giamatti que hiela la sangre, y la última irreverencia de Todd Solondz: Life Turing Wartime, o una aventura de Pablo Stoll (Hiroshima) que ofrece una mezcla explosiva: punk y Uruguay. Pero pese a la alta calidad de las películas (en competencia y fuera de ella), el verdadero evento marplatense insiste en querer armarse alrededor de baratijas e insensateces. Divos y divas de la tele (¿por qué?) son invitados a no hacer nada, hay secciones absurdas (como la de grandes películas taquilleras del año, que se pueden ver en cualquier shopping), y hay punteros peronistas ocupando las primeras filas de la ceremonia. En fin, esa mezcla de contradicciones que –desde la infancia– para mí siempre se ha llamado Mar del Plata. Irresistible. Inaccesible.