El que recorra seminarios, empresas, eventos o simples encuentros sociales, puede enumerar una serie de preguntas que allí se formulan. Interminable la avidez observada desde que se conocieron las listas de candidatos para las elecciones legislativas. Vale la pena estampar esos interrogantes y algunas respuestas.
1) ¿Qué pasa si la Presidenta triunfa en octubre? ¿Y si pierde?
Nadie imagina alteraciones a la política general del Gobierno en cualquiera de los dos escenarios (este diagnóstico podría modificarse si el oficialismo arrasara o fuera arrasado). En el caso de vencer, y a pesar de que no le alcance para hacerse reelegir, se conjetura que Cristina fortalecerá el sentido de su proyecto, podría inclusive radicalizarse más con el “vamos por todo”. A conquistar nuevas tierras. Si perdiera, la opción es la misma: imponer sus criterios sería fundamental para dejar una marca establecida en la historia, con el agravante de que en dos años está obligada a ejecutar lo que imagina para una década. No solo requiere un sello indeleble, también cristalizar un núcleo político que defienda su gestión y eventualmente la proteja. Perderá tierra en un éxodo forzado, pero no las dejará fácilmente cultivables.
2) ¿Hablará y se definirá en temas complejos Sergio Massa?
Por el momento, se supone que aparecerá en televisión en programas de hibridez periodística, tipo Susana Giménez. Como suele ocurrir, mantendrá el statu quo mientras las encuestas (como hasta ahora) le concedan un handicap a su favor. No olvidar que, para él, estos comicios representan un desafío presidencial más que una contienda legislativa.
3) ¿Modificará hábitos Cristina de aquí a octubre?
Nadie precisa aún si el uso y abuso del tuit la favorece. Habrá que esperar sondeos. No obstante, debido al balance poco exitoso de los últimos meses, se sospecha una revisión de la política comunicacional, mayor protagonismo de la mandataria inclusive en rubros que hasta ahora detestaba (conferencias de prensa, quizás). Aunque las elecciones son de medio término, para Ella se trata de una apuesta presidencial, sea por la fantasía de la re-reelección o el sosiego necesario para el mandato que le queda.
4) ¿Cuál es la situación futura de Daniel Scioli?
Hay cierta unanimidad en torno a una desfiguración de su proyecto presidencial, a pesar de que no descendió ostensiblemente en las encuestas luego del desenlace poco feliz que tuvo la construcción de listas. Lo que viene no se anticipa mejor: si gana el oficialismo en Buenos Aires, la victoria se trasladará a Cristina; y si pierde, seguramente la responsabilidad se la endosarán al gobernador. En política, sin embargo, este jaque mate tan previsible a veces cuesta consumarlo.
5) Al lote ya conocido de candidatos presidenciales, ¿a partir de octubre se podrá sumar algún otro relevante?
Salvo Massa, no se agregan nuevos postulantes por ahora. tal vez Hermes Binner refrende sus títulos y, si llegara a triunfar Oscar Aguad en Córdoba, se inscribirá luego en un trío radical junto a Cobos y Sanz. La incógnita persiste en el kirchnerismo: ninguno por su propia cuenta parece en condiciones de perfilarse. En principio, requiere de la bendición de Cristina, a menos que en estas legislativas se demuestre que este apoyo es más una carga que un envión.
6) ¿Hasta dónde trepará el conflicto con la Corte Suprema?
Carece de límites, es parte de la campaña y del nutriente oficialista (como la batalla contra el Grupo Clarín). Resta saber el propósito que encierra quitarle al organismo el señorío sobre la constitucionalidad de las normas (para trasladarlo presuntamente a la voluntad popular). Una conclusión obvia es que si prevalece ese avance, ciertos condicionamientos –hoy entendidos como constitucionales– quizá dejen de serlo.
7) ¿Cuál será el rol de agrupaciones como La Cámpora?
Difícilmente haya autocrítica de la cúpula debido al rol dominante de Cristina y su hijo en esta organización, a la cual hubo que ocultar en los últimos episodios. Más que acercar voluntades, este grupo generó deserciones, motivó divisiones insalvables que no han favorecido al Gobierno. Espantan a los ajenos y a los propios. El empinamiento de Massa, como el de otros intendentes (incluye a los que también permanecen bajo el calor oficial), revela una particular inquina contra este núcleo arribista. Más que una productiva fusión, representan una amenaza dentro de las filas K.
8) Si el Gobierno no cambia de política y los dólares no alcanzan, ¿de dónde habrá de capturarlos?
Sin respuesta.
9) Agujeros contables como el de Aerolíneas Argentinas o YPF, ¿cómo serán reparados?
La Presidenta no manifiesta voluntad por cambios en AA y, si bien quizás alguna pregunta se formule por la forma en que desterró a Repsol de YPF, aún parece confiar en Miguel Galuccio (y no hace caso sobre rumores de una posible renuncia). Supone que la firma de un convenio con Chevron (viene su titular a la Argentina) destrabará inversiones, que la producción está en crecimiento y no atiende todavía a observaciones sobre el rol del hermano de Galuccio en el área de compras ni en la sociedad ad hoc que se ha creado para canalizar la publicidad de la empresa. Si hay desviaciones, Ella no las conoce. También cree que los sindicalistas Pereyra o el Pata Medina son quienes detienen el progreso de la compañía, cuando nunca se preocupó por la brutal huelga que durante meses jaqueó la administración Eskenazi-Repsol.
10) ¿Abundarán las internas luego de los comicios?
Primero, los resultados, ya que nadie computa seriamente el voto clientelar de los planes y subsidios. Luego, quizás, las culpas y las controversias. Igual, ciertas convivencias se han vuelto intolerables aún para la propia mandataria: conflictos en organismos de inteligencia, desaveniencias entre ministros clave (Zannini vs. De Vido), feudalizacion de sectores (Economía, por ejemplo) y estallido de intereses contrapuestos en empresarios cercanos (en la licitación de las represas de Santa Cruz, por ejemplo). Costará mantener la armonía, inclusive hasta las elecciones.