Otto Fenichel en la Teoría psicoanalítica de las neurosis dice que el prejuicio es un pensamiento con imágenes que se parece a un reflejo; ante cualquier estímulo exige una respuesta inmediata. Las acciones analizadas desde el prejuicio se perciben como una unidad integrada sin ninguna diferenciación de sus partes. Una percepción tan primitiva siempre facilita una reacción motora lista para la descarga. La capacidad de reconocer la realidad es anterior al lenguaje pero es el habla, el poner nombre a las cosas de la realidad, lo que permite probarla. Las palabras posibilitan una comunicación más precisa y anticipar acciones, eso es comenzar a pensar. El prejuicio linda con el pensamiento fantástico, el pensamiento con imágenes. El pensamiento mágico no discrimina aspectos, matices, partes, sino que rotula una unidad indiferenciada; los conceptos abarcan el todo, se toman las semejanzas por identidades y las partes por el todo. Sus conceptos se basan en sensaciones. En un juicio racional se pasa de lo integrado a lo diferenciado, de las unidades a los elementos constitutivos, de lo indefinido a lo limitado.
Hay en la cultura política argentina una serie de prejuicios conformados por imágenes colectivas que repercuten en el gobierno de Cambiemos. Desde que comenzó esta nueva administración se escuchan voces en la calle y en algunos medios de comunicación que dicen que es un gobierno de ricos para ricos o que desarrolla políticas antipueblo. La ideología, el sistema de valores que llevan a una persona a participar (o no) en política, a veces juega a chicanear a oponentes para atraer nuevos seguidores. Pero el prejuicio, el juzgamiento de una persona o cosa antes de tener cabal conocimiento, apunta a descalificar, ridiculizar, eliminar. Así aparecen en el espectro político acusaciones insólitas que llegan a la brutalidad energúmena.
Esta semana el ex secretario de Comercio y efigie del kirchnerato, Guillermo Moreno, no hesitó en decir del actual gobierno lo siguiente: “Videla tiraba a nuestros compañeros al mar pero no les quitó la comida a los argentinos”. No hace falta decir que Moreno, un poronga bien peroncho, no registra en su historia evidencia de haber resistido a la dictadura, por lo tanto no se puede arrogar para sí como compañeros a las víctimas de los vuelos de la muerte. De hecho, con esta afirmación, el fundador de los Precios Cuidados da cuenta de que apoya incondicionalmente las políticas catastróficas que implementó José Alfredo Martínez de Hoz. Quién lo hubiera dicho, ¿no?
Podríamos inferir que este giro ideológico en lo relativo a la política económica es parte de haberse asociado comercialmente con el general Augusto César Milani en una cadena de panchos del Conurbano (Tío Tola) y quizá el militar procesado por la desaparición de Agapito Ledo convenció a Moreno entre anécdota y chanza de las mieles en los tiempos de la plata dulce. No lo sabemos, en todo caso el prejuicio contra el actual gobierno es evidente.
Tuertos. El kirchnerismo no pierde oportunidad para afirmar que Macri es la dictadura, cuando en esos tiempos el actual presidente tenía sólo 17 años. El prejuicio aparece también de una forma menos explícita cuando se quiere hacer notar que Macri es el primer presidente empresario, en vez de considerarlo el primer presidente ingeniero. Porque, como sabemos, en amplios sectores de la población el empresario no es considerado un self made man sino un heredero de fortuna que explota al trabajador. Ser empresario es ser de derecha y ser de derecha en este país para un sector importante de la población no es una posición ideológica sino un oprobio, una ignominia, una deshonra.
Ramón Puerta, ex presidente interino y actual embajador argentino en España, cuenta a viva voz que en una reunión con Néstor Kirchner le preguntó por su giro hacia un discurso de izquierda durante su presidencia. El líder misionero conocía al difunto presidente desde los 90, cuando el santacruceño era un ferviente seguidor y amigo del padre de la convertibilidad, Domingo Felipe Cavallo. Kirchner lo miró, se sonrió y le dijo: “Ramón, ser de izquierda te da fueros”. Esta visión utilitarista de la ideología da cuenta de que Kirchner no solo sabía del inconsciente colectivo que se autodefine como progresista. Sino también el axioma que repite el ex presidente chileno Sebastián Piñera: “A la izquierda se la evalúa por sus intenciones, a la derecha por sus resultados”. Una afirmación que da cuenta de la desventaja de origen que este gobierno va a tener que sobrellevar si asumimos que se orienta hacia el mercado, la iniciativa individual y el orden.
En mi opinión, este gobierno ha demostrado en seis meses un alto grado de pragmatismo. ¿Cometió errores? Sí, muchos. Pero también demostró resiliencia, es decir, flexibilidad para adaptarse a un contexto con múltiples amenazas como la de un Parlamento balcanizado, cuentas públicas devastadas y sindicatos volcados a la unificación y movilización. Creo que hay que mejorar el debate que se da en los medios de comunicación sobre las medidas que está tomando la administración de Macri.
Hay determinada prensa que se incomoda en lo ideológico que no sabe muy bien cómo explicar que la “derecha recalcitrante empresaria” les paga la deuda a los jubilados o adelanta el consejo del salario. Juega con los viejos parámetros de derecha-izquierda llenos de prejuicios. ¿No estaremos ante un gobierno liberal de izquierda?
* Politólogo (Twitter: @martinkunik).