A veces la realidad se nos presenta de un modo absolutamente hipócrita. El dólar blue, por ejemplo. ¿Cómo blue? ¿Qué es esto? ¿La tarjeta para ingresar al Club Med? ¿Una propaganda de Benson & Hedges de los 70? Vamos, somos la Argentina. El país que inventó un término como “trucho” porque así lo dictaba la realidad, porque había una necesidad imperiosa, porque esa palabra tenía que existir sí o sí, porque nos identificaba como nación.
Entonces, ¿qué es eso de “blue”? “Blue”. ¡Por favor! ¿A quién queremos engañar? Por otra parte, ¿qué pasó con el viejo y querido dólar negro, el que se conseguía en el mercado ídem? No me digan que la irrupción del término “blue” tiene que ver con el reino de la corrección política. Que decimos “dólar blue” por no decir “dólar afro”. ¿O sea que el Ministerio de Economía no puede controlar el precio del dólar en el mercado ilegal pero el Inadi sí puede controlar cómo llamamos a ese dólar ilegal? No jodamos.
Sin embargo, así como a veces la realidad es tan blue como el cielo pintado por Domenico Modugno, otras veces el relato blue desaparece y las cosas son como son, sin ninguna clase de eufemismo. Pasó con la Ley Antiterrorista, hace casi un año y medio. Todo el mundo hablaba de “Ley Antiterrorista”. Tanto quienes la impulsaban como quienes la repudiaban. Y digo “quienes la impulsaban” porque el oficialismo no votó esa ley en soledad. El PRO y algunos integrantes del Peronismo Federal acompañaron también.
Lo más curioso es que nadie apeló a eufemismos del tipo “democratización del control a quienes alteren el orden público”, “prevención social para todos” o “ley contra el terror blue”. Y si no se hizo es porque no hubo voluntad. Si la hubiera habido, se hacía. El relato cuenta con mucha gente capaz de barnizar de progresismo cualquier mamarracho en forma de ley. O de decreto, o de declaración. ¡Si hasta el “me quiero ir” pasó a ser una medida nacional y popular!
Sin embargo, con la Ley Antiterrorista no se hizo. Se aprobó y ya. Se alegó por lo bajo una petición del GAFI que no existió y nadie explicó muy bien por qué ahora teníamos que acatar las demandas de un organismo internacional cuando se nos había explicado que con Néstor nos habíamos librado del yugo de los organismos internacionales. Finalmente, la ley salió con fritas. Después de la ley nos acostumbramos a la existencia de Sergio Berni, a quien hasta entonces no conocíamos.
Algo similar ocurre con esta nueva medida: el “blanqueo de capitales”. ¿Cómo “blanqueo”? ¿Así de directo nos dicen las cosas? No da. Antes queremos un mimo, un gelcito. “Capitales blue”, por ejemplo. Sabemos bien que, cuando se trata de dinero, no hay nada más sucio que un “blanqueo”. Además, ¿no era que no queríamos hablar de dólar negro? ¿No es que estábamos en el reino del “blue”? ¿Por qué ahora de repente queremos blanquear, lo único que importa es blanquear?
¿O es que se trata de una gesta patriótica, ligada a los colores de nuestra bandera? Ya no hay dólar negro, pero sí tenemos el dólar blue y el dólar blanco. ¡Argentina, Argentina! Estamos a un paso del dólar Messi. O del dólar Francisco. O del dólar Maravilla Martínez, tal vez el más atinado de todos por la distancia entre el relato oficial y el de la mayoría de la población que vio la pelea.
Desde cierto oficialismo pseudoprogre y justificador se intenta descalificar cualquier crítica acusándonos de hacer “republicanismo”. Un término que odio casi tanto como a este progresismo blue. Básicamente porque odio la república tal como está. Creo que la Justicia así es una bosta, que hay que modificarla, que el sistema electoral es obsoleto, que la democracia, la mayoría de las veces, no es más que una fachada para sostener una estructura clientelar. Pero aquí no hay Grupo A ni nada por el estilo. Hay situaciones fluctuantes.
Es verdad que la reforma judicial la sostuvo el oficialismo en soledad contra toda la oposición unida. Como también es cierto que el oficialismo votó la Ley Antiterrorista y la Ley de ART acompañado por el PRO y el Peronismo Federal. Si lo otro era el Grupo A, ¿cómo debería llamarse esa alianza parlamentaria? ¿Grupo P? Compañeros y compañeras fans (como yo) de John William Cooke, Rodolfo Walsh, Paco Urondo y El eternauta, republicanismo es otra cosa.
Republicanismo es justificar cualquier cosa con el 54%. O con porcentajes mayores cuando se trata de gobernadores aliados. ¿O no vamos a hablar de eso? Lo siento: podría hablar del #Mequieroir, de la entrada de Moreno a Clarín, de la nueva cadena nacional presidencial y de tantísimas otras cosas. Pero si quito la hojarasca, las hojas del diario para encender el asado, sólo queda Formosa. La república de Formosa. El republicanismo que le permite al gobernador Gildo Insfrán manejar todo el poder político.
La foto de la cara del hijo del cacique qom Félix Díaz es lo único que importa. Al pibe lo cagó a palos una patota de Insfrán, gobernador de Formosa, del Frente para la Victoria. En realidad, lo golpeó una patota tercerizada. O sea, una patota de la propia comunidad qom, bancada por el gobernador. La versión oficial fue que el pibe era borracho y drogadicto, y que se agarró a trompadas con otros pendencieros como él.
¿Alguien puede creer semejante disparate? Lo que pasó en Formosa es lo más importante de la semana, la verdadera noticia. Y la escasa repercusión de lo que ocurrió en Formosa es también LA noticia. Es probable, incluso, que la falta de repercusión mediática de los atropellos en Formosa defina como ningún otro hecho la realidad política y social del país hoy. Porque define tanto a la derecha como al progresismo blue, aliados en esto de tapar la mugre.
El silencio sobre Insfrán es el complemento ideal para el 74% (eso sacó en las elecciones 2011) justificador, republicano y masacrador de Insfrán. Mientras tanto, muchos progresistas blue tuitean noticias de medios formoseños donde aparecen integrantes de la comunidad qom bancando la posición oficial. ¿Qué les pasa? ¿Realmente están confundidos? ¿O hay una carrera por el premio a la obsecuencia?
Me parece válido que alguien pueda pensar que este gobierno, más allá de todo, es lo más progresista que pudimos conseguir. Sigo pensando que la historia va a poner al kirchnerismo en un buen lugar, que se van a destacar muchas cosas. Como sucedió con Alfonsín. Lo que no entiendo es la falta de pensamiento crítico. ¿No puede existir un progresismo kirchnerista que no apoye determinadas medidas jodidas? O al menos alguien que haga como Fredi Storani, que votó el Punto Final de Alfonsín pero aclaró que lo hacía con “asco” y sólo por disciplina partidaria.
El progresismo blue parece ser la única salida para el kirchnerismo crítico. Aunque también es probable que yo me esté volviendo republicano. Y que no sepa leer bien la coyuntura en la que vivimos. Que es cierto que en Formosa hay récord de integrantes de la comunidad qom y de opositores políticos atropellados por autos. El propio Félix Díaz fue atropellado por una camioneta el año pasado. Pero me dijo un amigo progresista blue que si ocurre eso debemos pedir la renuncia del director de Vialidad de la provincia, porque la gente está conduciendo muy mal.
También es cierto que en Formosa hay una política de exterminio hacia los pueblos originarios, que el gobernador maneja los tres poderes, que hay represión, vínculos con narcos y falta de asistencia social para paliar una miseria profunda. Pero me dijo un amigo progresista blue que, más allá de eso, debemos apoyar a Insfrán. Porque me dijo que si pierde Insfrán, se viene la derecha.
*Periodista. Ex director de Barcelona.