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¿Psiquiátrica?

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Cristina en la Plata. El jueves en el Estadio Único de la capital bonaerense, la vicepresidenta dio un discurso por el Día de la Militancia, ante miles de seguidores. | prensa cfk

La contradicción de hablar como si se estuviera fuera del Gobierno siendo parte de él, motivó a dirigentes de Juntos por el Cambio y a algunos comunicadores opositores, el uso de distintos calificativos psiquiátricos para referirse al discurso de la vicepresidenta en el Día de la Militancia: “esquizofrénico”, “loco”, “enloquecedor” y directamente “psiquiátrico/a”. 

Desde un análisis lógico típico de la filosofía analítica de Bertrand Russell no resulta congruente ni denotativo ser A y -A, la clásica aporía socrática. Pero puede resultar un error  interpretar los dichos de la vicepresidenta desde una perspectiva epistémica lineal y valer la pena preguntarse si en eso que se define como esquizofrénico no reside el éxito de Cristina Kirchner a la hora de concitar el interés de las masas.

Lo que denominamos esquizofrénico puede ser  síntoma de un deseo desbordante de quien quiere todo, lo uno y lo opuesto, el adentro y el afuera, la “multiplicidad de multiplicidades”, lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari plasmaron en “esquizoanálisis” como sustituto del psicoanálisis  racional en sus célebre Capitalismo y esquizofrenia dividido en dos tomos: Antiedipo y Mil mesetas.

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Según sus autores el esquizoanálisis es especialmente más útil que el psicoanálisis para trascender del estudio de individuo siempre entrelazado en relaciones familiares, hacia el estudio social de los grupos, “especialmente en los grupos militantes donde se dispone de modo más inmediato de un material ajeno a la familia, y donde aparece el funcionamiento a veces contradictorio de las catexis.”

El goce que siente Cristina Kirchner de no estar atada a los límites de la congruencia se traslada a la masa que goza de ese goce transgresor de su representante-líder. Ella misma se transforma en una máquina deseante como Perón cuando decía que peronistas eran todos y también –aunque más elegantemente– ingresaba en la contradicción formal de antiperonistas también peronistas.

Al amigo todo, al enemigo ni justicia; es igual al amigo esquizofrenia, al enemigo paranoia

Desde una lógica formal no puede llamar a la esperanza quien está en el poder, porque esperanza deriva de espera y quien ya tiene el poder no tendría necesidad de esperar para accionar lo que se desea. Tampoco es original Cristina Kirchner, la propuesta de esperanza es la misma que se utilizó para la campaña de Lula de la misma forma que en su discurso el ahora electo presidente de Brasil, habló de los logros durante sus ocho años de gobierno y omitió los retrocesos del gobierno de su continuadora Dilma Roussef, al igual que Cristina Kirchner hace con los años de Alberto Fernández (y ella misma).

 Lo que puede resultar loco para un individuo puede ser egosintónico, útil, para un grupo: los militantes. Lo mismo sucede con la paranoia, un grave trastorno personal que  se convierte en una función habitual en la militancia. Parafraseando a Perón: “al amigo todo, al enemigo ni justicia”, “al propio esquizofrenia, al enemigo paranoia”. La propia Cristina citó otro aforismo peronista: “todo en su medida y armoniosamente” cuando en realidad, el kirchnerismo es el reino de lo desmedido y lo desarmonioso, de la misma forma que critica el discurso del odio (con mucha razón) olvidando que fue su precursora e iniciadora. Lo medido y armonioso es de la cultura política del campo opositor al peronismo y no es casual que Perón lo haya hecho propio, casi como contralema del peronismo tratando de ampliar las fronteras de su movimiento inicial.

Nadie puede generar tanta expectativa con un discurso o una carta sin que sus palabras tenga un efecto de verdad en quienes integran su audiencia. Verdad que no sigue la definición clásica de adaequatio rei et intellectus, correspondencia de la idea con la realidad, adecuación de la mente con la cosa pensada. Efecto de verdad y verdadero se traduce que sea lo que se desea y sea útil al sostenimiento de esa máquina deseante.

Creer que Cristina Kirchner es simple locura y locos sus seguidores, omite el carácter bulímico del capitalismo en su fase de alto consumo (la destrucción creativa de 

Joseph Schumpeter) de la cual el peronismo no solo no es ajeno, sino que como movimiento político su propio deseo fundante se basa en el derecho a consumir más de quienes menos lo hacen. “El peronismo –dijo– es no estar condenado por la cuna, es movilidad social ascendente”

La pretensión de congruencia del burgués políticamente correcto y que definen valores de clase media, entra en colisión con la sobreestimulación de una constitución permanente y autosuficiente de subjetividades deseantes que promueven indocilidad y desobediencia dionisiaca. El “Ser-No-Ser-Siendo” de Cristina Kirchner escapa a los pares opuestos binarios construyendo un uno múltiple y autopoiético.

Entender y explicar un fenómeno no quiere decir  estar de cuerdo con él ni considerarlo útil ni verdadero, pero si la oposición se limita a creer que Cristina Kirchner es simplemente o solamente una “psiquiátrica” no podrá contrarrestar el efecto de sus palabras.

Sobre el discurso de la vicepresidenta Mauricio Macri dijo: “La verdad es que nunca he acertado las cosas que ella razona porque es difícil entender su cabeza. …Esto es un loquero. ¿Cómo puede estar diciendo eso? Me duele la cabeza. Estamos haciendo un esfuerzo para no enloquecer. Te ofrecen milanesas con papas fritas y te dicen que son fideos”.

Es un poco más complejo.