El verano de 2010 pateó el tablero de los escenarios políticos. Con la conformación de los grupos A y 37 en el Congreso, nació una entidad hasta entonces sólo retórica: el bloque opositor. Algo que no tenía viabilidad ni era conveniente para sus intereses. De hecho, implicó varios costos: reforzó una percepción social de inhabilidad política, expuso innecesariamente las fisuras internas y desdibujó las posiciones de Julio Cobos y Carlos Reutemann, sus presidenciables en el Senado. Pretender reemplazar el enfrentamiento a Kirchner, que unifica y paga, con un rol pseudo gubernamental desde el Legislativo, que divide y erosiona, fue un error estratégico.
Ya hay algunos indicadores que abonan esta tesis. Los frentes electorales del 28 de junio están en crisis, la imagen de la “clase política” en su conjunto descendió –es decir, ya no es el Gobierno el que monopoliza el malhumor social– y las encuestas sostienen que los dirigentes que no estaban en el radar de 2009 hoy lideran las tendencias. La de Poliarquía en la provincia de Buenos Aires sostiene que Ricardo Alfonsín encabeza cómodamente el ranking de políticos con mejor imagen del distrito, y la de Consultora Equis pone en la misma posición a Pino Solanas para el distrito Capital Federal. Estos datos no predicen triunfos electorales, pero nos recuerdan algo que cada vez se hace más evidente: muchas cosas pueden pasar de acá a 2011.
Todavía no sabemos cómo se va a reglamentar la reforma política ni cuál va a ser la oferta partidaria. Muchos políticos pensaban el futuro en función de la teoría de que las dos grandes identidades, radicalismo y peronismo, iban a convertirse en polos aglutinantes de los fragmentos y ordenadores de la oferta de candidatos. Es un escenario probable. Pero detrás de esa teoría, estaba más o menos implícito que tanto el panperonismo como el panradicalismo iban a conseguir candidatos fuertes y que los partidos más chicos (PRO, CC, socialistas, etc.) se iban a sumar a los panbloques. Por contrapartida, el verano parlamentario nos dejó un kirchnerismo más resistente, una oposición con más recelos internos y más incógnitas acerca de la perdurabilidad de los presidenciables que venían a ordenar las coaliciones partidarias.
Eso nos lleva a la pregunta del título. La posibilidad de que se produzca una alianza electoral de los candidatos de centroizquierda está planteada, desde hace varios meses, por la aritmética electoral. La suma de los rendimientos electorales por distrito de Hermes Binner en Santa Fe, Luis Juez en Córdoba, Pino Solanas en Capital, Martín Sabbatella y Margarita Stolbizer en provincia de Buenos Aires, más algunas otras figuras en una segunda línea, supera los diez puntos a nivel nacional, lo que en las condiciones actuales representa un capital más que significativo. Nos son fácilmente asimilables y han venido asumiendo distintas posiciones en la política de los últimos meses, tal vez más por la fuerza del contexto de polarización que por sus afinidades personales. Y –esto es lo importante– con un bajo nivel de compromiso con la tesis de los panbloques. Lo probable es que sigan actuando desde sus posicionamientos diferentes, pero el interrogante que nos deja el actual estado de incertidumbre es si el declive de la tesis bipolar y el deterioro de la imagen de Cobos y Reutemann no los conducirá, por la fuerza de la oportunidad, a recrear un nuevo Frepaso. Que tendría, en esta oportunidad, claramente una mayor implantación territorial que el primero, mayor fragmentación en los partidos tradicionales (ergo, más probabilidades de entrar en un ballottage), más candidatos con experiencia de gestión, más receptividad social a las consignas progre-desarrollistas y un escenario de bonanza económica regional por delante. ¿Gobernabilidad? Como Lula, tendría que realizar una alianza con el PMDB argentino, lo que seguramente será más fácil si los partidarios del modelo kirchnerista continúan al frente del justicialismo. ¿Política ficción? Tal vez. Pero no mucho más que otras cosas que vienen sucediendo en la Argentina reciente.
*Director de Ciencia Política de la Universidad de Belgrano y del Observatorio Electoral.