La foto de Macri con Paolo Rocca en Vaca Muerta y la de Luis Betnaza con el ministro Dante Sica en la UIA después de que Techint confesara haber pagado coimas dejó con sabor amargo a quienes esperaban que el partícipe necesario y el autor material del delito asumieran un recato proporcional al acto de arrepentirse judicialmente.
La UIA debería pedir a los arrepentidos que realicen una autocrítica y se corran de cargos institucionales
Desde estas páginas se ha venido defendiendo a las empresas como personas jurídicas, que deben perdurar, separándolas de las personas físicas, sus directivos, que pueden ser transitorios. Y explicando las diferentes categorías: simplificadamente y en orden de mayor culpabilidad, testaferros (Lázaro Báez no pagaba coimas), socios (Cristóbal López, tampoco), mercenarios (Szpolski), amigos (Electroingeniería), oportunistas (los del club de la obra pública y la Cámara de la Construcción), y quienes pagaron defensivamente, no para sacar ventaja de un gobierno corrupto sino para que sus empresas lo sufrieran menos, y en algunos casos hasta para que pudieran sobrevivir.
Estas últimas dos categorías, los oportunistas y los resignados, existieron siempre en todos los gobiernos con diferencia de proporciones: el porcentaje de la coima y que hubiera más o menos áreas de gobierno corrompidas. Lo que sucedió en el kirchnerismo, además de la elevación del grado de lo que existió siempre, fue la creación y/o sistematización de las categorías: amigos (hiperbolizada), mercenarios, socios y testaferros.
La sentencia de los juicios por corrupción debería condenar más severamente a estas últimas categorías y a los funcionarios públicos, menos severamente a quienes pagaron defensivamente, y en todos los casos cuidar la continuidad de las empresas, haciendo foco en las responsabilidades de sus personas físicas.
Es importante no caer en la hipocresía de hacer a todos responsables por igual, lo que no quita que quienes pagaron defensivamente igualmente merezcan una pérdida de reputación pero circunscripta a sus directivos y accionistas.
Este diario ha venido publicando las denuncias de pago de coimas de Techint desde bastante antes de que emergiera el Cuadernogate y cuando existía en los medios más importantes más inhibición a mencionar negativamente a la mayor empresa de la Argentina. Y seguirá haciéndolo con todas las empresas a las que se acuse de delitos de acción pública. Con estos antecedentes, sumados a que Editorial Perfil fue la empresa de medios que por más tiempo resistió el castigo de no sumarse al pago de sobornos para recibir publicidad oficial (en los medios se paga con complacencia), y en muchos de esos años en casi absoluta soledad, creemos poder tener alguna forma de autoridad moral para comprender a quienes no pudieron resistir esa presión, por tener una empresa más regulada por el Estado, o donde el Estado fuera un comprador determinante, o simplemente por falta de fortaleza emocional y determinación de lucha.
El país no puede quedarse sin una parte importante de sus empresarios, y mucho menos de sus empresas. Por eso, cuando, aprovechando las recidivas del colapso de 2002, quien las amenazaba era el kirchnerismo, Editorial Perfil creó el Premio Fortuna a las Mayores y Mejores Empresas de cada año para contribuir a restituir su pérdida de consideración social. Fue en el año 2004, y desde entonces hasta la semana pasada, que se realizó, como siempre en la Bolsa de Buenos Aires, la ceremonia de la decimocuarta entrega: se ha premiado a todas las importantes empresas del país, incluida Techint, que lo recibió en 2012 en manos de Paolo Rocca. Pero que Techint como empresa merezca muchos reconocimientos no quita que tanto Rocca como Betnaza deberían pedir públicamente disculpas y mostrar contrición frente a la sociedad y la futura generación de empresarios, además de prometer nunca más pagar coimas. La responsabilidad de Techint como la mayor empresa argentina es doble porque sus actos construyen una forma de canon para el empresariado en su conjunto.
La UIA debería también pedir perdón por haber tenido como presidente a alguien que no pagó coimas defensivamente sino que creó su propia pyme dentro del club de la obra pública, como Juan Carlos Lascurain. Personalmente denuncié a Lascurain en 2008 (ver nota aquí).Y además la UIA debería pedirles a todos aquellos directivos que hayan confesado haber pagado coimas que acepten dar un paso al costado en la UIA y hagan pública una autocrítica.
Durante la 14ª entrega de los Premios Fortuna cuya cobertura se encuentra en la propia revista y en la edición de este domingo de PERFIL, hice mención a que en el mayor diccionario etimológico de la lengua española (Corominas/Pascual) no figura la palabra empresario y los tres términos relacionados que aparecen son “emplear”, “emporio” y “empujar”. Emplear, de implicarse en algo y de emplear las armas, además de su derivado empleo. Emporio, del latín emporium, o sea mercado. Empujar, de poner en marcha, hacer fuerza para adelante. Y dije que estas tres palabras eran una buena síntesis porque sin empresas no habría empleo, ni mercado, ni empuje para nuestra economía.
Y la UIA tendría que disculparse por haber tenido a un presidente como Juan Carlos Lascurian
Necesitamos más empresas y menos oportunistas, capitalismo de amigos y testaferros. Los juicios por corrupción son una oportunidad para diferenciar a las verdaderas empresas de los armados coyunturales para lucrar y, dentro de las empresas verdaderas, para mejorar sus prácticas sancionando a las personas y dejando una lección.