¿Cinco mil caracteres, Sr. Editor? ¿Y qué se hace con cincuenta líneas cuando Grondona despoja de sus dignidades a Elizondo y San Lorenzo hace trizas a River de la mano de Ramón, Andresito y Placente, y Aguilar y el Cholo se hacen responsables pero no se sabe bien de qué, y esta tarde empieza otro campeonato? ¿Eh? Lo de los árbitros nomás ya es una nota. Elizondo tuvo que hacer como los aviones cuando se van a pique, quitándose honras y predicamentos como si fuese el combustible que lo pone en peligro. Grondona le dijo que lo de la lista que escribía con tanto esmero el ex árbitro era una confusión, un error de Elizondo que había entendido mal. Vos los formás y yo los elijo, ¿entendés? Sí, sí, Romo, quise decir. El los designa. Bueno, sí, te la aceptamos diez fechas, pero mientras no se presentara una situación como la de Bassi. Ahora no. Ahora es como te habíamos dicho y vos interpretaste mal. ¿Te vas a quedar sin la FIFA y vas a dejar una cantidad de amigos sin trabajo por esta pavada? ¿El periodismo te preocupa, decís? La mayoría está con nosotros y no va a decir nada. Y los que quedan no importan, y además te quieren. La van a dejar pasar. Todo pasa, Horacio.
¿Cuestión de conciencia, me decís ahora? Tomá, te presto el palo con el que yo la hago callar. Vas a ver lo tranquilito que se duerme. Después, Sr. Editor, vendría lo del jueves. Esa gente gritando contra Aguilar porque perdieron un partido imposible. ¿Qué le parece? El hincha que acusa de ladrón a este buen hombre sólo para digerir la derrota. El mismo fanático al que no le importa nada mientras el equipo gana. ¿No es nota esa doble moral? ¿O le parece que Aguilar son dos personas distintas? Y el noble acto de asumir la responsabilidad, ¿dónde queda? Primero el Cholo. Después, el presidente. No, no se van. ¿Qué es asumir la responsabilidad, entonces, preguntará usted? ¿Qué significará asumir? Si realmente se sienten los culpables, ¿qué hacen hoy leyendo sus propias declaraciones en el banco de suplentes y en el sillón de la directiva? Puede ser que el Cholo, confundido, con una herida como la que en el fútbol nunca había sangrado de esa forma, fuese sincero. ¿Qué iba a decir? ¿Pero el otro, el presi? ¿Cuántas veces “asumió”? ¿Recuerda la cara y los abogados y el escribano y las cámaras de televisión que trajo al diario el día que negó lo de Cabral? Dijo –¿se acuerda?– que Cavallero no sabía nada, que hablaba por hablar. ¿Qué hacer ahora con los contratos aquí a la vista, que dicen todo lo contrario? Aguilar es ése. ¡Mire usted si no va a llamarse responsable máximo con la misma sinceridad habitual! ¿Cómo detener un poco la andanada de críticas y los cantos de la gente que es brutal cuando se ensaña, si no es clavándose puñales para que algunos digan: “Che, ¡cuánta dignidad este tipo! ¿Cómo se la banca”? Hoy empieza otro torneo. Si empatan como debería suceder en La Plata y River no se queda con dos hombres más que Gimnasia y le gana, queda como líder. La vuelta olímpica mañana no la celebraría nadie, pero dentro de un mes, cuando los afiches de las cargadas hayan sido tapados por los del Gobierno contra Clarín y el campo, ¿sabe usted la fiesta que vamos a tener?
Se verá entonces que todo se olvida fácilmente; que es cierto lo del anillo del jefe; que todo pasa. Y lo verá a Aguilar en andas, feliz con toda la gente que tiene para venderle al Locarno, porque a River no le sirven algunos ni aun campeones, y a los suizos comprando en los clubes de aquí a la vuelta para vendérselos o prestárselos a River. Y verá que cinco mil caracteres sobran para una nota.