Que el Atlético de Madrid haya perdido cuatro partidos al hilo no es (o no debería ser) algo que por este lado del mundo pare las rotativas. Dejemos, en todo caso, que las rotativas se detengan en España. Pero el artículo aparecido en el diario El País el jueves 15 de enero, llamado “Maradona nubla a Agüero” y firmado por el periodista José Marcos, nos muestra varias cosas. La principal es lo que decían las abuelas: “En todas partes se cuecen habas”. Es decir, el Atlético cayó derrotado ante el Valencia y el Barcelona de manera consecutiva (ambos partidos 1-3), después fue vencido por Athletic de Bilbao en el Vicente Calderón (2-3) y volvió a perder en la revancha con el Barça por la Copa del Rey (1-2). Y como hubiese pasado acá –no nos saquemos esa pilcha, nos la ponemos a diario– el Kun Agüero de buenas a primeras dejó de ser la estrella del Aleti para convertirse en un pobre pibe que “comía demasiada carne y a veces se comportaba como lo que era, un crío de 18 años”. Esto se lo manifestó un “alto cargo” al periodista Marcos.
Más adelante, en la nota señala que “su rendimiento (el de Kun) empeora cuanto más gente le rodea”. Habla del “alerta rojo” que provocan las visitas periódicas de Diego Maradona y de que “cada tanto”, uno de sus amigos de la Villa Eucaliptus “se aposenta en su casa”. Y, además, remata esta teoría del “amuchamiento” haciendo un recuento de la gente que rodeó al Kun en estos días: Diego, dos hermanos, un primo y “otros familiares”.
Hay varios temas que se desprenden. La nota de Marcos –atractiva, bien escrita, conceptualmente discutible– nos obliga a pensar, antes que nada, en una exageración. Si en diciembre (¡¡¡estamos a mediados de enero!!!) Agüero fue decisivo para el Atlético, no parece serio cargarle las tintas por dos derrotas. Una de las caídas es posible, su equipo puede perder con el Valencia de visitante. Y la derrota con el Athletic es una de esas desgracias que suelen ocurrirle al equipo colchonero, una especie de nuestro Racing pero de aquellos lares. Atlético de Madrid tiene una vida gloriosa, hinchas a montones y muy seguidores. Grandes jugadores integraron sus equipos y, en el caso de los argentinos que antecedieron a Agüero, se puede hablar del Toto Lorenzo (DT campeón intercontinental 1974, consagrado en el ’75) Cacho Heredia, el Ratón Ayala (el verdadero, el de “en Europa no se consiguen”), Rubén Cano (ex Atlanta, autor del gol español clasificatorio para el Mundial ’78), el Cholo Simeone, el Mono Burgos. Pero, al igual que Racing, estuvo dirigido incorrectamente muchos años y, a pesar de acumular figuras, ganó muy pocas ligas. Es más, no hace mucho estuvo en Segunda visitando a rivales impropios de su linaje, como le pasó a la Academia en 1984/85. La muerte del verborrágico Jesús Gil y Gil le abrió la puerta a una nueva camada de dirigentes. Por ahora, en el discurso pacificador de algunos de ellos y por la firmeza de decisiones que muestra Enrique Cerezo, el actual titular del club, las cosas parecen ser diferentes a la época de Gil y Gil. Igualmente, siguen acumulando jugadores de renombre y muy cotizados, como Coupet, Maniche, Heitinga, Ujfalusi, Simao, Forlán, Sinama-Pongolle y Maxi Rodríguez. Y, por supuesto, el Kun Agüero. Pero los títulos no llegan, como casi siempre.
No podemos pedirles a los medios españoles compromiso alguno con la función que Maradona ocupa hoy en el fútbol argentino. Ellos aún siguen bebiendo gloria de la Eurocopa ganada por España. Pero en la nota hay un error tan básico como imperdonable: siempre se habla de Maradona como “el suegro de Agüero” y nunca como “el técnico de la Selección argentina”.
Por haber salteado este dato, Marcos toma una reunión de futbolistas argentinos en un restaurante de Majadahonda (lugar cercano a Madrid, donde vive Agüero) casi como una orgía. Y se responsabiliza a esa cena de un par de bajos rendimientos de Agüero. Es absurdo e incomprensible el ninguneo del periodista a la función que cumple hoy Diego. Es como si viniera Vicente del Bosque y nosotros dijéramos “vino el tío de Josecito” y no “el entrenador de la selección de España”.
Maradona no sólo cenó con el Kun. También estaban Gago, Heinze y Maxi Rodríguez. O sea, se reunieron los jugadores de la Selección que actúan en equipos de Madrid con su entrenador. Asistió con Messi a ver un partido y charló con él por horas. También cenó en Inglaterra con Mascherano y Tevez y fue a Portugal a ver a Di María. Y también se reunió con Lisandro López y con Lucho González. En Italia, se juntó con los argentos del Inter, con algunos otros de los tantos que andan por allí y habló con José Mourinho, con Luiz Felipe Scolari y con Pep Guardiola.
Insisto en que está muy bien que Diego viaje a Europa todas las veces que pueda, que se reúna con los futbolistas casi mensualmente y que intercambie impresiones con los entrenadores de los clubes donde juegan los posibles convocados. Es cierto que fue un error manifestar que Agüero tendría que ir al Inter, donde, según palabras de Diego, “haría una dupla fantástica con Ibrahimovic”, pero debería tomarse como un exceso de cortesía para con los italianos más que como una ofensa para el Atlético de Madrid.
El objetivo de la nota era atacar a Maradona, aunque no surge un motivo claro. Agüero fue sólo una excusa. Pero no nos tiene que afectar. Los que vimos a Maradona en la puerta del infierno sabemos que éste de ahora, técnico de la Selección, es otro tipo. Está donde merece y donde debe. Venimos de un largo tiempo de abandono del Seleccionado nacional y ahora alguien se está ocupando de él.