No pocas personas, escritores y críticos por lo general, ensayan el sueño constante de que la literatura pueda tener importancia en la sociedad. Es su ambición, o en todo caso su necesidad: que los libros incidan, que logren alguna eficacia. Claro que estas personas se chocan siempre con una misma pared: la pared de la indiferencia social, de la escasez de lectores, de la impotencia cabal, de la total irrelevancia.
Salman Rushdie es para ellos una esperanza verdadera. Rushdie lo logró. Escribió una novela, Los versos satánicos, que sí trajo consecuencias. Consecuencias no muy buenas para él, es cierto, porque le valió una condena a muerte y su cabeza, siempre que se la presente separada del resto del cuerpo, pasó a tener precio (tres millones de dólares al principio, y luego seis: ni el más rutilante de los premios literarios roza siquiera estas cifras); pero en definitiva, y aunque le valiera una vida clandestina y un hábito de sigilo perenne, consiguió eso que tantos quieren: interpelar al poder, hacerse notar por él, sacar a la palabra de la inoperancia inocua, modificar el estado de las cosas en el mundo.
El ayatollah Khomeini lo condenó a muerte en 1990. Para revertir esa sentencia, o para atemperar en todo caso su indeclinable cumplimiento, Rushdie se retractó y manifestó en un rápido ensayo su pleno respeto por el islam y su franca adhesión a esa fe. El tiempo hizo también lo suyo, las aguas se calmaron, mermó la quema de libros de Rushdie. Acabar con su vida dejó de ser una prioridad tan imperiosa.
Parece que ahora Salman Rushdie acaba de efectuar nuevas declaraciones a la prensa. ¿Qué dice? Dice que se retracta de aquella otra retractación, tan oportuna. Dice que el ensayito aquel, el del respeto y la fe, lo escribió tan sólo para evitar que lo atacaran, que lo que allí sostuvo no fue sincero, que lo hizo nada más que para salir del paso. Todo eso acaba de decir, y va a saberse.
¿Qué es lo que se propone Rushdie? ¿Qué es lo que lo alienta a prender ahora esa mecha tan corta? ¿Qué es lo que lo lleva a echar así nueva nafta al fuego? Puede que esas utopías tan propias de los literatos. Influir. Importar. Afectar. Sacar un libro y que pase algo. Hacer cosas con palabras. Significar