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Que pase el que sigue

Llega con su séquito a Murcia. Charla con los periodistas en esas distraídas tertulias de los hoteles y les baja línea sobre el valor de estos partidos. Camina campechano por las alfombras de...

Victorhugo150
Victor Hugo morales |
Llega con su séquito a Murcia. Charla con los periodistas en esas distraídas tertulias de los hoteles y les baja línea sobre el valor de estos partidos. Camina campechano por las alfombras de... ¿qué hotel será esta vez? ¡Se parecen tanto! Son las catedrales de su vida. Un hotel gótico, debe ser. El señor en su altar, sillón hundido, terciopelo rojo. Casi todos los demás, de rodillas. Hay que tener información de primera mano, hay que pertenecer de alguna manera a ese mundo. ¿No querían partidos importantes?, desafía. Bueno, aquí los tienen. Brasil, España. ¿Cómo que para qué sirven? Para jugar, para saber dónde estamos parados. Cuando no lo hicimos antes del Mundial, nos criticaron. Ahora tenemos 20 partidos y tampoco les gusta. ¿Quién los entiende a ustedes? Alguien, en un acto de arrojo periodístico, comenta que el piso está mal, que España suspendió la práctica el día anterior, que se lesionó Puyol, y que varios anduvieron a los tropezones. ¿Y qué querés que haga? ¿Vos sabés dónde jugaba yo al fútbol? En el pozo más chico cabía toda la pierna. ¿Me pasó algo? Bueno, pero éstos son profesionales, valen mucho dinero, quizás es un riesgo meterlos ahí.
El joven periodista camina como por una cancha de panes sueltos y arenas movedizas. El jefe lo observa, decodifica, perdona. Quedate tranquilo y anotá los goles, en eso sos bueno vos. Llega un Mercedes, va la cancha. El aire de la noche se abraza a la temperatura muy alta con que se había despedido la tarde. Lo reciben una brisa agradable y un olor a cemento todavía fresco. Mira hacia el césped y ve todo verde. Cuestionan cualquier cosa, piensa. A los pocos minutos cae Maxi Rodríguez a los pies del negocio. El resto de los jugadores argentinos hace de la timidez del juego una consecuencia del miedo a romperse sus costosas piernas. Transcurren 90 minutos y hay que absorber una derrota más. Ni uno solo de los muchachos albicelestes se aproxima a su nivel. Por suerte, España está muy mal y la factura es leve. Hace precio, al cabo de un partido que tampoco en eso –en el juego– pareció tener algún sentido. En el segundo tiempo no se contabilizan remates ni aproximaciones albicelestes. Es España la que se lanza sobre la portería rival, pero la puntería escasea. El alivio del final llega con un sencillo 2-1. Un equipo pobre y jaqueado por la afición derrota al que lo tiene todo. El balance es: dinero para repartir prebendas, la sospecha universal de que el prestigio se dilapida, y el Atlético Madrid reclamando que le paguen por su material más importante, devorado por las dunas del Condomina. Que se arreglen ellos, dice con las cejas arqueadas, ¿que querés que le haga? Los clubes tienen que asegurar a los jugadores, preguntá en la FIFA.
A contramano de esa idea, Newcastle está a punto de cobrarle 400 mil dólares por mes a la Federación Inglesa por la lesión de Owen en el Mundial. En el Mundial. Dos millones serían, lo están discutiendo. Razón tiene el club, dicen los ingleses, pero esta Federación no es rica. Sólo tres dirigentes fuimos al Mundial, fíjense. No tenemos el dinero de los jeques. De eso hay en Arabia. Puede que haya alguno en Sudamérica, por ahí, pero acá no. Si Londres paga, y la airada reacción del Aleti prospera, una parte del contrato por los 20 partidos se evapora. A la Copa América habrá que llevar a pocos, justo en año de elecciones. ¿Habrá memoria para todo lo ofrecido a manos llenas? ¿Traicionará uno, nada más que uno, de los 200 que dijo Diego que se paseaban por Alemania, la confianza que el buen hombre ha depositado en ellos?
De todas formas, hay que asegurarse. Plata tiene que haber. Siempre. El único problema sería que los europeos no den más los jugadores, dispara un apuntador. Dejámelos a mí, le responden. ¿Con quién te creés que están tratando? Alguien murmura que el Coco no quería jugar en esa cancha, pero Saviola dice que ojalá hubiera sido así. ¿Qué podía hacer el Coco, ni nadie? Todo viene de arriba. La orden. La vida. Murcia ya pasó, como todo.