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Defensor de los Lectores

Qué valor dar a las redes sociales para el trabajo de los periodistas

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Twitter. Su empleo periodístico es válido si se contextualizan los mensajes y no hay confusión entre emisor y medio. | cedoc

Queda fuera de discusión el hecho, impuesto por la realidad concreta tras su impacto en el mundo virtual, de que las redes sociales siguen ocupando crecientes espacios en la forma de comunicar. Ello hace que el mensaje se potencie y sus objetivos se cumplan según de quién se trate. Tanto cuando es protagonista directo (por ser el emisor) como cuando el post original se reproduce ad infinitum. Hay figuras del mundo de la política que no cesan de emitir tuits de manera casi compulsiva (lo hace, a veces, Cristina y lo hacen de manera desbordante Alberto Fernández, Mazza, Wado de Pedro, Lilita Carrió, Patricia Bullrich, Manes y Milei, Tetaz y Larroque. Twitter es hoy la estrella de este cielo quebrado por la grieta, aunque también protagonizan los debates (no siempre se dan, no siempre son correctos en su forma) Instagram y hasta el superficial tik tok.

¿Qué hacer  con estos mensajes virtuales y virales en los medios periodísticos tradicionales? Es bueno comenzar por una definición por la negativa: no son periodísticos, y tampoco sus emisores lo son, aunque en algunos casos se autotitulen “periodistas ciudadanos”. 

La influencia de las redes en la opinión pública es materia de inquietud y análisis por los responsables de los principales medios del mundo. Son dos los planos en los que las políticas editoriales tratan la cuestión:

*El empleo de los mensajes –tuits, hilos, publicaciones en Instagram o tik tok (no menciono Facebook porque es cada vez menor su incidencia en la opinión pública)– como noticias en sí o como puntos de partida para análisis y columnas de opinión.

*El protagonismo del periodista en la redes por fuera de las políticas editoriales de los medios para los cuales trabajan profesionalmente.

En el primero de los casos, el criterio es tomar los mensajes con pinzas y contextualizarlos. Por vía de lo que circula en redes, se puede caer fácilmente en la trampa de fake news planificadas como tales o por mera impericia de sus emisores. Quienes ejercemos este oficio debemos separar paja de trigo, como lo hacemos con cada información surgida de fuentes no confiables. En el segundo, debe quedar claro para el hombre de prensa que interviene en las redes activamente, que sus mensajes pueden prestarse a una confusión no deseada: que el receptor interprete que lo que el periodista-tuitero escribe es compartido por el medio para el cual trabaja. Este año, la cuestión ha asumido gran valor para medios internacionales de importancia, como The New York Times de Estados Unidos y el británico The Guardian. Tanto, que ambos medios han generado manuales de estilo que limitan la participación de sus periodistas en las redes sociales. “Las cuentas personales de redes sociales son personales, no de nuestra propiedad –advierte The Guardian a sus periodistas–. Pero recuerda siempre que, si estás asociado a nuestro medio, todo lo que publiques, le des me gusta o compartas en las redes sociales, independientemente de la plataforma, es de carácter público y se puede considerar que representa una posición oficial de esta casa editorial, incluso si esa no es la intención”.

Cuestiona Dean Baquet, director ejecutivo de The New York Times; “Echando un vistazo a lo que tuitean, con qué frecuencia, la importancia de lo que tuitean, cuánto tiempo dedican a ello, surge la pregunta: si tu labor es descubrir hechos importantes y contárselos al mundo, ¿es esa la forma en la que quieres pasar el día?”. 

El tema, que importa para que los lectores de PERFIL tengan la mejor de las miradas, no se agota aquí. Volveré soBLEM AEROSOLbre él en columnas próximas.