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Queremos las ondas radiales

A principios de este año, un joven novelista argentino protagonizó una escena graciosa en un bar madrileño. La conversacion entre editores y escritores llevaba ya unas horas entre cervezas y tapas.

Tomas150
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A principios de este año, un joven novelista argentino protagonizó una escena graciosa en un bar madrileño. La conversacion entre editores y escritores llevaba ya unas horas entre cervezas y tapas. Discreta, a un costado, una joven mujer de completo pelo blanco escuchaba con atención las intervenciones y se mantenía al margen, con una mezcla de timidez y humildad. En un momento de silencio, este joven novelista, célebre por sus polémicas declaraciones públicas y sus divertidos yerros en privado, la mira y le pregunta: “¿Y vos, tambien escribís?”. Antes de que la mujer se viera forzada a responder, alguien se adelantó y los sacó del aprieto: se trataba de Belén Gopegui (Madrid, 1963), una de las mas talentosas escritoras españolas de la actualidad. La anécdota tal vez sirva para ilustrar cierta paradoja actual: a pesar de la relevancia que puede adquirir la obra de algunos escritores en sus propios países, esa celebridad literaria rara vez excede las fronteras nacionales, a contramano de los cantos de sirena de los apologistas de la globalización.

Desde su debut literario con La escala de los mapas y hasta su quinta novela, El lado frío de la almohada, Gopegui supo recibir las mieles de la crítica especializada. Pero los comentarios a su nuevo libro, que lleva el hermoso título Deseo de ser punk (y en cuya tapa hay una foto del músico mas punk de todos los tiempos, Iggy Pop), viene siendo dispar; y parece haber sorprendido a más de uno con el giro que le imprime a su obra, ya sea desde la elección de la voz narrativa (el punto de vista de Martina, una adolescente de 16 años que le escribe una larga carta en su cuaderno a un compañero de escuela) como en el vuelco a una prosa en apariencia mucho más sencilla que la que venía exhibiendo hasta ahora.

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Lo primero que podría decirse es que Deseo de ser punk es un libro triste, pero de una tristeza cargada de desengaño y energía, como el de Smells like teen spirit de Nirvana (una canción que, quiza por haberse convertido en un cliché, no es mencionada entre sus favoritas por Martina, que página tras página va encontrándose con los discos de AC/DC, Johnny Cash, los Guns N’ Roses, los Stooges). Martina tiene, como casi todo adolescente, una relación conflictiva aunque afectuosa con su familia y sus compañeros de curso. Pero de un día para otro, cuando muere el padre de su mejor amiga Vera, su vida experimenta un quiebre, y su incomodidad con el mundo que la rodea la lleva a disgregarse entre sus deseos (de hallar su lugar en el mundo, su amor, la música de fondo de su vida) y la incapacidad de verlos realizados. Quizás por eso, o para comunicarle al mundo que las cosas no son como ella espera, planea un atentado musical, un hormonal y candoroso llamado de atención a las masas tomando por asalto una transmisión radial en hora pico (como pretendían los Ramones en We want the airwaves).

¿No podría leerse en Deseo de ser punk una versión abreviada y contemporánea de El guardián entre el centeno? Por supuesto: las dos o tres referencias de Gopegui al libro de Salinger no son gratuitas. Alguien escribió que ésta es, apenas, una “excelente novela juvenil”. Pero en tiempos de estupidez y trivialidad apenas disfrazadas, la sensibilidad e inteligencia exhibidas en este breve libro, disfrutable por adultos o jóvenes lectores, no es algo para despreciar.