La gran movilización espontánea que tuvo lugar durante los festejos del Bicentenario es un mensaje social claro y preciso: la gente está más interesada en la conciliación y el acuerdo que en el conflicto y la confrontación.
Ello adquiere significación porque el éxito de esta movilización dejó en un segundo plano que los actos, desde la perspectiva política, mostraron exactamente lo contrario.
La Presidenta no estuvo en la inauguración del Teatro Colón y el vicepresidente y los ex presidentes no fueron invitados a la comida con la cual el Poder Ejecutivo puso fin a los festejos.
La comparación Centenario-Bicentenario derivó en una polémica histórico-ideológica; la galería de próceres latinoamericanos mostró un sesgo ideológico definido y los portales de entrada al Paseo del Bicentenario estaban ilustrados con críticas a los roles de la Iglesia, las Fuerzas Armadas y la prensa durante el gobierno militar.
La ausencia de Cristina Kirchner en el desfile militar conmemorativo mostró que subsisten los reparos hacia las Fuerzas Armadas, pese a que han transcurrido casi tres décadas del reestablecimiento de la democracia.
Se evidenció así que el país político está dividido, pero no lo está la sociedad. Varios gobernadores entendieron el mensaje. El de Mendoza (Jaque), alineado con Kirchner, festejó el Bicentenario con Julio Cobos. El de Buenos Aires (Scioli) –la figura del oficialismo con mejor imagen– lo hizo con los líderes de la oposición bonaerense.
En la inauguración del Colón, estaban Aníbal Ibarra y Fernando de la Rúa, quienes ejercieron antes la Jefatura de Gobierno. No fueron los únicos casos.
Aunque no se lo diga, los protagonistas de la política creen que van a poder utilizar el fenómeno social que se ha generado. A los dos días del 25 de mayo, desde el oficialismo figuras conspicuas lanzaron el Kirchner 2011 y desde el entorno de Macri se hizo trascender que el éxito alcanzado con el Teatro Colón iba a permitir revertir las dificultades políticas generadas por la causa de las escuchas.
La experiencia muestra que estos hechos no se capitalizan. En 1986 Argentina ganó el Mundial de Fútbol y al año siguiente el gobierno de Alfonsín perdió la elección legislativa.
La cuestión ahora es si va a existir la capacidad de reflexión y acción en la dirigencia para introducir los cambios que la gente reclama, aunque lo haga en forma difusa e imprecisa.
Un siglo atrás existió. El país de 1910 podía mostrar éxitos indiscutibles en lo económico, ya que Argentina era el décimo PBI del mundo y el séptimo país por su volumen de exportaciones; en lo educativo era el más alfabetizado de América latina, superando incluso a la mayoría de los países de Europa; era la nación americana que estaba recibiendo más inmigración europea de acuerdo con su población, y en lo social, como señala Francis Korn, para entonces el 77% de las empresas industriales eran propiedad de extranjeros y también lo eran el 82% de los comercios; asimismo, el 94% de las construcciones eran de ladrillo y quienes vivían en conventillos –la peor vivienda de la época– eran el 12% de quienes habitaban en las ciudades.
Pero frente a estos éxitos, la gran asignatura pendiente era el sistema político, ya que votaba menos del 10% de quienes tenían el derecho de hacerlo y en los hechos quien estaba en el poder terminaba eligiendo su sucesor. No había una democracia realmente competitiva ni participativa.
En 1910 el país se confrontó consigo mismo y al año siguiente se sancionó la ley de voto universal, secreto y obligatorio, que fue la reforma política más importante realizada en los dos siglos de historia argentina.
¿Cuáles son las asignaturas pendientes de hoy y cuáles las medidas para resolverlas?
La situación quizá parezca a la inversa que un siglo atrás. Con virtudes y defectos, Argentina está viviendo el período democrático más prolongado desde la sanción de dicha ley.
Las asignaturas pendientes parecen estar más bien en el ámbito económico y social, donde un siglo atrás se podían mostrar los éxitos.
Buscar el consenso para definir qué hay que hacer y cómo hacerlo, quizá sea el desafío que el Bicentenario deja para la dirigencia argentina en su conjunto.
*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría .