Cuanto más se comprueba en qué medida crecieron los precios en el sector inmobiliario norteamericano a lo largo de los últimos 30 años, se expandieron los “derivados” (instrumento financiero que se construye sobre algún activo como el precio del petróleo) y detonó el endeudamiento privado, más se experimenta la sensación de estar ingresando en la terra incognita latina (inscripción de los primeros planisferios para nombrar los sitios desconocidos). Surgen de inmediato dos preguntas y una alusión. Las preguntas: ¿cuán dramática será la caída de la economía global? y ¿cuánto durará? La alusión: nuestros antepasados ilustraban las tierras incógnitas con animales mitológicos amenazantes. Lo que queda por descubrir siempre ha suscitado en el género humano un híbrido de curiosidad creativa y de temor a la intemperie. Pero el hombre ha superado la inquietud y se ha lanzado a la respuesta de los interrogantes.
La actual crisis económica tardará más tiempo en irse del que le insumió mostrar su peor rostro. La propaganda denominada “retoño verde” –se trata de una expresión jubilosa acuñada por Ben Bernanke, el jefe de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que quiere indicar signos de vitalidad en la economía– más que mostrar una recuperación, lo que desnuda apenas es que el derrumbe no se está acelerando.
Si de volar sin instrumentos se trata, hacerlo acompañado brinda un cierto alivio. El analista de riesgo y matemático británico Stephen Wheeler sostiene que existe un nivel natural de actividad económica, y que por encima o por debajo de ese tipo de actividad, el riesgo crece exponencialmente. En consecuencia, una actividad enteramente nueva, sin precedentes ni previsiones financieras, tendría aproximadamente un 100% de riesgo de fracaso. Añade a su análisis el hecho de que la confianza no constituye un estado natural, al menos en el sentido de que lleva mucho tiempo y actividad adquirirla y se la pierde instantáneamente. Alineando el concepto de “nivel natural de actividad económica” con el de “fluctuación de la confianza”, resulta que el exceso de confianza ocasiona un riesgo sistémico y que los países centrales han venido sufriendo un efecto de “sobreconfianza” desde la Revolución Industrial. Mirado con los ojos responsables de “un buen hombre de negocios”, está a la vista que sistemas financieros y de negocios como los “derivados”, el mercado accionario y actividades bancarias basadas en la hipervaloración de activos inmobiliarios sólo fueron posibles por una hipertrofia artificial de la confianza con un correlativo aumento del riesgo.
Así las cosas, cuando el exceso de confianza se pierde, la confianza carece de un nivel natural sobre el que caer y reposar, y es reemplazada por la desconfianza. Es curioso comprobar que si bien la palabra confianza posee su equivalente en inglés (confidence), la expresión disconfidence no figura en ningún diccionario. En estas condiciones generales, el proceso de toma de decisiones pierde naturalidad, se torna crecientemente coyuntural, abandona la pretensión sistémica y se materializa en actos erráticos. En la práctica, esto se traduce en órdenes institucionales que se llevan a la práctica y se convierten en hechos, sin que la decisión que debería precederlas haya sido tomada con bases sólidas. Cuando el asesor económico de Obama, Lawrence Summers, animó a los gobiernos de todo el mundo a inyectar más dinero en la economía, según el Financial Times lo hizo priorizando la urgencia al objetivo de combatir los desequilibrios globales responsables de la actual crisis económica.
La siguiente pregunta es: ¿están los sistemas financieros y productivos en condiciones de poner sus cuentas en orden sin que el sistema global colapse? La desocupación real en España y los Estados Unidos (sólo por poner dos ejemplos) ¿no se está avecinando al nivel a partir del cual las personas dejan de buscar un trabajo después de tanto no encontrarlo, y de pagar sus impuestos?
La Argentina no ha sufrido semejantes consecuencias de la “sobreconfianza” acaso porque su condición “natural” es el escepticismo activo. Más allá de la sociología, lo cierto es que la incidencia en la actividad económica del sistema financiero ha sido y es ligera, y la economía no necesita desapalancarse demasiado dado que nunca estuvo apalancada como la del llamado “Primer Mundo”. El país está bastante cerca de su nivel natural de actividad, que debe ser mejorado con medidas relacionadas con las finanzas selectivas, la tecnología, la adaptación a las condiciones climáticas, la perseverancia y otros factores. Algunas de estas cuestiones explican por qué China ha sido tan exitosa en su desarrollo industrial: cada vez que tuvo que comenzar un nuevo emprendimiento, midió con realismo sus capacidades y se asoció con compañías de los países centrales que ofrecían tecnología probada, sistemas y acceso a mercados propios y a terceros países. Allí hay una lección de la que se puede aprender.
Es evidente que el núcleo de las capacidades argentinas reside en el complejo agroindustrial. Un socio natural de las proteínas es China, que tiene población al mismo tiempo que Argentina tiene alimentos. Agregar valor a los productos locales usando tecnología propia, china y mixta, con la propulsión de empresas binacionales y vender el resultado en principio a los mercados chinos puede ser un primer mandamiento en un plan general de acción respecto del mundo renqueante que viene.
El 16 de junio, en Ekaterimburgo (Rusia), los cuatro miembros del denominado BRIC (Brasil, Rusia, India y China) discutirán una agenda amplia, en la que figura el futuro del dólar como moneda de referencia, la reforma de las instituciones internacionales, la seguridad y el régimen de comercio mundiales. En otras palabras, cómo reducir la fractura expuesta que padece el planeta. El secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia brasileña, Roberto Mangabeira Unger, aclaró que el debate se plantea desde el punto de vista del análisis, esto es de las ideas, para dar combustible al sistema posterior de toma de decisiones. Un promisorio cuadrilátero para que Argentina intente con humildad y con constancia algo más que conseguir platea en el ring side.