Como muchos otros argentinos (aunque el rating de la transmisión en directo fue más bajo que el esperado por el Gobierno) seguí este último martes 24 de agosto la performance televisiva de la señora Presidenta. Me acordé de la expresión consagrada –primero por Pink Floyd y luego por Queen– “the show must go on”: el espectáculo debe continuar. Desde el punto de vista de la dramaturgia televisiva fue interesante: tuvo tiempos densos y tiempos calmos bien ritmados, un juego convincente con los expedientes del caso sobre la tarima, una mirada selectiva a los presentes en la sala y alguna interpelación directa a fulano o a mengano. Las expresiones irónicas o sarcásticas “cerraban” cada momento discursivo provocando, como era de esperar, el aplauso inmediato del público. Es verdad que las panorámicas de la cámara parecían estar buscando a las muchas caras que faltaban, pero no importa: la Presidenta transmitía comodidad y convicción en su rol. Ella misma aludió a su entrenamiento de abogada para estas puestas en escena. Planos fijos reiterados de una mesa cubierta de expedientes: materialización, claro, de un formidable trabajo de investigación. No podrá competir para los Grammy, pero me hizo pensar en la heroína de The Good Wife: allí, también, la brillante abogada tiene que ejercer su profesión permanentemente perturbada por los serios problemas del marido. Terminado, el show me pareció un toque de atención (con perdón de la fórmula) sobre lo que se viene. Pensé entonces, en algunas reglas de conducta que someto a la consideración de aquellos conciudadanos que comparten, en mayor o menor medida, mis inquietudes.
1. Poner punto final a la inatención, la falta de interés o la indiferencia. Nos esperan tiempos difíciles, la tensión política y social va a ir en aumento y la ciudadanía será reiteradamente invitada a ocupar el lugar de espectadores pasivos de malabarismos destinados a generar asociaciones mentales sin razonamientos, climas afectivos sin argumentos, convicciones sin hechos ni pruebas. La voluntad de manipulación de la opinión pública no tendrá límites.
2. Ante la propaganda oficial, que será cada vez más intensa y omnipresente (y sin tandas publicitarias, puesto que está financiada con el dinero público), preparemos el estado de ánimo y la distancia crítica necesarios para poder ejercer nuestra capacidad de formular los juicios morales que correspondan: las trampas nos esperan a la vuelta de cada esquina. La voluntad de manipulación de la opinión pública no tendrá límites.
3. No demorarnos en tal o cual frase, en el pronunciamiento puntual de éste o de aquél, en la afirmación aislada de uno u otro ministro, en la focalización en tal o cual dato estadístico; la construcción discursiva del kirchnerismo es global, y los dispositivos de persuasión sólo se vuelven visibles a nivel macroscópico. En su show del día martes, la señora Presidenta pasó largos minutos recreando el clima del Proceso, leyendo uno tras otro los artículos del Acta Número 1 de la Junta Militar, publicada el 29 de marzo de 1976 –que nada tenían que ver con el tema en cuestión– para poder inducir, con la ayuda de la original categoría de “libertad ambulatoria”, la asociación entre la venta de Papel Prensa y la represión militar, la tortura y la violación de los derechos humanos. La voluntad de manipulación de la opinión pública no tendrá límites.
4. Prepararnos para ir desarticulando, con paciencia y sentido común, una larga lista de golpes de efecto destinados a invadir el espacio público. Fibertel y Papel Prensa son apenas los dos primeros episodios. Los Kirchner son nuestro Lost nacional: están perdidos, pero cada nuevo episodio será más sensacional que el precedente. La voluntad de manipulación de la opinión pública no tendrá límites.
5. Convencernos de que tenemos una Argentina para desarmar y no para armar: esa Argentina exitosa que la comunicación oficial irá construyendo a lo largo de los próximos meses, apropiándose de todos los factores, presentes y pasados, propios y ajenos, controlables y no controlables, que permitan presentarla como el producto del “modelo” kirchnerista. La voluntad de manipulación de la opinión pública no tendrá límites.
Recordar, ante esta voluntad del Gobierno, que toda manipulación de la opinión tiene, en democracia, límites: los que la ciudadanía, manifestándose de múltiples maneras en el espacio público, decida ponerle.
*Profesor plenario, Universidad de San Andrés.