Retenciones sin resultados

El Comentador de Libros se tiene que inscribir en el Monotributo (¿aportante eventual? No le conviene. Han puesto un monto mínimo anual, y es elevado).
Llena los formularios, concurre a su agencia, imprime su credencial en el locutorio de la esquina. Tiene que aportar 33 pesos por mes en concepto de impuestos.
Por comentar un libro nuevo le pagan, a razón de uno por mes precisamente, un monto total de cien pesos.
No es experto en materia de números, pero por suerte las cifras redondas lo favorecen en el arte de calcular. El fisco le retiene exactamente un 33% de lo que percibe. Hay meses que vienen pobres en libros para reseñar, y el Comentador de Libros puede que no comente ninguno.
Al fisco no le importa: retiene como si tal cosa los mismos 33 pesos de siempre, en nombre de lo que concibe como “riesgo profesional”.
Ese mes el Comentador se ve en la necesidad de apartar el dinero de algunos de los otros pagos de alguno de sus otros trabajos, que son en relación de dependencia, para cumplir con una retención que ya no sabe bien retención de qué vendría a ser.
Al Comentador de Libros todo esto se le antoja injusto (¿33%? ¡La tercera parte de lo que gana!) y concibe un plan que de antemano reputa infalible. Verá de unirse a otros pequeños productores de textos y entre todos bloquearán el suministro de reseñas bibliográficas a la población.
Faltos de orientación en lo atinente a lecturas, no sabiendo en absoluto qué libros descartar y a qué libros prestar atención, los ciudadanos se lanzarán a las calles a hacer sonar sus marmitas, sus lecheritas, sus ollas aceradas, sus flamantes woks y sus viejos ralladores, o bien las bocinas poderosas de sus Volvo, de sus Audi, de sus lindos Mini Cooper, felices de participar y de tener protagonismo en la historia.
A menos que consideren, cosa que tal vez convendría tener en cuenta, que plantando soja se forja la Patria y comentando libros no.