La sala queda en penumbras. Darío Sztajnszrajber, escritor, profesor de Filosofía, se adelanta a proscenio y desde ahí, bajo el foco de un cenital, pregunta al público, en realidad a cada uno: “¿Cuánto hace que no te sacás?”. Así comienza y sigue, durante hora y media, reflexiones sobre el amor, la muerte, el ser, una banda de música que lo acompaña, canciones populares del rock, recuerdo Barro tal vez, del Flaco Spinetta, y poco más, porque para mí el espectáculo terminó en la primera frase. No sé bien qué pasó después.
¿Cuánto hace que no te sacás? Tal vez, esa provocación inicial era la síntesis de todo lo que se proponía hacer saber sobre la filosofía. Que consiste en eso. En preguntas frente al espejo. En Cuestiones con la vida, como tituló su libro de poemas Humberto Constantini. En activar ese tipo de asociaciones libres. De Constantini a Machado, “Converso con el hombre que siempre va conmigo, quien habla solo espera hablar a Dios un día...”.
El mundo se está sacando. La Iglesia de Inglaterra nombra a la primera mujer obispo. Francia reduce de 22 a 13 sus provincias y ahorra 10 mil millones de euros en burocracia y empleos públicos inútiles. Obama habla con Raúl Castro, intercambian presos y comienza el trámite para restablecer las relaciones diplomáticas después de 53 años y a 25 de la caída del Muro de Berlín. Las partes aseguran que la mediación del papa Francisco fue decisiva. Francisco se saca de Bergoglio.
El mundo se mueve y nosotros acá, quietos. Haciendo declaraciones, pegando al vacío como gallitos ciegos. Reponiendo al incapaz, vulgar y fracasado Aníbal Fernández, el prófugo de Quilmes, que salió del baúl y le dio las llaves del auto y de la intendencia a su chofer y sucesor, Villordo. Así está Quilmes, la ciudad. Así está Quilmes, el club. Aníbal presidente. Caníbal.
Nada personal. Es sólo un nombre. Un tipo procaz, soez, que remite a lo peor de nosotros. Está ahí desde el menemismo. Y casi veinte años después, Cristina recurre nuevamente a él. Como si no hubiera otros, como si no hubiera algo mejor. Nada personal. Sacás un Fernández y ponés un Recalde y es lo mismo. Hay decenas. Se formaron al amparo del menemismo y del kirchnerismo, versiones de lo mismo que buscan ahora prenderse al próximo “ismo”.
Pero, volviendo al filósofo, ¿qué pasa con nosotros que no nos “sacamos”? De todo esto, de lo que pasa, de lo que nos humilla. Las nuevas tecnologías nos permiten ver lo que antes se ocultaba. Ahí la tenés a Ella en YouTube, diciendo que si un presidente no se atiende en un hospital público, eso quiere decir que no hay salud pública. Ella se atiende en sanatorios privados. ¿Y? ¿Qué pasa? Nada.
Nada. Ese es el tema. Mienten a mansalva. Recaudan, de la obra pública, de las coimas, invierten en comprar hoteles, diarios, revistas, contratan espías, tuiteros, mercenarios que ejercen de periodistas. Ellos lavan y después nos centrifugan a todos. Así estamos, secos, hartos, arrugados, calientes. Reescriben la historia, el pasado, el presente, se la leen y se la creen. Encima se la creen. Se creen la patria, buitres.
El final del año, de esta conversación, da como para decir, “saquémonos de una vez a estos tipos de encima”. Pero sería la expresión de una fantasía medio adolescente. La realidad no se cambia desde el deseo, sino desde la acción. Si el país no se mueve, será uno el que tendrá que salirse de su lugar. Sacarse es, al fin, sacarse de uno mismo. De la rutina, de la repetición de lo que ya se sabe que no da, de los hábitos, las consignas, los dogmas.
Si me permiten, me despido con Machado: “Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto escribo, a mi trabajo acudo, con mi dinero pago, el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”.
*Periodista.