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Salir con plan económico integral

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El actual gobierno no levanta el cepo porque los problemas que llevaron a establecerlo no sólo continúan vigentes, sino que se agravan día a día. En el primer bimestre de 2014 la política monetaria se ha relajado y la base monetaria pasó de crecer al 19% (cuando se fue Fábrega) al 30% (ahora con Vanoli) interanual.

Actualmente, el dólar real (ajustado por inflación) enfrenta una situación de equilibrios múltiples debido a la falta de confianza y credibilidad. ¿Qué quiere decir? Que si se abriera el cepo (si el BCRA no quisiera perder reservas y dejara flotar el tipo de cambio), el tipo de cambio nominal sobrerreaccionaría y se sobredepreciaría por sobre su equilibrio, generando una aceleración inflacionaria que “más que se comería” la previa depreciación; exactamente igual que en enero de 2014. Por el contrario, si bajo las actuales condiciones el BCRA abriera el cepo y buscara impedir que el dólar nominal se encareciera mucho, la autoridad monetaria perdería la mayor parte de sus reservas que actualmente ascienden a us$ 16 mil millones sin maquillaje y depósitos privados en dólares. En este escenario, la devaluación final y el espiral inflacionario terminarían siendo aún más fuertes que en la anterior alternativa. Claramente, cualquiera de estas dos posibilidades constituiría una salida desordenada del cepo que generaría mayor estanflación que la actual.

La próxima administración deberá salir del cepo, porque se necesita credibilidad en las políticas macro. Debe haber una salida ordenada del cepo, lo cual implica que haya un plan integral detrás.

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Del cepo no se puede salir de un día para otro, porque hay que generar las condiciones para poder eliminarlo. Dado que el cepo esconde un exceso de pesos y teniendo en cuenta que el BCRA no puede hacer crecer la demanda de dinero en el corto plazo, el sobrante de pesos deberá ser corregido por medio de la absorción monetaria (bonos del Central) en 2016.

Actualmente no se sabe qué exceso de pesos presentará la economía en diciembre próximo. Lo que sí está claro es que (dada la relajación monetaria ya existente y el aumento del déficit esperado) muy probablemente sea mayor al actual (4% del PBI). Sin saber cuántos pesos “de más” habrá que sacar, no se sabe la magnitud de la política a aplicar, ergo, no se puede conocer con precisión cuánto tiempo demandará efectivizar el retiro del cepo.

Muy importante: el retiro del cepo también exige que el nuevo gobierno anuncie y aplique un plan de reducción del gasto que elimine la dominancia fiscal. Hay que ajustar el gasto para evitar que “salgan” pesos por una ventana y “entren” por otra. Concretamente, la eliminación de los pesos sobrantes y la reducción del gasto público en términos del PBI son dos prerrequisitos fundamentales para que la próxima administración pueda quitar el cepo. Esa reducción del gasto debe ser acompañada con una baja de la presión tributaria que incentive la inversión, la generación de puestos de trabajo y el crecimiento en el sector privado de la economía.

También harían falta un tercer y un cuarto requisitos, que serían institucionalizar (con nueva carta orgánica) un BCRA con fuerte sesgo antiinflacionario y promover un nuevo marco regulatorio para los servicios públicos que promovería ingresos de dólares al sector energético. Esto último lleva más tiempo, pero su anuncio, acompañado de la efectivización de las otras medidas (de más acelerada aplicación), potenciaría un círculo virtuoso de credibilidad.

La credibilidad no se logra de un día para otro porque se construye haciendo coincidir las palabras con las acciones, por lo que se la construye sólo gobernando; y lleva tiempo. Pero dicha credibilidad será fundamental para apuntalar (que no caiga al abrir el cepo) la demanda de dinero y contribuir a que el mercado monetario se limpie más fácil y rápidamente. Con la credibilidad construida, el BCRA podrá remover el cepo y el dólar flotar libremente hasta su nuevo valor de equilibrio sin que se pierdan reservas ni se genere un fuerte proceso inflacionario. Este plan integral gozaría del beneficio de tener un termómetro de que las “cosas” se están haciendo bien: el tipo de cambio nominal debería comenzar a apreciarse a medida que el círculo virtuoso comenzara a rodar.

 

*Economista especialista en moneda. Profesor de la UBA.