Conocedor del paño, un encumbrado dirigente macrista, desde siempre con información precisa, entrega un dato y despacha al interlocutor: “Ya tenés para un libro de investigación”. No siempre es así, pero el latiguillo cae sobre el lomo del gremio de prensa que supo tener un cuarto de hora en las librerías con textos basados en escasos datos. Para el debate, el Gobierno tiene, en cambio, para una novela económica. A veces la dinámica de ensayo y error, el dogmatismo ideológico de unos, la soberbia de otros y la falta de comprensión de todos concluyen en la incertidumbre de los actores económicos, y alimentan un incalculado rebote inflacionario o cierta crisis por el valor del dólar.
La semana que pasó será recordada por dos hitos fundacionales del macrismo, y tal vez de la historia económica del país. La inauguración de las sesiones del Congreso, signada por un discurso de Mauricio Macri que focalizó sus objetivos en la lucha contra la inflación. Y también en la conclusión de un acuerdo con los fondos buitre más duros, con una manito tendida por el juez Thomas Griesa, gracias a la cual la Argentina puede salir del default técnico y empieza a quedar habilitada para volver a los mercados internacionales. Sólo que necesitará del concurso de la oposición en el Congreso.
Ciertas incoherencias en el debate legislativo proveniente de la bancada opositora mueven a solidaridad con la negociación encarada por el Gobierno. En la tribuna oficial, se sienten los Messi de las finanzas internacionales. Pero, se sabe, el mejor futbolista de la historia para los argentinos es un pecho frío, y el discurso técnico no cala hondo en la popular, que siente más de cerca el golpe de las góndolas y siente más afines los argumentos maradonianos trasladados a la política.
El Gobierno soslaya este aspecto, y pierde algunas batallas bien jugadas para la técnica económica por no explicar u operar políticamente con contundencia. Sin embargo, su problema son los mercados y su discurso. Ejemplo de las carencias comunicativas fueron las respuestas de Alfonso Prat-Gay a su antecesor Axel Kicillof en el Congreso, respondiéndole fundadamente que sus negociaciones habían sido francamente ruinosas en contraste con las que se están cerrando por estas horas. Tales argumentos, potenciados en exceso por algunos medios, son empero para un “libro de investigación”. Se quedan en un titular.
Mientras, Prat-Gay, aún con aval de Macri, tiene que atajar los Exocet sobre sus decisiones de política económica que le disparan desde la otra esquina de la Plaza de Mayo, sin ir más lejos. De allí a las mesas de dinero y a otros operadores hay un paso. El eje de la desconfianza es la incomprensión del gradualismo decidido y adoptado por el Gobierno. Se le pide un superajuste fiscal y monetario. Ante su inexistencia, se duda de la política antiinflacionaria, se vuelcan pesos a los dólares y se recalienta el mercado. Federico Sturzenegger, dispuesto a bancar al mercado, no intervino hasta el martes, cuando el dólar tocaba $ 16 y fue obligado a colocar US$ 500 sobre la mesa y enfriar todo. A la vez, subió las tasas de interés.
Ahora que Prat-Gay está cerca de un nuevo “hat trick” en los tribunales de Nueva York, quienes ven inconsistencias se apuran. Y, como dice el economista Dante Sica, hoy, como siempre, el dólar actúa como el mensajero de los problemas. Y el problema es que el enfriamiento vía el alza de la tasa de interés y la contracción de la base monetaria, podría “activar tendencias recesivas.
Festejos. Relatan los negociadores de la deuda liderados por secretario de Finanzas, Luis Caputo, el subsecretario Santiago Bausili y el vicejefe de gabinete Mario Quintana que el éxito de las negociaciones se basó en presentar a la Argentina como un negociador serio. Y que el “special master” Dan Pollack decididamente tuvo un vuelco favorable cuando el país propuso pagar “cash” a los bonistas. Que todo casi se caía cuando se discutió la confidencialidad de la propuesta y que pudieron festejar recién después del fallo de Griesa del 19 de febrero, que le asestó un mazaso a los fondos.
Las negociaciones fueron un encastre de negociaciones que involucraban decenas y cientos de demandas y acreedores. Por eso, reconocen que la derogación de las leyes cerrojo, la autorización de endeudamiento y de pago a los holdouts admite escasos cambios. No hay lugar para cambiar un centavo la propuesta. Aunque el Gobierno es optimista, también reconoce que, en el Congreso, todo puede suceder. Como seguir pagando la Argentina una tasa por financiamiento del 12% o tratar de acceder a otra del 5%. Puede ser una novela de terror, o un caso de investigación.