La Presidenta afirmó en un encuentro empresario que no se pueden bajar impuestos regresivos, como el mal llamado “a las ganancias” en el caso de los trabajadores, pues de lo contrario, no habría dinero para sostener la inversión. Ello es falso. La propia inversión pública está bajando mientras que la presión impositiva (incluyendo al impuesto inflacionario) está creciendo. La inversión privada está bajando porque están cayendo el consumo interno por la pérdida de poder adquisitivo, y las exportaciones por la pérdida de competitividad que genera el retraso del tipo de cambio real.
Si mayor presión fiscal generara un círculo virtuoso, cuanto más altos sean los impuestos explícitos y la inflación, más altos serían el consumo, la inversión y las exportaciones. La realidad, una vez más, mata al relato.
El Estado hoy no puede bajar impuestos porque están desbordadas las cuentas públicas, y el gasto público está mal orientado. Hoy el gasto público debiera procurar incrementar la Demanda Agregada. Sin embargo, en una proporción muy alta logra lo contrario.
La mayor parte del déficit de Aerolíneas se genera en rutas internacionales que utilizan los argentinos para viajar. ¿Es progresista que la inflación y el impuesto a las ganancias le bajen el poder adquisitivo a sectores medios para que los de mayores ingresos viajen al exterior más barato?
En el caso de los subsidios a la energía pasa lo mismo, en lugar de mantener los subsidios a quienes todavía lo necesitan, el Estado sigue subsidiando a casi toda la demanda y quienes más recursos tienen siguen sin pagar el costo de lo que consumen. Esto se repite en otros servicios públicos.
Sin cenas gratis. No existen las cenas gratis. El costo de la energía que muchos no pagamos en las facturas lo cubre el Estado. Como el Estado no tiene ni recursos corrientes ni financiación suficiente, emite moneda que genera pérdida del poder adquisitivo de quienes tenemos pesos. La parte del costo que los sectores con recursos suficientes no pagan en sus facturas lo terminan pagando los sectores de bajos recursos con el impuesto inflacionario.
Si los sectores de más recursos pagan lo que corresponde, bajaríamos tanto el déficit fiscal como la necesidad del Gobierno de emitir o endeudarse. En la situación que hoy vive nuestro país, sacarle el subsidio a quien no lo necesita bajaría la inflación a mediano plazo y aumentaría la demanda agregada. Los sectores de menores recursos consumen proporcionalmente más que los sectores de altos recursos. Lo que ahorran los sectores de altos recursos muchas veces no se vuelca al ciclo productivo, pues ante la desconfianza e incertidumbre actual, lamentablemente ese ahorro no financia inversiones locales, termina en cajas de seguridad o en el exterior.
Por otra parte, si los subsidios se aplicaran de manera racional, los precios o tarifas que pagaríamos los usuarios permitirían que muchas de las inversiones que hoy debe hacer el Estado por falta de interesados las haga el sector privado, que para hacer esas inversiones posiblemente traería divisas del exterior mejorando nuestro stock de reservas.
Los subsidios hoy no son parte de la solución, son parte del problema. Si la generalización de subsidios fuera deseable, su aumento descontrolado en los últimos años debió haber mejorado nuestra economía. Ocurrió lo contrario.
El “modelo” que promovía la producción y el empleo era el que tenía superávit fiscal y de cuenta corriente. El desborde de los subsidios no mejoró el modelo, lo perforó.
Señora Presidenta, se pueden bajar los impuestos y aumentar las inversiones. Se pueden reducir subsidios y mejorar el poder adquisitivo de quienes menos tienen si se aplica una política progresista.
Hay muchas maneras de apagar un incendio, algunos necesitan agua, otros espuma. Usted esta situación la está enfrentando con nafta. Para mejorar nuestra realidad cotidiana no necesitamos ni relato ni magia, con sentido común alcanza.n
*Economista. Ex Subsecretario de Combustibles de la Nación.