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kirchner redobla su campaa para deteriorar a cristina

Según él, la dura es ella

La despiadada campaña de Néstor Kirchner para deteriorar el poder de su esposa sigue a toda marcha y cada día es más exitosa. Su autismo autoritario ha logrado verdaderos milagros en muy poco tiempo. Por ejemplo, que la caída de la imagen y la credibilidad del Gobierno sea tan pronunciada que aún no encuentre su piso y obligue a muchos encuestadores oficiales a recurrir al “no sabe/no contesta”, cuando se le preguntan datos concretos.

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La despiadada campaña de Néstor Kirchner para deteriorar el poder de su esposa sigue a toda marcha y cada día es más exitosa. Su autismo autoritario ha logrado verdaderos milagros en muy poco tiempo. Por ejemplo, que la caída de la imagen y la credibilidad del Gobierno sea tan pronunciada que aún no encuentre su piso y obligue a muchos encuestadores oficiales a recurrir al “no sabe/no contesta”, cuando se le preguntan datos concretos.
Pero el drama de mayor gravedad institucional –sin duda– es la fractura expuesta con el vicepresidente de la Nación, Julio César Cleto Cobos, a quien en un santiamén transformaron en un traidor. Así lo proclamó Hebe de Bonafini, quien hoy es la mejor intérprete del pensamiento descarnado de Néstor Kirchner. Cobos fue condenado a convertirse en un glaciar más cercano a la Siberia que a El Calafate por haber cometido el terrible pecado de actuar con sensatez. No hizo otra cosa que convocar al diálogo y –en medio de tanto grito de guerra– tratar de escuchar las opiniones de los gobernadores, intendentes y ruralistas. En el reino de la intransigencia kirchnerista eso es considerado conspirativo y destituyente. Hasta hace unas semanas, Cobos era el símbolo máximo de la “concertación plural” y por eso fue el compañero de fórmula de Cristina. Hoy es la expresión de la “desconcertación singular” que aqueja al Gobierno.
Después de exasperantes y crispadas batallas contra todo el mundo, ahora Néstor Kirchner decidió combatir contra el sentido común. Se está ahogando y, sin embargo, rechaza el salvavidas que le quiere tirar su propio bloque de diputados. No ayuda ni se deja ayudar. Es una especie de adicto al poder al que  –en medio de un síndrome de abstinencia– hay que atarle las manos para que no se lastime a sí mismo. El jueves a la noche amenazó a los legisladores del Frente para la Victoria que están buscando consensos y no votos, como resumió Cobos. En un discurso que vale la pena analizar minuciosamente los trató de cobardes y por eso les ordenó que “tengan coraje, se la jueguen y piensen en el pueblo”. Y después de citar elogiosamente “al compañero Juan José Zanola” en seis ocasiones, se sintió John William Cooke y dijo: “No podemos tener un cuadro de Perón o Eva o una foto del Che colgando en la pared y retroceder cuando arremete un grupo de oligarcas”. El infantilismo funcionario se hizo caricatura cuando fustigó al FMI y a los 90, “la segunda década infame”, y fue aplaudido por un Zanola que, según el sitio oficial de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), fue caracterizado por la Agrupación Nacional de Trabajadores Bancarios como un “cómplice de la dictadura militar, Menem y los grupos económicos”. Ni hablar de la megacausa en la que está involucrado junto a varios burócratas sindicales por el presunto desvío de 350 millones de dólares del Banco Mundial que estaban destinados a reconvertir las obras sociales. Para decirlo más claramente todavía: los muchachos de la CTA afirman que Zanola anda con patotas de la barra brava de Huracán pero no resiste un google.
Si el vicepresidente Cobos es un traidor y muchos intendentes y diputados propios son claudicantes, qué quedará para el senador Roberto Urquía, otrora vanguardia de la burguesía nacional al igual que Gustavo Grobocopatel, según Cristina. Ahora ambos fueron arrojados poco menos que a la basura de la historia por meras conveniencias coyunturales. El use y tire sin culpa debería encabezar la lista de las 20 verdades kirchneristas.
La masa de ex o actuales gobernadores que ya no comparten la vereda de Kirchner con más o menos protagonismo tiene bastante representatividad dentro del peronismo. Eduardo Duhalde y Felipe Solá, en Buenos Aires; Carlos Reutemann y Jorge Obeid en Santa Fe; José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti en Córdoba; Jorge Busti en Entre Ríos; Mario Das Neves en Chubut (“soy peronista y no kirchnerista, porque no me escuchan en la Casa Rosada”); Alberto y Adolfo Rodríguez Saá en San Luis; Sergio Acevedo en Santa Cruz; Ramón Puerta en Misiones y Juan Carlos Romero en Salta, y hasta el merecidamente muy desprestigiado Carlos Menem en La Rioja, entre otros, son referentes partidarios con estructura y recursos.
Incluso entre los aliados no peronistas, el matrimonio Kirchner ha ido perdiendo figuras importantes por tantos errores no forzados. La mirada transversal quedó sepultada hace tiempo. El socialista santafesino Hermes Binner está con el campo casi en defensa propia y reclama más federalismo y menos hiperpresidencialismo. Luis Juez ya es una ametralladora crítica imparable contra el Gobierno. Y el porteño Aníbal Ibarra opinó que “los errores del Gobierno, que por momentos dejó en manos de Luis D’Elía la comunicación, tienen un costo político que no se sabe si tendrá retorno en 2009” y que “la filosofía de la rendición incondicional no es buena para el Gobierno ni para nadie, porque no es cierto que la pelea hoy sea entre democracia y golpe de Estado”. Nadie puede acusar al ex jefe de Gobierno porteño de tener la lógica de los terratenientes. Es un emergente típico de la clase media porteña progresista que lo votó. Hoy sigue trabajando con Miguel Bonasso y Carlos Heller. Como conclusión, dijo: “Yo no quiero el fracaso del Gobierno, pero todos estos errores están socavando los éxitos anteriores”.
Del lado de los concertadores plurales alcanza con ver dónde quedó su jefe, Julio Cobos. Muchos intendentes “radikales” lo respaldan y algunos gobernadores también. Están en asamblea permanente y discuten todo tipo de salidas. Descartan el camino de presentar la renuncia que tomó Chacho Alvarez en su momento y no se imaginan –por ahora– una presión tan perversa como para obligarlo a dejar la línea sucesoria para que se vaya a su casa. Algunos quieren volver al radicalismo y otros se atreven a imaginar nuevas agrupaciones diciendo, sin ponerse colorados, que “Julio sacó tantos votos como Cristina”.
Como puede verse, la hemorragia de poder es brutal. El aislamiento empieza a tener visos de mesianismo, porque se recluta lo que venga mientras sea leal y verticalista. No importa la ideología y mucho menos la ética. En ese sentido, otro logro histórico del kirchnerismo en decadencia fue haberle hecho recuperar la voz a Gerardo Martínez, jefe de la UOCRA. Tomó el micrófono para defender al Gobierno, al lado de Hugo Moyano, después de la reunión de la CGT con Kirchner. Hacía mucho tiempo que Martinez tenía el perfil en el subsuelo. Sobre todo después de haber sido el modelo de sindicalista preferido por Carlos Menem, después de haber auspiciado con su gremio el programa de Bernardo Neustadt, de compartir con Zanola la megacausa por el desvío de fondos y de sentir temblar el piso a sus pies con la histórica investigación de Telenoche Investiga. Varios de sus amigos más cercanos fueron filmados con cámara oculta mientras recibían coimas de los empresarios para mirar para otro lado ante los incumplimientos de las medidas de seguridad que llevaron a tantos albañiles a la muerte “a contramano, entorpeciendo el tránsito”, como denunció en su canción Chico Buarque.
Entre los empresarios industriales amigos del Gobierno también cunde el pánico porque el dólar se cae a pedazos. José Ignacio de Mendiguren fue el vocero que advirtió que “así deja de ser competitiva la producción y se fomenta la bicicleta financiera”.
En su desesperación, el presidente de facto apela a los despreciables métodos de las apretadas. Un histórico diputado peronista lo expresó como pregunta. “¿A quién están presionando las carpas y movilizaciones piketeras frente al Congreso? A nosotros”, se respondió solito. “¿A quién van dirigidas las amenazas de tomar Canal 7 y Radio Nacional o de meter palos y gases de Hebe de Bonafini? A nosotros”, se respondió solito.
Entre Zanola y la titular de Madres de Plaza de Mayo, Néstor Kirchner hace ostentación de debilidad. Los más fieles, como José Pampuro y el mismísmo Alberto Fernández, dicen con amarga ironía que esto se soluciona “si Dios y Néstor quieren”, pero le confiesan a sus íntimos que los asusta un Kirchner que empieza a preferir una derrota heroica con épica setentista que un acuerdo donde parezca que aflojaron un metro. Algo de eso anticipó en su discurso en la Asociación Bancaria: “Esta primera batalla fuerte por la distribución del ingreso me despierta pasión. Yo quiero luchar por eso. Porque para seguir entregando la Argentina, mejor no hacer nada. Quiero que los bandidos que se quieren apropiar de todo tengan que vivir en la clandestinidad”. Hubo mensaje directo a los diputados rebeldes: “La Presidenta les pide apoyo y el camino es muy claro”. Si llegan a aprobar algo distinto a lo que les pidió Cristina, aludiendo en forma tácita a las coimas de la Banelco, les recomendó que “no se tengan que avergonzar por otras leyes como la de flexibilización laboral que se aprobó entre gallos y medianoche”.
Nelson Castro le dice “el ex presidente en ejercicio” y James Neilson lo bautizó “el presidente de facto”, pero hay cierto consenso en ubicar a Néstor Kirchner como el comandante y estratega del proyecto. Algunos porque lo creen así. Otros porque lo quieren creer así para no erosionar la investidura de Cristina. Sin embargo, fue el mismo Néstor quien se encargó de ubicar a Cristina en un lugar más intransigente que el suyo. “Yo le digo a Cristina: ‘Dales un poco de lo que te piden y se soluciona el conflicto’. Pero ella me dice que no. Ella cree que todo lo que ceda va a salir del bolsillo de los trabajadores”.
De todos modos, eso es incomprobable. Es una charla de alcoba o en el desayuno. ¿Quién puede saber si eso es cierto? Aunque, tal vez por desesperación, Néstor Kirchner está apelando demasiado últimamente al recurso de la mentira. No es razonable creer que una persona, porque estuvo presa o fue víctima de la dictadura, se convierte de inmediato en un héroe revolucionario inmaculado y defensor de las mejores causas. Alguien que estuvo preso o fue reprimido merece mucho respeto como toda víctima de un hecho ilegal. Pero existe en el imaginario setentista esa idea de que la cárcel otorga derechos o eleva a los presos a la categoría de incuestionables. Tal vez por eso, en la única conferencia de prensa que Néstor dio en cinco años, dijo que con Cristina habían “compartido muchas cosas” y que incluso habían “estado presos juntos”. No se pudo encontrar ningún archivo o libro biográfico que confirmara ese dato tan importante. Por el contrario, el ex diputado santacruceño Rafael Flores le envió una carta de su puño y letra a la periodista Romina Manguel, de Radio Del Plata, donde asegura que él estuvo detenido con Néstor Kirchner, que no sufrieron otro castigo que la privación de la libertad por poco menos de 48 horas y que en ningún momento vio ni supo que la actual Presidenta de la Nación haya estado presa.
A Cristina Fernández no la hace mejor ni peor el haber estado o no detenida durante la dictadura. Pero su esposo le hace mucho mal al no decir la verdad en tantos temas y mucho más en algo tan delicado como los derechos humanos. Salvo que esa actitud forme parte de esta escalada irracional de Néstor Kirchner destinada a encerrar a Cristina en sí misma y a empujar su gestión hasta el borde de la tragedia.