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Sentados sobre Lebacs Sturzenegger y el Teorema de Gödel

Al plan antiinflacionario del Gobierno, o bien le faltan otras medidas para ser completo, o si éste es el plan, es inconsistente.

El matemático Gödel y Sturzenegger cuando usaba anteojos.
| Cedoc

Injustamente, se podría decir que Kurt Gödel fue un matemático que se hizo famoso más por los problemas que creó que por los que resolvió. En 1931 desarrolló los dos Teoremas de la Incompletitud para demostrar que ningún sistema matemático podría ser simultáneamente consistente y completo (“Si los axiomas de la teoría no se contradicen entre sí, entonces existen enunciados que no pueden probarse ni refutarse a partir de ellos”).

Simplificadamente, y a los arbitrarios fines de esta columna sobre las Lebacs y el plan antiinflacionario del Gobierno, lo que Gödel hizo fue poner límite a aquello que se pretende demostrar completamente con razonamientos matemáticos. Y metafóricamente, sirve de introducción para dudar de algunos axiomas del modelo económico de Macri.

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Es cierto que la emisión aumentada de los últimos meses del gobierno de Cristina Kirchner agregó varios puntos de inflación al comienzo de este año. También, que había una inflación reprimida por desactualización de tarifas y la subvaluación de la cotización del dólar oficial hasta la salida del cepo. Y que sin estos agravantes la inflación se ubicaría en torno al 2% mensual o 27% anual, lo que se supone sería lo que aceptará el Gobierno como inflación núcleo abandonando sus objetivos de que fuera un punto y algo por ciento mensual para no seguir enfriando la economía a niveles intolerables socialmente.

Es que las Lebacs al 38% (o 37,5%, una baja casi chistosa) están produciendo un rompimiento de la cadena de pagos porque muchos de aquellos que tienen varios proveedores alternativos y pueden hacerlos sufrir, en lugar de pagar en fecha atrasan sus pagos y usan ese dinero para comprar Lebacs. Con un dólar planchado en sólo cuatro meses se gana 12% en dólares, lo que en el exterior llevaría cuatro años para obtener la misma rentabilidad. Por eso están ingresando al país 100 millones de dólares diarios para sumarse a la compra de Lebacs, reeditando las clásicas bicicletas financieras.

Cajafilia: los privados retrasan pagos para comprar Lebacs. El Gobierno tampoco paga y pisa su caja.

Cartonero Báez. Sentarse sobre la caja es una típica técnica de los directores de finanzas de las empresas que ahora se trasladó al propio Estado en mucha mayor proporción con la llegada del nuevo gobierno, como si aquella frase de Maradona sobre el amarretismo de Macri cuando presidió Boca fuera una profecía trasladable a las finanzas nacionales.

Y no sólo con Lebacs a tasas de interés impagables para cualquier actividad productiva el Gobierno está generando recesión. También haciendo que sus funcionarios se comporten como esos privados que no les pagan a sus proveedores, aunque en su caso no sea para comprar Lebacs. Son vergonzosas las maniobras que los gobiernos de la Nación y la provincia de Buenos Aires realizan perdiendo siempre las facturas para obligar al proveedor a tener que juntar toda la documentación de nuevo atrasando así nuevamente los pagos. La pérdida de la documentación durante los primeros meses del nuevo gobierno se atribuyó a que la administración kirchnerista había dejado todo mal registrado y, por prolijidad, los nuevos funcionarios tardaban un tiempo en constatar verdaderas deudas. Pero como la técnica se sigue repitiendo e incluso se expande hasta los servicios ya contratados por la nueva administración, queda claro que no se trata de rigor contable sino de una maniobra para dilatar los pagos coordinada entre entes que tendrían que ser diferentes como los gobiernos de la Nación, la Provincia y arrastrando a veces hasta el de la Ciudad.

Ley antidespidos. Esta semana todos los diputados del panperonismo votarían la “versión Massa” de la doble indemnización. La recesión, aunque profunda, no es comparable con la de 2002 pero el recuerdo de aquellos tiempos aflora con facilidad. En su libro El cerebro argentino, Facundo Manes explica que “nuestras emociones y nuestra memoria están inexorablemente vinculadas. Estamos propensos a recordar imágenes cargadas emocionalmente”. Cuando la sociedad padeció el trastorno de estrés postraumático, “la amígdala, una estructura que regula entre otras cosas el aprendizaje del miedo, se activa muy fácilmente –explica Manes–, conjuntamente, las áreas del cerebro que deben inhibir el funcionamiento de la amígdala responden lentamente y fallan al realizar su tarea y aun los eventos que no son peligrosos encienden erróneamente la alarma”.

Recuerdos de 2002: se recuerda más lo cargado de emociones encendiendo la alarma, aunque sea erróneamente.

La sola existencia de una sensación de despidos tiene consecuencias. Cuestionando la idea de mente como algo puramente individual, Manes escribió: “Las emociones son contagiosas, la interacción social puede alterar nuestros recuerdos. El concepto de ‘contagio’ hace referencia a la difusión de un recuerdo, sin importar si es verdadero o falso. Por el proceso de reconsolidación de la memoria, aquello que nosotros recordamos no es el acontecimiento tal como fue, sino la forma como fue recordado la última vez que lo trajimos a la memoria”.

Gödel probó que si un sistema es consistente, entonces es incompleto, o si el sistema es completo, entonces es inconsistente. Y apelando de nuevo a la licencia poética de un texto periodístico y no un tratado de lógica, se podría hacer un juego de palabras para decir que al plan antiinflacionario del Gobierno, o bien le faltan otras medidas para ser completo, o si éste es el plan, es inconsistente.

En La ciencia y la verdad, Lacan citó la incompletitud de Gödel para rebelarse contra la monarquía de la ciencia. Al exceso de cientificismo o de tecnicismo que cree saberlo todo, poder medir todo y entonces predecir todo. Los pronósticos sobre inflación del Gobierno fallaron. No por culpa de errores: el propio Miguel Bein dice que, si le hubiera tocado conducir la economía con Scioli presidente, hubiera hecho lo mismo que hace Macri, pero quizá con menos apoyo político. El error no es técnico, es filosófico, es creerse asertivamente sus axiomas y la predictibilidad de las consecuencias que resultarán de los mismos consumiéndose luego credibilidad.