Días atrás, en un acto en Florencio Varela con motivo de la inauguración de un centro comunitario, el presidente Mauricio Macri realizó un breve discurso dirigido a gente de la zona, donde lanzó una frase que pasó inadvertida: “Ustedes no son pobres, están pobres”.
Se pueden narrar muchas cosas sobre ese evento; por ejemplo, que en ese momento el Presidente comentó que “vinimos para quedarnos”, definición que muestra un mundo de intenciones futuras. No obstante, para moldear esos escenarios el oficialismo necesita hacer pie en los sectores más humildes, donde aún reina el peronismo y en particular Cristina Fernández de Kirchner. Pero más allá de las tácticas electorales, es relevante escudriñar el proyecto político de Cambiemos para la sociedad y para el espacio social más vulnerable en particular.
Razones. Las ciencias sociales que más evolucionaron a lo largo del siglo XX –la sociología y la antropología– y la economía han trabajado en torno a la idea de que las sociedades se organizan basadas en estructuras, que dependiendo de la historia y la evolución
de cada Estado nacional han generado particularidades específicas, pero que en términos generales muestran una escala o pirámide social, en cuya base se encuentran los sectores menos favorecidos. No por casualidad estas escuelas analíticas se han llamado “estructuralismo”. Sin embargo, en oposición a estas escuelas, las enroladas en el individualismo o atomismo siguieron planteando, como lo hacían en el siglo XIX, que el problema central sigue siendo el individuo y sus capacidades para movilizar recursos (comenzando con su propio cuerpo) y generar riqueza. Margaret Thatcher solía decir que “no existe tal cosa como la sociedad; hay hombres y mujeres y hay familias”.
Argentina no estuvo ausente del auge del estructuralismo; precisamente, la obra más importante del “padre de la sociología argentina”, Gino Germani, se llamó Estructura social de la Argentina: análisis estadístico, publicada en 1955. Germani, italiano de origen (nacido en 1911), llegó a la Argentina en 1934 escapando de Mussolini, donde desarrollaría una prolífica tarea en esa incipiente disciplina. El autor asociaba el peronismo con el franquismo y el fascismo, pero a su vez observaba con perspicaz atención cómo el peronismo revolucionaba la estructura social con dos cambios fundamentales: la transformación de la Argentina en un país netamente urbano y el ascenso de un nuevo proletariado industrial, como él lo denominaba. Sin embargo, Germani señalaba un segundo actor movilizado como contracara del ascenso del peronismo al poder: las clases medias urbanas que se sumaban al antiperonismo buscando “la recuperación de las libertades políticas”, en palabras del autor.
En la citada obra, la sociedad se organizaba en cuatro niveles: clases altas, media superior, media inferior y clases populares. En esta última señalaba distintos tipos de obreros e incluso campesinado. No había pobres, al menos como categoría, en esos análisis de Germani. Era una sociedad integrada, donde todos tenían algo para aportar, la Argentina de la movilidad social ascendente. Curiosamente casi setenta años después, las clases medias se movilizarían nuevamente, ahora contra la posible reelección de CFK, el cepo cambiario y la inseguridad. La historia que no da respiro.
Contraciclo. Aquella sociedad “estable” comienza a desaparecer a partir del Rodrigazo, la dictadura militar, y en particular los años 90. Todo este proceso de desindustrialización es conocido. A partir de allí la base histórica del peronismo se comienza a fragmentar entre los obreros industriales de alta productividad, trabajadores de pequeñas empresas de mediana o baja productividad, trabajadores informales o cuentapropistas, y desempleados crónicos, expulsados del mercado de trabajo. La fragmentación de la base del peronismo es en definitiva la descomposición del propio peronismo como proyecto societario.
Los nacidos en los hogares excluidos no han elegido ser pobres, son personas que llegadas al mundo no poseen ninguno de los tres tipos de capital que Pierre Bourdieu señalaba como esenciales. No cuentan ni con capital económico ni con capital cultural (recogido en el sistema educativo pero fundamentalmente en el hogar), pero tampoco con capital social, vital para movilizar relaciones y “contactos” con la finalidad de acceder a oportunidades de trabajo.
El “estar pobre” que plantea Macri significa que se trata de un estado o situación transitoria, mientras que el “ser pobre” implica una cristalización de la situación, es decir, “ser-pobre-para-siempre”. En este sentido, se puede caracterizar el discurso del Presidente como optimista y generador de entusiasmo entre las personas en situación de pobreza: es posible que su situación cambie.
El meollo de la cuestión es si la transformación sólo depende de la voluntad de los sujetos o si es necesario generar un cambio en la estructura económica o en el paradigma productivo. Es posible que muchos se inclinen por la primera opción, así como algunos creen que los planes sociales “fomentan la vagancia”, que “las chicas se embarazan para cobrar la Asignación por Hijo” o, como explicación más elaborada, que incrementa el costo laboral. Es verdad que cuando el Estado, durante los años del kirchnerismo, sumó fuertes recursos para dar aportes monetarios a los sectores de menores recursos (tanto la AUH como la moratoria jubilatoria), el principal cambio observado entre 2006 y 2016 fue la salida de un número importante de personas de la indigencia, es decir, de personas que comen gracias a esas ayudas. No es poco, pero no es suficiente. Lejos de quitar esos programas, el gobierno de Cambiemos incluso los amplió en algunos aspectos porque, de eliminarlos, la Argentina podía enfrentar un drama social de características sin precedentes.
¿Les falta voluntad a los pobres para dejar de serlo? Por supuesto que no, la autoconciencia los inclina a luchar contra la adversidad, pero la lógica económica y la falta de los capitales arriba señalados les impide salir de una situación que se ha vuelto estructural. Esperar soluciones a fuerza del individualismo es postergar respuestas a una situación que atañe a más de la tercera parte de la población y que constituye el principal problema de la Argentina actual.
*Sociólogo.(@cfdeangelis)