Por fin la inflación da señales de que comienza a bajar. La recesión está haciendo su trabajo antiinflacionario al reducir sueldos reales y consumo. Por más que el Gobierno no lo exprese, no habrá nuevo modelo económico si no cambian los precios relativos, y los salarios son un precio importante de la economía. Cambiar consumo por ahorro como ha dicho Sturzenegger en realidad sería cambiarlo por capital, por el retorno de la inversión en forma de ganancia con la que el capital espera hacer más capital.
¿Fondo del barril o barril sin fondo? Para algunos economistas, los meses de mayo y junio serían la parte más profunda del pozo y sólo quedaría para el futuro ir saliendo de la crisis. Pero aun aceptando que en el trimestre julio-septiembre la crisis deje de profundizarse, recién en el trimestre octubre-diciembre dejaría de haber caída del producto bruto y, en el mejor de los casos, sería el comienzo de una recuperación, para en 2017 volver a crecer a más del 3%, lo que tampoco son tasas chinas, y estar en el promedio de crecimiento mundial que para este año está previsto en 3,2%. Mejoraron las previsiones sobre la economía mundial que había a fines de 2015, los resultados de China en el primer trimestre fueron mejores que los esperados y se recuperan los precios de las materias primas pero, para la Argentina, no alcanza a compensar el daño que la crisis de Brasil le produce.
Nadie le discute al Gobierno la orientación de su modelo económico porque cualquiera que estuviera en su lugar tendría que tomar medidas similares. Como también todos entienden que el costo de la normalización de la economía se paga en el presente y los beneficios se perciben mucho después. Pero ese después puede llegar demasiado cerca de las elecciones legislativas del año próximo, y resulta muy riesgoso apostar sólo a la economía como motor de un triunfo electoral.
Ver desfilar por los tribunales de Comodoro Py a los principales responsables de la corrupción kirchnerista aporta mucho a la tolerancia social frente al ajuste económico y recuerda que los aumentos actuales son la consecuencia del descalabro económico que dejó el gobierno anterior. Pero ya en 2017 revelaciones sobre Lázaro Báez o la muerte de Nisman no producirán el efecto actual por la simple lógica de su falta de novedad, haciendo que la eventual carencia de éxito económico pase a ser toda responsabilidad de Cambiemos.
Hay otra idea fuerza que el Gobierno desaprovecha por temores ideológicos de Macri y una concepción pop y light de la política de Duran Barba, que consistiría en asumir su condición de centroderecha, ordenando a los partidos, para atacar el problema de la inseguridad como hicieron en Nueva York los gobernantes que fueron reelectos por solucionarla.
A Macri le quedó un complejo con las críticas que recibió al comienzo de la Policía Metropolitana, en la época que usaba bigote y le gritaban mucho más que ahora: “Macri, basura, vos sos la dictadura”.
Pero la palabra orden es la segunda más usada, después de cambio, por el macrismo. Hasta para la economía se habla de su ordenamiento. Y orden es una palabra que transmite valores conservadores que no necesariamente son impopulares. Cuando se habla de volver a los aplazos y al sobresaliente para calificar a los alumnos, o de meritocracia en múltiples campos, se está hablando de valores prioritarios para la centroderecha, los que, nuevamente, no tendrían necesariamente que hacer perder elecciones como se demuestra en tantos países desarrollados.
En Brasil mismo, el triunfo del movimiento civil anti Dilma y Lula defiende valores tradicionales típicos de la centroderecha y se apela a las mismas fuentes, como recuperar la cultura del trabajo o ser más exigentes en materia educativa.
Es más, se podría arriesgar que el triunfo de Macri en las elecciones de 2015 no estuvo sólo apoyado en el rechazo al estancamiento económico y el hartazgo con el kirchnerismo sino también en la esperanza de parte de la sociedad de que un gobierno del PRO mejorara la seguridad pública. Otro prejuicio que podría estar inhibiendo al PRO de tomar la batalla contra la inseguridad con el mismo foco que coloca en la economía reside en el temor de terminar pareciendo un gobierno de ricos preocupados por la propiedad privada cuando el robo y la violencia afecta mucho más a las personas de menos recursos que a las clases alta y media, que cuentan con algún grado de asistencia de seguridad privada.
Otro error de apostar sólo a la economía como herramienta para ganar las lecciones de 2017 se refleja en la falta de preocupación por desarrollar candidatos fuertes, jugando a repetir el triunfo en la provincia de Buenos Aires sin figuras electoralmente muy competitivas.
Tendría que ir preparando un segundo ciclo ministerial para, como ya hizo con Rodríguez Larreta y Vidal, convertir en candidatos ganadores a funcionarios que obtuvieron visibilidad como buenos gestores. Marcos Peña, Rogelio Frigerio y Alfonso Prat-Gay son quienes más posibilidades tienen de ascender en el cursus honorum de la política, pasando a la fase de contar con votos propios.
Para 2017, parece faltar mucho tiempo político porque la intensidad de la crisis económica aumenta la densidad de cada día: el duro caminar por el desierto recesivo hacia la tierra prometida del crecimiento económico hace que cada día consuma la energía de dos o tres de los normales. Pero 2017 está a la vuelta de la esquina.