Marte y Venus, segun Botticelli. Más o menos así, según el relato de la Presidenta, habrían quedado ella y Néstor en El Calafate (paraíso si los hay) tras la ingesta de un chanchito asado. |
“Es el tormento más duro
y el crimen más espantoso
ver que la ingrata se ríe
y el rival está dichoso.
Y el rival está dichoso
porque ella le abrió su pecho
no tiene la culpa el chancho
sino quien le da el afrecho.”
Tonada popular chilena
Sin repetir y sin soplar, chanchadas mitológicas comenzando ya...
Mito 1 (palabra de Dios): el cerdo es una inmundicia, su ingesta es toda una herejía.
Mito 2 (palabra de abuela): comer chancho de noche cae mal y provoca tremendos dolores de cabeza. Acompañado con una cervecita puede ser letal, aun peor que el tinto con sandía.
Mito 3 (palabra de Presidenta): un chanchito asado te pone como un toro. Igual que el Viagra, pero más gratificante.
Ningún sexólogo, ningún nutricionista (dos comunidades científicas que hace rato negaron la validez de los mitos 1 y 2) dieron por cierta la novedosa teoría lanzada por Cristina Fernández de Kirchner el miércoles pasado.
Dos razones probables para creer en las ventajas sexuales de entrarle a una buena bondiola, promovidas por la primera mandataria:
◆ Puede que sexólogos y nutricionistas se hayan sumado en bloque a la conspiración en marcha y sean simples títeres de la oposición, tan empecinada en desacreditar cada dicho o hecho impulsado desde la Casa Rosada.
◆ No sería digno de caballeros desmentir desde aquí los aspectos de su vida íntima ventilados por la Señora, que si asegura que el puerco es aun mejor que el Viagra será porque en su alcoba pudo comprobar junto al Pingüino los efectos afrodisíacos de ambos.
Dijo Cristina:
—La carne de cerdo tiene mala prensa. Mejora la actividad sexual. Es mucho más gratificante comerse un cerdito a la parrilla que tomar Viagra. Yo soy fanática de la carne de cerdo y no lo digo para quedar bien ni para hacerme propaganda de nada. El último fin de semana que estuvimos en El Calafate, comimos al aire libre uno riquísimo que nos mandaron de Córdoba. Y no sólo la carne: también el cuerito hecho galletita, crocante. Bueno, no saben, fue impresionante. Y todo anduvo muy bien el fin de semana. Está bien que todo ayuda en El Calafate, la distensión... ¡Kirchner me mata cuando llegue a Olivos!
¿Por qué iría a matarla el ex presidente, si es lindo que la gente se ame? ¿Acaso no está bueno desterrar esos chismes malintencionados que hablan de disputas y hasta de “camas separadas” en lo más alto del poder político actual?
Una razón probable para entender tales temores: hace cinco años, más exactamente el 20 de diciembre de 2005, Néstor Kirchner fue visitado en la Casa de Gobierno por la troupe de Marcelo Tinelli (eran amigos en esa época) y el entonces presidente mantuvo un poco protocolar diálogo con Freddy Villarreal, caracterizado como Fernando de la Rúa.
—¿No encontraste unas pastillitas por acá? –le preguntó el falso De la Rúa, evocando aquella foto oficial de su último día de mandato que lo sorprendió vaciando un cajón donde, ampliando el foco, se destacaba una cajita de Viagra.
—Sí, estaban vencidas –respondió el verdadero Néstor, dando por hecho que, al menos hasta ese momento, no había tenido ocasión ni necesidad de comparar los efectos energizantes del porcino con los de la pildorita azul.
Hoy, Kirchner se encuentra embarcado en el lanzamiento de su eventual candidatura presidencial para 2011 previa recuperación de la jefatura del PJ, un ámbito donde la virilidad del líder no suele requerir estimulaciones contra natura que, por otra parte, la pongan bajo sospecha.
Un alto directivo de la Asociación de Productores Porcinos y el jefe de la CGT se sumaron al ambiente tipo Café fashion desatado por la Presidenta.
—El cerdo mejora la actividad sexual. Tenemos trabajos de Dinamarca y de China que hablan de eso. Y cerca de Osaka, en Japón, hay un pueblo con personas que llegan a vivir 105 años y con mucha actividad sexual –dijo José Ucelli, presidente de la APP.
—Estuvo brillante. A partir de ahora empezamos a comer chancho mañana, tarde y noche –dobló la apuesta Hugo Moyano, complementando con grasitudes parrilleras los toques de desenfado danés e inquietante delicadeza oriental aportados por el productor de cerdos, tan agradecido por el chivo.
Es cierto que la ocurrencia le sirvió a Cristina para correrse un poco de las incomodísimas derivaciones del caso Redrado y, de paso, también para recomendar el consumo (sin aludir a una inflación que el INDEC sigue sin registrar) de una carne más barata que la vacuna, cuyo incesante aumento ya resulta desproporcionado. Un día después confirmó esta especulación elogiando las virtudes “adelgazantes” del pollo. Todos los manuales de marketing político recomiendan que, cuando las papas queman, lo más recomendable es encontrar una tangente por donde escapar.
No dejó de llamar la atención, de todos modos, que encontrara una ya frecuentada en otros tiempos por caudillos del otro sexo. Tal vez sean prejuicios de uno y nada más, pero fue llamativo ver a la primera Presidenta electa de la historia argentina atándose a recursos históricamente machistas que había prometido erradicar, en nombre de sus reiteradas reivindicaciones de género. Además, alusiones al Viagra mediantes, ni siquiera parecía estar otorgándole el valor político esencial de esta etapa a la potencia de su propia femineidad.