COLUMNISTAS
La relacin de Ramn Daz con sus planteles

Siempre falló en las malas

Ramón Díaz se va. Atrás quedaron los días felices, aquellos en los que la prensa enloquecía detrás de su carisma, festejando cada uno de sus dichos y haciendo la exégesis del entrenador ante cualquier triunfo de San Lorenzo. Atrás quedó, también, aquella entrada de Marcelo Tinelli en el Nuevo Gasómetro con un cero kilómetro para los campeones. Y aunque parezca mentira, hasta la hazaña del Monumental ya es recuerdo.

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Ramón Díaz se va. Atrás quedaron los días felices, aquellos en los que la prensa enloquecía detrás de su carisma, festejando cada uno de sus dichos y haciendo la exégesis del entrenador ante cualquier triunfo de San Lorenzo. Atrás quedó, también, aquella entrada de Marcelo Tinelli en el Nuevo Gasómetro con un cero kilómetro para los campeones. Y aunque parezca mentira, hasta la hazaña del Monumental ya es recuerdo. Todos habían apostado a la Libertadores. No pudo ser, y ganar el Clausura, si bien es posible matemáticamente, parece una empresa difícil. El arquero titular ya no es Agustín Orión. Sebastián Méndez está lesionado, aunque si no lo estuviera, Ramón lo habría borrado. Bernardo Romeo y Santiago Hirsig tampoco están. Todos ellos fueron voceros del plantel. De aquí a veinte días (o antes, quizás) el paso de Ramón Díaz por San Lorenzo será historia.
Hace un tiempo habíamos mencionado una mejora en las relaciones de Ramón Díaz con los jugadores. Y también la influencia que Sebastián Rambert y el profesor Oscar Dean tuvieron en ese sentido. Todo estuvo en paz mientras San Lorenzo era campeón y la Copa representaba una expectativa con justificadas esperanzas.

Tuve un encuentro casual con el presidente Rafael Savino en Mar del Plata este verano, que ahora puedo contar. Me dijo: “Ramón es un vivo bárbaro. Le dice a D’Alessandro: ‘Vení que Rafael te arregla, no te preocupes’ y después somos nosotros los que nos volvemos locos con los números”. A Savino lo ayudó mucho Tinelli con su grupo empresario, por eso fue consecuente con el proyecto y trajo a los futbolistas que pidió el Pelado. Pero, a fin de 2007, Ramón tiró mucho de la cuerda: exigió demasiado para arreglar un extraordinario contrato y apretó mucho para conseguir a tres futbolistas que costaron un dineral. Se cebó y quedó sin margen de error. En la primera caída –fue un porrazo, en realidad– nadie acudió en su rescate. Y se tuvo que ir.

La ruptura entre Ramón Díaz y el plantel comenzó en la mitad de 2007, cuando, como campeón y “dueño del mundo”, mezcló los sentimientos de padre con las obligaciones de entrenador y obligó al club a contratar a sus hijos Emiliano y Michael. La llegada de “los chicos” fue el quiebre de la relación entre los referentes y el entrenador. El conflicto quedó oculto por la obsesión de la Copa y la chance cierta –acaso como nunca– de ganarla de una buena vez. A la luz de lo que pasó, los problemas eran muy serios. Y recrudecieron cuando el riojano, en la noche previa a la revancha con la Liga de Ecuador, intentó incluir a su hijo Emiliano en la lista de los que cobrarían el premio. Hubo gritos, discusiones y si no hubo pelea a las trompadas fue por la cordura de algunos protagonistas. Las partes lo niegan, pero allí se escribió el final del ciclo.

Ramón se equivocó feo al traer a sus hijos. Sobre todo porque Emiliano –que es quien más jugó– venía de un oscuro paso por Platense en la B Nacional y no tenía méritos futbolísticos para jugar en Primera. Y menos en San Lorenzo, donde generó lógicos problemas de convivencia. Si en el plantel hay una reunión y en esa reunión está el hijo del técnico, ¿son todos libres de decir lo que realmente piensan o no lo harán suponiendo que el hijo será leal al padre? Pensando en los chicos de inferiores, los que son del interior y que están en el club desde la novena, que extrañan a sus familias, que viven en lugares con comodidades mínimas y ven que el técnico de Primera trae a sus hijos, que no son mejores que ellos, ¿no genera eso también malestar?

Ramón tropezó de nuevo con la misma piedra. Su punto débil como técnico –y también fue apuntado en esta columna– sigue siendo su relación con los jugadores. De los dos ciclos en River se fue enojado con los referentes. Por ejemplo, en el comienzo de su carrera de entrenador, en 1995, estalló un conflicto con Julio César Toresani que derivó en la salida del volante y su posterior ida a Boca. Y jamás fue digerido por Francescoli, Ortega, Astrada, Berti o Hernán Díaz. Convivieron, se bancaron mutuamente, ganaron todo. Pero cuando la caída de Ramón era un hecho, nadie salió a respaldarlo. A su regreso, hasta logró un nuevo título. Pero el entonces flamante presidente José María Aguilar no le renovó el contrato. El Pelado sólo se hablaba con Celso Ayala y Angel David Comizzo. Con los demás, no tenía relación. Y otra vez nadie pidió por él, contrastando con lo que ocurrió meses después, cuando todo el plantel fue al despacho de Aguilar para pedirle que no dejara ir a Manuel Pellegrini.

Ya sabemos que los resultados en el fútbol tapan todo. Cuando San Lorenzo era campeón y ganaba en la Copa, nadie hablaba de los hijos de Ramón Díaz y se decía que la esgrima dialéctica del Pelado les quitaba presión a los jugadores. Evidentemente, ellos no lo querían. Aguantaron hasta que perdieron, se callaron pensando en el bien común, como lo hicieron Francescoli, Astrada, Berti, Burgos, Ortega y compañía hace diez u once años. O como le ocurrió hace cinco o seis, cuando se fue de River sin que ningún futbolista de los que acababan de ser campeones levantara un dedo para apoyarlo.

Da la impresión de que falla en la mala, de que los papeles se le queman en las grandes derrotas, de que sólo se maneja bien mientras el equipo gana y que esta carencia grave lo aleja de los jugadores. En cuanto San Lorenzo perdió, tres o cuatro jugadores pasaron de ser titulares a no estar ni en el banco. Eso genera inseguridades y rencores. Y da piedra libre para que los futbolistas, que no lo digerían, salgan a decírselo a la prensa y hagan insostenible cualquier idea de continuidad.

Los apellidos cambiaron, pero los motivos son parecidos y agravados por el tema de los hijos. Muchos jugadores y, sobre todo, Marcelo Tinelli, sonrieron frente a la tele mientras el Pelado Díaz anunciaba su salida en una conferencia de prensa tensa y previsible. Parece que todo volverá a ser como fue.