El mundial de fútbol sirve también para exponer una situación de extrema tensión en Irán, que quedó eliminado en la fase de grupos por Estados Unidos. En Irán, los movimientos de reacción contra las políticas represivas del gobierno han adquirido en los últimos tiempos una virulencia que no se registraba desde los tiempos de la revolución islámica que cambió rotundamente el sistema político de ese país. Los periodistas, en este marco, son víctimas de persecuciones que incluyen cárcel y aislamiento.
Según Reporteros sin Fronteras, al menos 43 periodistas, mujeres y hombres, han sido detenidos desde mediados de septiembre. Ocho de ellos han sido liberados desde entonces. Entre los 35 que continúan detenidos hay 15 mujeres.
En buena medida, los movimientos de oposición vinculados a la defensa de los derechos humanos por vía del periodismo fundan sus críticas y sus acciones contra el régimen a partir de la muerte de Jina Mahsa Amini, una joven a quien la policía detuvo por haber violado, supuestamente, reglas impuestas con fundamentos religiosos. Concretamente, fue presa por no haber cubierto su pelo totalmente. Amini murió en circunstancias poco claras: al parecer fue torturada hasta que perdió la vida. Nadie sabía de ese hecho hasta que llegó a la prensa por publicaciones de dos mujeres periodistas, Niloufar Hamedi y Elahe Mohammadi. Ellas estuvieron entre las primeras en informar de la muerte de Jina. Niloufar Hamedi lo hizo desde el hospital donde estaba en coma antes de que fuera declarada oficialmente muerta, el 16 de septiembre. Hamedi fue detenida cuatro días después. Se la acusa de “conspiración contra la seguridad nacional”, figura idéntica a la que se aplica a su colega Elahe Mohammadi, quien trabaja en el periódico Ham-Mihan y viajó a Saqqez, la ciudad natal de Amini, en la región del Kurdistán, al noroeste de Irán, para informar sobre el funeral de la joven muerta, que se convirtió en una de las primeras protestas del movimiento. Menos de dos semanas después, Elahe también fue detenida.
Niloufar Hamedi, de 30 años, trabajó durante mucho tiempo como reportera deportiva para Shargh, uno de los diarios más importantes de Irán. Su abogado afirma que a Hamedi no se le permite ponerse en contacto con él. Además, las usinas de desinformación han hecho circular noticias falsas sobre ambas periodistas.
El Ministerio de Inteligencia iraní y los servcios de inteligencia de la Guardia Revolucionaria emitieron una declaración conjunta afirmando que Hamedi y Mohammadi estaban en contacto con servicios de inteligencia extranjeros y habían sido entrenadas por ellos, citando dichos de un empleado de la televisión iraní, Ameneh Sadat Zabihpour, quien realiza regularmente “entrevistas de confesión” forzadas a presos políticos. Su nombre figura en la lista de sancionados por Estados Unidos desde mediados de noviembre.
Según un informe del medio alemán Deutsche Welle (DW), “las mujeres periodistas no se dejarán intimidar”. Y agrega: “Por ejemplo, la estudiante de periodismo kurda Nazila Maroufian, de 23 años, realizó una entrevista con el padre de Jina Mahsa Amini, en la que le explicó que su hija no tenía ninguna enfermedad previa que pudiera ser la causa de su muerte. La entrevista, titulada: “Mienten”, se publicó en el sitio de noticias Mostaghel el 19 de octubre. Poco después, Nazila publicó en su cuenta de Twitter: “No tengo intención de suicidarme y no tengo ninguna enfermedad preexistente. Me alegro de haber realizado y publicado esta entrevista”. Maroufian fue detenida el 30 de octubre.
Christian Mihr, director de Reporteros sin Fronteras, concluye que “el régimen iraní quiere suprimir sistemáticamente las voces de las mujeres”.