Tras haber ganado las elecciones legislativas del año pasado, el presidente Macri planteó algunas propuestas reformistas. Pero con una ausencia notoria: no hizo referencia alguna a estrategias productivas ni a políticas de desarrollo regional. No es novedad, porque hace décadas que nadie habla de ellas, pese al estancamiento de la inversión y la productividad. Como resultado, la pobreza alcanza a un tercio de los argentinos.
Aunque algunos describen al Presidente como desarrollista, sus propuestas expresan la vieja matriz liberal. Según la cual el desarrollo resulta de equilibrios macroeconómicos más apertura. Esta idea predomina desde hace décadas, y es en parte responsable de nuestra concentración y desarticulación productiva. A esta matriz liberal se ha opuesto otra, distribucionista, que menosprecia los equilibrios macroeconómicos y la competencia, y privilegia el consumo en períodos de holgura externa. Pero al pasar esos períodos, sobreviene la inflación y el estancamiento.
Diferentes en la retórica, liberales y distribucionistas coinciden en negar la necesidad de una estrategia de desarrollo, porque afirman que éste ocurrirá de manera espontánea. Para los liberales es el producto del equilibrio fiscal y la apertura, y para los distribucionistas, del consumo canalizado hacia adentro. Aunque puede resultar evidente que ninguna de estas ideas funciona, una y otra vez tropezamos con la misma piedra.
Una estrategia de desarrollo, que es lo que nos falta, es un conjunto de políticas que rompan los círculos viciosos que ahogan el crecimiento de las cadenas de valor en las provincias. En un país casi antifederal en el que alejarse 500 Km de la Capital es retroceder medio siglo en condiciones sociales, económicas y de infraestructura. ¿Cómo se supone que las Pymes regionales van a aumentar la productividad sin estímulos para hacerlo? ¿Alguien cree que serán más competitivas por tomar el impuesto al cheque a cuenta de Ganancias, o que podrán enfrentar a la apertura por no pagar horas extras? Si alguien lo cree, es porque no conoce el país.
Estrategia de desarrollo son políticas coordinadas para facilitar el crédito, mejorar diseños, desarrollar proveedores, capacitar mano de obra, captar mercados externos y cerrar brechas tecnológicas.
Es un Estado dispuesto a inversiones vedadas para las empresas por la incertidumbre que solo puede despejar quien fija el marco en que funciona la economía. Es protagonismo del sector privado e impulso guía de un Estado que no espera el futuro sino que lo construye.
Esta estrategia privilegia inversión, porque las mejoras distributivas sustentables solo nacen de la transformación de la estructura productiva. Y cuida los equilibrios macroeconómicos, porque es imposible crecer con inflación, déficit fiscal, dólar atrasado, impuestos impagables, y proteccionismo eterno y negligente.
Lamentablemente, en las reformas propuestas no hay diferenciación alguna, ni regionales ni por tamaño de empresa. ¿En serio se pretende que los aportes patronales sean los mismos para el NEA o NOA que para la Capital Federal? ¿En serio se pretende desgravar la reinversión a igual tasa para las Pymes que para las grandes empresas? ¿Así pensamos que ocurrirá un desarrollo social y territorialmente equilibrado?
Sin políticas de crédito, sin apoyo a la innovación, sin acompañamiento para ganar mercados ni estímulos para incorporar tecnología y sin capacitar a la mano de obra, en 20 años vamos a “descubrir” que nuestras cadenas de valor siguen estancadas. Si la convocatoria del Presidente al diálogo busca recoger aportes, la oposición puede ser vocera de una nueva matriz desarrollista y federal. Animada por el deseo sincero de construir entre todos una Argentina mejor.
*Senador nacional por el Chaco (FpV).